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Cuando el dinero controla tu vida

Cuando el dinero controla tu vida

Hay dos condiciones que son fundamentales en finanzas personales: lo primero es tener muy claro lo que es más importante para ti; lo segundo, tomar el control de tu dinero (flujo de efectivo).

En mi vida profesional he conocido a muchas personas que viven estresadas por motivos financieros: sienten que el dinero no les alcanza, no saben cómo le harán para terminar la quincena o para pagar la tarjeta de crédito. Me dicen que han tratado de hacer un presupuesto pero por una u otra razón el dinero siempre se les termina saliendo de las manos y no saben cómo ni en qué.

 

Esto es lo que pasa cuando uno deja que el dinero le controle. La única manera de quitar ese estrés a nuestra vida es dando la vuelta a la ecuación: tomar uno el control de nuestro propio dinero. Hacerlo no es tan difícil.

¿Cómo empezar?

Lo primero es saber en dónde estamos parados, es decir, listar por un lado lo que tenemos (nuestros activos, en orden de liquidez) y por otro lo que debemos (nuestras deudas, empezando por las revolventes o de menor plazo, como las tarjetas de crédito). La diferencia entre ambos conceptos es el valor actual de nuestro patrimonio.

Hacerlo nos da una fotografía de nuestra situación financiera actual y nos revela ya cierta información sobre lo que tendríamos que hacer para cambiarla. ¿Qué es lo primero que tenemos que hacer? Por ejemplo, formar un colchón para emergencias o eliminar algunas deudas. La idea es trazar un plan —un camino—, a partir de donde estamos hoy, hacia donde queremos llegar.

Tomar el control de nuestro flujo de efectivo

Una herramienta fundamental para ello es hacer un plan de gastos. Es decir, preguntarnos: “¿Qué es lo que este dinero que ya gané y que hoy tengo en mano quiero que haga por mí?”. La idea es darle a cada peso que ganamos un trabajo.

Un error muy común que cometen las personas es presupuestar dinero que no tienen (por ejemplo, lo que me van a pagar la siguiente quincena). Eso no funciona: debe hacerse con lo que tenemos hoy. Si nos pagan dos veces al mes, habrá que sentarnos cada vez para asignarle una función –un trabajo– a cada peso que hemos recibido.

La idea fundamental es poner primero lo que queremos hacer, lo que es importante, según hemos definido antes. Por ejemplo, si nuestra prioridad es salir de deudas, eso va primero. Luego los gastos fijos, como la renta o hipoteca, la luz, el agua, servicios de suscripción, etcétera. No olvidemos aquellos que no ocurren cada mes: pago del Predial, primas de seguros, inscripciones escolares, mantenimiento del coche, entre otras. Debemos ir guardando de poquito en poquito para cuando se presenten. Finalmente, el gasto discrecional y los temas de calidad de vida, como las vacaciones familiares.

Hacer esto es difícil al principio, porque el dinero que ganamos es limitado y es fácil sentir que no alcanza. Eso nos ayuda a priorizar. Tomemos este plan como una guía, no como algo que está escrito en piedra. Podemos modificarlo en el camino, pero como en todo, son unas por otras. Si decidimos ir a un concierto que no habíamos contemplado, debemos entonces sacrificar otras cosas para no gastar de más. Es una herramienta de toma de decisiones que nos permite, así, tener el control.

Tomado de El Economista