CENTENARIO DEL NATALICIO DE LUIS G. BASURTO. (III)
“Asesinato de una conciencia.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
El hombre más allá de la edad que pueda tener se convierte en hombre a plenitud cuando vive bajo un estado de conciencia. Y es que consciencia todas las personas normales la poseen, pero conciencia es un estado avanzado donde el hombre distingue claramente entre el bien y el mal, entre el ser y el deber ser, el hombre que adquiere conciencia normalmente es un hombre virtuoso, con defectos y virtudes suele ser una persona equilibrada, segura, decidida, sensata, honesta, prudente, humana, es un ser sabedor que su destino final es incierto e indescifrable, pero que su existencia material y terrenal tiene o debe tener vivencias esenciales que si bien no resuelven la crisis existencial, por lo menos otorgan razón y sentido a la vida real, la única comprobable y verdadera.
Ahora bien, el hombre al ir creciendo va adquiriendo un estado de conciencia, en la mayoría de los casos desde pequeños nos enseñan a no robar, no mentir, respetar, escuchar, y un sinfín de valores algunos de carácter universal y otros muy personales, pero es indudable que el hombre es producto de una educación que incluye principios, virtudes, es decir, nadie nace bueno ni malo, y a pesar de los horrores que hemos vivido en nuestras sociedades, sigo creyendo que a la gran mayoría se les educa para tratar de ser personas de bien, luego entonces, ¿Por qué tanta crueldad? ¿Por qué tanta insensibilidad? ¿Qué está fallando en las estructuras sociales como la familia, la religión, el Estado, para vivir en sociedades tan vacías, frías e inhumanas?
En “Asesinato de una conciencia”, Luis G. Basurto realiza una fuerte crítica a la posición cerrada, dogmatica, inquisidora, insensible, manipuladora, de la Iglesia Católica, y lo hace porque él fue un ferviente católico, y, sobre todo, porque sabe que la Iglesia sigue teniendo una fuerte influencia y determinación en las estructuras y tejidos sociales, los valores y principios de la Iglesia son enseñados a sus fieles y normalmente estos valores se replican en los hogares, esto implicaría contar con sociedades un poco más generosas, caritativas, humanas, honestas, humildes, justas, no obstante, la realidad nos enseña todo lo contrario, nuestras sociedades son elitistas, jerarquizadas, desiguales, despiadadas, inmisericordes, cualquiera podría contestar con la siguiente afirmación dogmatica: ¡Es que Cristo no ha llegado a su corazón!, pues ni creo que llegue, porque a los primeros que tendría que llegarles es a los que se hacen llamar sus discípulos, sus elegidos, y la historia en general y en este caso Luis G. Basurto nos enseña que son los más alejados de la esencia y enseñanza de su cristianismo, por todo esto vayamos a conocer la historia de “Asesinato de una conciencia.”
El padre Francisco es acusado ante el alto tribunal eclesiástico y el Papa designa a un Cardenal, a la Fiscal, el defensor, para que se realice el juicio y se pueda dictar una sentencia justa por los posibles actos cometidos por el acusado. Una de las acusaciones contra el padre Francisco es que las ofrendas que los feligreses dieron para construir la Parroquia, se las regaló a los pobres para que comieran, además, el padre Francisco ayudaba a la guerrilla para acabar contra la dictadura, y en abierto estaba luchando por la libertad de los desprotegidos y subyugados, en el juicio el acusado declaró que para él había que retornar a la esencia del cristianismo, no se sentía un líder y mucho menos el elegido, sabía que había otros sacerdotes (pocos) como él luchando al lado de un pueblo humillado y explotado, que la realidad también le enseñaba que:
“Hay otros sacerdotes cuyas armas son la vanidad intelectual, el resentimiento, el libertinaje de espíritu, el feroz tecnicismo de un mundo sin amor y sin fe, y hasta la defensa de apetitos sexuales respetables en cualquier ser humano, pero inexplicables en quienes dicen tener la gracia de Dios.”
Cuando el acusado declaraba, el defensor apelaba a sus palabras, le decía al padre Francisco que sus declaraciones sólo lo llevarían a la ruina, que temas como el celibato, la libertad, etc. No eran temas que a él les correspondía cuestionar, sino a la Santa Iglesia. Sin embargo, el acusado estaba firme en sus convicciones, aceptó que les regaló el dinero a los pobres porque sería una vergüenza construir una pParroquia ostentosa ante un pueblo que se está muriendo de hambre, el juicio es largo e interesante, el padre al final se mantiene resumiendo su digna posición:
“Francisco: Soy culpable de muchas debilidades humanas, pero inocente de haber negado a Dios y mi fe. No soy hereje ni cismático. Me he rebelado contra los vicios de la iglesia, pero no ataqué su unidad, que defiendo desesperadamente. Desafié a la autoridad civil, torpemente constituida y administrada, denunciando sus errores y los crímenes de sistemas anticristianos que deforman y esclavizan al hombre, apartándolo de su más alto destino. Imploro, si, la misericordia divina para mis fallas humanas, pero exijo justicia para la intención pura de mi conducta. Mis procedimientos pueden ser equivocados, pero no he encontrado otros más directos ni más sinceros, ante la hipocresía y falta de autenticidad que me rodean. Si a alguien puedo representar, es solamente al hombre, crucificado por falta de amor, y empujado a la violencia por quienes deberían ejercer el poder como la más pura y heroica servidumbre.”
Antes esta contundente declaración, el Cardenal instituido en Juez le pregunta a la Fiscal si desea agregar algo, a lo que responde: “La Fiscal: Resumiré solamente los cargos principales: práctica de la violencia, incitación a la misma contra la autoridad civil y eclesiástica, anarquismo, desobediencia como sacerdote, y sacrilegio manifiesto. Blasfemia, disidencia y herejía. Ataques al orden social y a la unidad de nuestra iglesia, favoreciendo el cisma. Pido la suspensión definitiva de sus funciones y la excomunión.”
El responsable de dictar sentencia inapelable es el Cardenal, conforme avanzan los actos se percibe que el Cardenal va siendo seducido por la firmeza de principios y convicciones del reformista y revolucionario padre Francisco, la sentencia que dictará no es fácil, sentará un fuerte precedente a favor o en contra de los principios defendidos por el acusado. El Cardenal recuerda que Pedro negó a Jesús en tres ocasiones y sobre él edificó su iglesia, rememoró las enseñanzas de Teresa donde afirma que Satán es el que no ama. Sordo es quien acusa o defiende sin amor. Recordó a Jerónimo cuando decía que: “La verdad, aun con escándalo, destruirá la mentira.”
¿Cuál será su sentencia?
No olvidemos que con defectos y virtudes el padre Francisco sólo era un simple luchador social más, un amante de la igualdad, la libertad, el libre pensamiento, se supone que estos debería ser principio universalmente respetados por la Iglesia y el Estado, ahí está el detalle diría Cantinflas…
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