EL PRIVILEGIO DE OPINAR
La familia en casa
Manuel Ajenjo

Un grupo de empresas, a través de algunos medios impresos, hicieron un llamado a la sociedad mexicana para que nos quedemos en casa en estos tiempos de pandemia.

Con el hashtag #EsTiempoDeDejarMarca, el mensaje expresa ideas como las que transcribo respetando sintaxis, puntuación y ortografía: “Tiempo de dejar marca demostrándonos a nosotros mismos y al mundo entero de lo que es capaz la humanidad”. (¿?)

“Y la mejor forma de hacerlo en estos momentos, es quedándonos en casa. No ‘saliendo a juntas importantes’, no ‘solo (sic) por un momento’ ni solamente ‘guardando distancia’, no”.

“Quedándonos en casa. Todos. Es así como vamos a parar esta epidemia: Quedándonos en casa. Cuidándonos a todos, entre todos”. (…)

“Quédate en casa, México: es tiempo de dejar marca”.

En el mismo orden de ideas, un amigo que siempre me ha mandado chistes, memes e imágenes de bellas mujeres, a través del WhatsApp, recién me mandó una reflexión acerca de la cuarentena —al parecer ya le afectó. Escribió: “Cuarenta días duró el diluvio, 40 años duró el Éxodo. Cristo se les apareció a sus discípulos 40 días después de la crucifixión. 40 días son los que recomiendan a la mujer para reposar después de haber dado a luz. La Biblia tiene gran relación con el número 40. Por eso sé que algo importante va a pasar después de estos 40 días”. (Claro, se va a acabar la cuarentena). “Hago un llamado —expresó en su comunicación— para que la cuarentena la disfrutemos con los nuestros. Ahora que no tenemos compromisos laborales ni, siquiera, eclesiásticos, quedémonos en nuestra casa, para disfrutar de ella, para reencontrarnos con la familia, convivir con nuestros hermanos, con nuestros hijos y seres queridos. Si consideramos que estamos en el año 2020 que es igual a 20+20=40, oremos, meditemos y amémonos”. Palabra del señor… Romero que es así como se apellida mi amigo, que, aquí entre nos, vive en constante cuarentena porque es jubilado. Tiene tres hijos que no viven con él. Sus nietos ya son adultos, uno de ellos es médico. Su casa es amplia. Así resulta fácil hacer una invitación a la convivencia familiar. Cuestiones religiosas aparte.

Pero ¿cómo hacer un llamado a permanecer en su casa a aquellos que el día que no trabajan no ganan dinero para comer? ¿Por qué obligarlos? En estas condiciones está un porcentaje mayoritario de mexicanos.

Aun en el caso de que generosos patrones continúen pagándoles su sueldo a sus empleados y no permitan que asistan a trabajar para que guarden la cuarentena, ¿cómo decirles que se queden en su casa de interés social —70 metros de construcción con todo y azotea— a “disfrutar con los suyos”?

Imaginémonos a una típica familia de clase media baja que ocupa un departamento del pichonavit. En una recámara duermen la mamá, el papá y el hijo menor de 7 años. En la otra recámara duermen los otros tres hijos —dos niños de 10 y 12 años y la mujercita de 14. Con ellos vive de arrimado un cuñado que de momento —tres años— no ha encontrado trabajo, duerme en el sofá de la sala cuando ésta se desocupa de las actividades televisivas. Al cuadro hay que agregarle dos suegras de entrada por salida —se relevan: entra una y sale la otra. En tales condiciones de reclusión, les aseguro que antes de 72 horas —aunque estemos en el año 2020 y 20+20 sean 40— dos miembros de esta hermosa familia mexicana pedirían un sicólogo a gritos y eso porque no huyeron a tiempo como los demás.

Tomado de El Economista.