Por un Programa Económico de Recuperación
La pandemia del coronavirus atrapa al mundo en un mal momento. En la geometría variable de las reacciones internacionales, nos dice Vagts, el unilateralismo se manifiesta como un fenómeno desvertebrador de la Sociedad Internacional. Invoca a la tradición aislacionista de los estados nacionales que da espacio al derecho internacional hegemónico que atenta contra la integración.
A escasos 73 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, el unilateralismo ha dado curso al aislacionismo. Algunos otros dirán que también a la balcanización, concebida como la fragmentación de regiones o estados nacionales en partes, mutuamente hostiles y no cooperativos.
La capacidad destructiva del coronavirus es equiparable a la de una guerra mundial, y las posibilidades para salir adelante, una vez terminada ésta, son mayores cuando se dan procesos de recuperación concertados y ejercicios colaborativos.
Después de la Primera Guerra Mundial, la forma en que el mundo se organizó fue contraproducente debido, entre otros factores, a los efectos nocivos del Tratado de Versalles, de junio de 1919, que dio fin a la guerra y que estableció la Sociedad de las Naciones pero que generó desequilibrios geopolíticos y una precaria y desigual recuperación económica entre los países.
Al respecto, Lord Keynes argumentaría que el Tratado de Versalles equivaldría a una paz cartaginesa, expresión que se origina en la paz brutal y humillante que Roma impuso a Cartago en la Segunda Guerra Púnica en 201 antes de Cristo. La paz pactada, argumentaba Keynes, afectaría no sólo la recuperación de Alemania, sino la de Europa en su conjunto, al carecer de medios adecuados para la reconstrucción.
El fin de la Segunda Guerra Mundial dejó mejores lecciones para la recuperación económica y social. El Plan Marshall postulaba que, sin salud económica no podía haber ni estabilidad política, ni paz. La única forma de acabar con economías de penuria era mediante acciones concertadas y cooperativas que, además de la acción gubernamental, estimularan el desarrollo de mercados.
En la vertiente Europea, correspondió a Jean Monnet, la puesta en marcha del Plan de Recuperación Europea con sus fases de renovación e inversión económica, sustentadas en cifras veraces sobre los requerimientos de importación y de divisas firmemente argumentados en términos de las necesidades de consumo, inversión y producción, disponibilidades internas, y divisas corrientes y potenciales.
Fue el liderazgo compartido de Jean Monnet, Konrad Adenauer, Robert Schuman, Paul-Henri Spaak y Alcide de Gasperi el que logró estructurar la Comunidad Europea y con ello la recuperación de los bienes de capital, el empleo, la seguridad social y la estabilidad macroeconómica.
La situación que dejará la pandemia del coronavirus es inédita. Demandará concertación y talento global, cooperación monetaria y fiscal, adecuando las políticas económicas a las nuevas realidades de las empresas privadas y públicas, de la infraestructura productiva y social, y la recuperación del empleo y del ingreso de las familias.
Implicará también regresar al camino de ejercicios colaborativos internacionales que abatan los aranceles, las cuotas a las importaciones, y el unilateralismo y su agenda condicionada.
Tomado de El Economista.