TIERRA DE BABEL
Jorge Arturo Rodríguez
Las cosas no son tan simples
Aperitivo: “Nos cegamos ante los conflictos del mundo real que hacen del miedo un instrumento de dominio y avance político, nos negamos las herramientas que mitigarían dichos conflictos y, en última instancia, aseguran que sigamos siendo sometidos por el miedo”. (Corey Robin, en El miedo).
No sé si la realidad superó a la ciencia ficción, o desde cuándo el ser humano vive al lado de la enfermedad y otras atrocidades, pues basta con estar sano, así como para morir, estar vivo. Lo que parece cierto es que ya nos cayó el chahuistle, o lo que es lo mismo, ya nos calló la mentira, porque ¿dónde quedó la bolita?; en este caso, ¿dónde quedó la verdad? Entre una y otra, quedamos atrapados y entonces sí, el miedo no anda en burro. Ni poco ni demasiado, dicen. Hay que cuidarse y tener cuidado de atravesar la calle, no vaya a ser la de malas y un “penjamo” nos parta la madre, como suele ocurrir. Dicen que hasta en tu propia casa te puedes morir. Lo cual, de soslayo, quiere decir que hasta en tu propia casa puedes sufrir… Se entiende. Hay muchos ejemplos. No hay lugar a la seguridad, y no es de ahora, así ha sido desde tiempos cavernícolas o los tiempos que gusten; pero, claro, en la actualidad se acrecienta aún más nuestra estupidez y voracidad. Vayan a ustedes a saber por qué; más bien, ya lo saben o se lo imaginan.
Augusto Monterroso escribió “El paraíso perfecto”:
“-Es cierto- dijo melancólicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve”.
De antemano, unas disculpas, pero ¿en manos de quienes estamos? No hay que abundar mucho en el asunto, porque intuyen a lo que me refiero, así que mejor a cuidarnos hasta de lo que decimos o comentamos, en casa propia, del familiar, del amigo o de la… madre. Además, los medios de comunicación, redes y demás están a la orden. Quizás sea más provechoso reflexionar y ponernos a mano con la naturaleza, los familiares, el prójimo y con uno mismo. ¿Qué tal si es nuestra última oportunidad? Claro, con Susana Distancia y Susano Distanciamiento. Hay que ser parejos.
Recuerden que la más bella astucia del diablo es convencernos de que no existe, dijera Baudelaire. Y ante la duda, mejor preguntar, si se lo permiten. Porque hay de amigos a amigos, no importa que el precio del barril de petróleo esté por los subsuelos, tengamos pandemia o no, sarampión, dengue, pobreza, violencia e irracionalidad: Dios está con nosotros y con ustedes. Saludos de mano virtuales. Cuídense, amores.
Ah, no hay que tener mucho miedo; sólo lo necesario. ¿A qué le teme realmente? Albert Einstein dijo: “Aunque viera un fantasma, no lo creería”. Bueno, Samuel Taylor Coleridge escribió: “Una vez me preguntó una dama si yo creía en fantasmas y apariciones. Con sinceridad y simpleza le respondí: “No, señora. Ya he visto demasiados con mis propios ojos”. Y Marie Anne de Vichy Chamrond sostuvo: “¿Que si creo en los fantasmas? No, pero les tengo miedo”.
Los días y los temas
Ya que cité a Augusto Monterroso, ahí les va “Monólogo del Bien”:
“Las cosas no son tan simples –pensaba aquella tarde el Bien- como creen algunos niños y la mayoría de los adultos.
“Todos saben que en ciertas ocasiones yo me oculto detrás del Mal, como cuando te enfermas y no puedes tomar un avión y el avión se cae y no se salva ni Dios; y que a veces, por lo contrario, el Mal se esconde detrás de mí, como aquel día en que el hipócrita Abel se hizo matar por su hermano Caín para que éste quedará mal con todo el mundo y no pudiera reponerse jamás.
Las cosas no son tan simples”.
De cinismo y anexas
Por la cuarentena o más, ahí les va “Teléfono”, de Sacha Guitry:
“¡Qué bonita estabas ayer noche por teléfono!”.
Ahí se ven.