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Reforma

Magaly trata de mantener la disciplina de empezar a las 7 de mañana las actividades en casa, para trabajar, hacer la comida y atender las clases de sus dos hijos, pero aun así termina luego de las 10 de la noche.

En los casi dos meses de confinamiento, lo más difícil es mantener el equilibrio entre el «home office» y prestar atención a Fran, de seis años, y Luis, de 9, para apoyarlos en sus clases por internet, relata.

El mayor tiene clases vía remota todos los días a las 10 y el más pequeño, que está en primer grado, tiene que mostrarle los videos que le envían las maestras y acompañarlo para que siga, sin distracciones, las clases.

Lo más difícil, considera, es dividir el tiempo entre las demandas del trabajo y el dedicado a la atención de los niños.

«Ha sido fuerte cumplir con el trabajo de la empresa. Es muy complicado decir ‘cállate, que tengo reunión’ y ser también la maestra que siga toda la clase en línea para poder apoyarlos, más si no tengo vocación de maestra.

«Nos tenemos que relajar, no se puede ser muy estricta, hay que lograr un equilibrio con los niños y el trabajo», menciona Magaly Arias, quien es gerente de cuenta en una empresa de tecnología.

Antes de la pandemia de Covid-19, ya estaba acostumbrada al «home office», pero lo hacía sola, no con marido y niños en casa.

Como ha pasado en muchos hogares, Magaly menciona que entre el trabajo y las clases tiene que hacer el almuerzo, mantener limpio el hogar y hacer las compras de despensa, aunque las hace por línea para mayor protección al virus.

En medio de todo, no deja de haber temor por el futuro con el trabajo y los riesgos de un contagio.

Originaria de Venezuela, Magaly menciona que en cuatro años que ha vivido en México no ha requerido de los servicios de salud, por lo que le preocupa qué haría en una situación de gravedad y cómo debería moverse en un ambiente que desconoce.

«Muchos me dicen ‘qué buen carácter tienes’, pero tengo mis días malos, lloro y me deprimo, y me agobian los días de encierro», confiesa sobre su estado de ánimo.

Lo positivo de este periodo ha sido la integración de sus hijos como hermanos, porque convivían más con otros niños que entre ellos mismos.

Claro que se siguen peleando, pero ahora los ve más unidos como hermanos, menciona.

También como familia ha habido cambios, describe.

Como única mujer estaba acostumbrada a hacer ella la comida y labores del hogar. Ahora hay mayor participación de su esposo y de los niños, para que ella no cargue con todas las labores.

«He tenido que ceder en eso, que me ayuden en lo que antes yo hacía con la casa. Ya no está toda la responsabilidad en mí».

Magaly reflexiona que se han ido adaptando a este proceso y lo mejor es tomárselo con calma, porque el confinamiento puede durar mucho tiempo más.

Ahora, comenta, hay que verlo todo de forma más positiva para mantener la armonía de cara a la incertidumbre que prevalece sobre el tiempo que durará la epidemia.

«Trato de relajarme, de soltarme, de no exagerar y ver el lado positivo».