Cosmovisión
Por: Raúl López Gómez
La fortaleza de la crisis
En el receso obligado pocos dan cuenta de lo importante que ha sido que el mundo haya entrado en una pausa necesaria, involuntaria y que en contra todo pronóstico, incluso nadie en una película de ciencia ficción pudo haber escrito el guión de la verdadera realidad, que ha tocado ver y padecer los de la generación actual.
La experiencia que vive la civilización actual, lleva a la renovación total del ser humano con un retorno a la vida espiritual, a una vida sana y en valores con fines de convivencia.
El reto es renovarse o morir, o el de la adaptación de las especies a una supuesta selección natural, se queda atrasado y se rompen paradigmas, cuando en lo que está sucediendo no hay límite para lograr superar el mal, a lo que conoce como un virus, enemigo invisible que se puede contener con medidas de prevención e higiene entre la gente de todo el orbe.
Corregir los malos hábitos, evitar las aglomeraciones, salir de lo rutinaria que era meterse entre mucha gente para disfrutar de las ofertas de temporada, en donde todos se empujan y se lucha para ganar una simple prenda de vestir.
El desorden de abordar el transporte público en las horas pico, ahora muchas personas lo harán de forma escalonada para evitar la aglomeración, y las medidas necesarias para que únicamente viajen sentados y sin estar unos encima de otros.
En los supermercados la sanitización antes de entrar y el uso del gel antibacterial, con la aplicación de la sana distancia, el estornudo de etiqueta y el cubre-bocas obligatorio.
La costumbre oriental de entrar a la casa sin el calzado con el que se viene de la calle, y dejar los zapatos en un lugar, para entrar al hogar con las sandalias que están ex profeso para deambular en el interior.
El cambio de rota, el lavado de manos y cara cada vez que se retorna de la calle, evitar los saludos de mano, de besos y de abrazos con lo que ya queda en el pasado en la calle, en la oficina o en la escuela.
Las filas con la sana distancia y todo lo que se ha aprendido en una pandémica que enseña a los seres humanos a corregir malos hábitos, a diferencia de los animales que por un instinto natural se conservan y curan con lo que la naturaleza les da.
Lo más importante, que se comenta entre la gente que el mundo ha podido vivir con todo aquello que lo tenía atrapado y enajenado alejado de la familia, el futbol, deportes en general y las ideas al cine o cualquier evento masivo,
Todo se ha podido hacer en casa, en donde las parejas se han reencontrado después de aquellos años en que se profesaron el amor eterno, y ahora cautivos se han tenido que volver a encontrar, porque se toma lo que se tiene a la mano, y ya que, se enciende la pasión entre los que la habían apagado,
La familia se empezó a conocer entre unos y otros, el diálogo, las pláticas de sobremesa, las anécdotas, los juegos de mesa, la lectura y la elección decidida a leer la biblia para encontrar las respuestas a lo que ha tocado vivir.
El tiempo de encierro, ha servido para el reencuentro de los seres humanos y el “over hall” de la propia humanidad que se perdió en el consumismo, el materialismo y más en el hedonismo.
Se aprendió a valorar lo poco que se tiene al alcance en el hogar en alimentos, y se entendió que la comida se comparte y se cuida como algo valioso y necesario para la sobrevivencia.
Los que han tenido que ofrendar sus vidas por estar en el campo de batalla en hospitales o en el lugar equivocado, y les ha tocado padecer y superar el mal, otros los que han sucumbido ante un mal desconocido, pero que se ha luchado con agilidad para mitigar sus efectos que ponen en peligro a los seres humanos.
La observación de todos a los gobiernos en el mundo, al accionar y respuesta a una emergencia sanitaria y económica. Así las cosas.