CAMBIO POLÍTICO Y CIUDADANÍA

Uriel Flores Aguayo

Si la política no está sirviendo para unir y resolver, se vuelve ociosa e intrascendente. Es impresionante que se haga sobre visiones tan cortas y expresiones sumamente pobres en un momento dramático para México. Sin una política de calidad y comprometida con valores superiores, no habrá mayor desarrollo democrático. Parece tan obvio, a la vista de todos, que resulta incómodo a veces, de dudas sobre decirlo o no, referirse a tanta ocurrencia, a dichos folklóricos, a lenguaje pobre, a poses evidentes y a una impactante similitud en lo discursos de todos los actores políticos. Es grave, mucho, en el contexto del acceso al poder de una figura emblemática que ofrece una transformación radical. La narrativa estaría achicándose ante los retos que tienen al frente. Se precisa lo esencial, contenidos sólidos sobre la retórica, los artificiales símbolos y la propaganda. Sin palabras claras y mensajes transparentes la política nacional se vuelve repetitiva y tradicional.

 

Las señales de las transformaciones por supuesto tienen que ver con legislación, con medidas anti corrupción, con la política social y algunos otra cambios. Eso se notará. Sería la concreción de oferta de campaña y la aplicación de un programa. Es correcto que se cumpla y que se haga de mejor forma. En alguna medida amplios sectores sociales serán partícipes, incidirán en ellos, de las acciones gubernamentales. A mí en lo particular me sigue pareciendo una prueba clave de un cambio profundo el trato de las autoridades a los ciudadanos. En lo sencillo y cotidiano. En algún trámite burocrático, en la información disponible, en el contacto con las policías, en su acercamiento a la Justicia y en lo que sea pero tenga que ver su condición ciudadana. Son importantes las grandes medidas, seguramente indispensables. Más ahora en estas crisis de salud y económica. Pero hay un antes y un después, un dato vital, en el involucramiento y respeto ciudadano. Tengo la impresión que todavía no importa mucho la participación ciudadana en los asuntos públicos, que se le inhibe e, incluso, se le prohíbe. Puede ser que no sea para siempre como política gubernamental; no se sabe. Observo que al ciudadano no se le ve en lo individual, sino como masa o colectivo; que no se le ve en sus derechos y dignidad sino en función de clientela electoral. Esto dicho en lo general pues debe haber niveles de Gobierno donde haya pulcritud y honestidad al respecto.

 

En mi experiencia ese es el cambio anhelado. Viví al autoritarismo en pleno, en diferentes etapas; viví una militancia opositora de corte estoico y romántico. Se luchaba por libertad y se pagaba un costo represivo. Éramos marginados, estigmatizados y sujetos de burlas así como de amenazas. Se nos hacía sentir que estábamos equivocados, que éramos extraños y que el único camino para figurar estaban en las reglas del otrora partido ultra mayoritario. Según los detentadores del poder vivíamos en el error y debíamos ser objeto de persecución. Se nos negaban derechos y pasábamos a ser considerados seres menores y prescindibles. No había tolerancia, ni inclusión, ni respeto, ni derechos, ni apertura hasta la alternancia democrática ocurrida en los años 88 y 97.

 

Guardando las proporciones percibo un conducta similar en las nuevas mayorías. Pareciera que ser mayoría, hegemonía mediante, marca su comportamiento independientemente de siglas y orientación política real o supuesta. No alcanzo a visualizar otro trato al ciudadano en términos cualitativos. No se están reforzando los canales de participación de la gente; se prescinde de ella. Se debilita deliberadamente a las organizaciones de la sociedad civil. Se Gobierna con partido oficial y se estimulan nuevos partidos con ideas y prácticas viejas. La ciudadanía en general continúa temerosa de los ámbitos policiales y de justicia. Denunciar alguna injusticia todavía es riesgoso laboralmente y en seguridad. Ahora es peor para las causas ciudadanas pues el grupo en el poder se apoderó de sus agendas para fines electorales y considera que ya no tienen legitimidad para seguir peleando por ellas. Para mí ese es un verdadero cambio más allá de personajes y siglas. Para mí es el respeto escrupuloso a los derechos ciudadanos, a su dignidad, a su individualidad, a su autonomía y a su personalidad. Verlos como masa, como clientela y sujetos del favor oficial es algo tan viejo e inútil como lo que le costó al PRI salir expulsado del poder político.

 

Recadito: sálvese quien pueda !!!…

 

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