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La Jornada / Armando G. Tejeda, corresponsal

Su música forma parte de la memoria colectiva de varias generaciones. Gracias a sus composiciones hemos recreado la melancolía del fin de la era del cine en las grandes pantallas (Cinema Paradiso), o nos hemos transportado al futuro inhóspito de un mundo intergaláctico en una batalla perpetua entre el bien y el mal (Star Wars), o simplemente hemos sabido como suena un superhéroe volando por el cielo (Supermán).

Los compositores Ennio Morricone y John Williams, quizá los creadores de las bandas sonoras más populares y geniales de la historia del cine, fueron reconocidos con el premio Princesa de Asturias de las Artes.

El séptimo arte y la música van de la mano. Las mejores creaciones cinematográficas de la historia tienen en sus piedras angulares las bandas sonoras, que en muchos casos se han convertido por si mismas en una parte primordial de la memoria sensitiva de varias generaciones. Las primeras imágenes de la Guerra de las Galaxias no se entiende sin esos primeros acordes que nos trasladan a ese universo hospital del futuro, en el que se combate sin tregua. O si pensamos en el acecho de un tiburón blanco gigante, hambriento y despido asociamos esa opresión hostil a los timbres musicales que fueron creados para hacer aún más asfixiante y tenebrosa esa secuencia (en la película Tiburón). O como convertir en imagen sonora el chasquido de un revolver en el lejano oeste, recreado en esas películas que evocaban a una época de duelos a muerte, forajidos y travesías solitarias por el desierto.

Precisamente para reconocer esa aportación invaluable a la música y al cine, el jurado de los premios Princesa de Asturias decidió dar el galardón este año a estas dos figuras de la composición y con la intención de reconocer el valor fundamental de la creación musical para el cine.

En el acta del jurado se afirma que “los dos autores premiados han enriquecido con su talento cientos de películas. Mientras Morricone construyó su reputación poniendo música desde Europa al lejano oeste americano, Williams trasladó el espíritu de la tradición sinfónica vienesa a grandes éxitos de Hollywood. Si hay algo que tiene en común la extensa y variadísima obra de ambos compositores es su deslumbrante capacidad para traspasar géneros y fronteras”.

Y añaden que “dotados de una inconfundible personalidad, entre sus obras se encuentran algunas de las composiciones musicales más icónicas del séptimo arte, que ya forman parte del imaginario colectivo. Williams y Morricone muestran un dominio absoluto tanto de la composición como de la narrativa, aunando emoción, tensión y lirismo al servicio de las imágenes cinematográficas. Sus creaciones llegan incluso a transformarlas y trascenderlas, sosteniéndose por sí mismas como magníficas obras sinfónicas que se encuentran entre el repertorio habitual de las grandes orquestas. Todo ello los convierte en dos de los compositores vivos más venerados en todo el mundo”.

El jurado, que se tuvo reunir a través de internet por la crisis sanitaria del Covid-19, estuvo integrado por destacadas figuras de la cultura, entre ellos José María Cano de Andrés, María de Corral López-Dóriga, Oliver Díaz Suárez, Dionisio González Romero, Sergio Gutiérrez Sánchez, Ricardo Martí Fluxá, Fernando Masaveu Herrero, Joan Matabosch Grifoll, José María Pou Serra, Emilio Sagi Álvarez-Rayón y Benedetta Tagliabue, entre otros.

Con este reconocimiento también se eleva la trayectoria de estos dos genios de la música. Morricone, nacido en Roma en 1928 y que a lo largo de su vida ha sido testigo de lo peor y de lo mejor del siglo XX, también ha sido uno de los grandes del cine y de la música en el cine desde la década de los sesenta, cuando realizó su primera composición de la banda sonora de la película El federal, de Luciano Salce. Posteriormente, adquirió fama internacional con la música de películas del género western de Sergio Leone, como Por un puñado de dólares y El bueno, el feo y el malo, entre otras.

Tiene en su haber más de cuatrocientas bandas sonoras para cine y televisión, entre las que destacan las de películas como La misión (1986), Cinema Paradiso (1988), Frenético (1988) y El hombre de las estrellas (1995), entre otras. Ha compuesto música de cámara, piezas sinfónicas, óperas y cientos de canciones para artistas de música ligera y pop. En 2018, con motivo de su 90º aniversario, Morricone inició la gira «The Final Concerts World Tour» para despedirse definitivamente de los escenarios.

Recorrió más de 35 ciudades en más de 50 conciertos. En 2007 se le concedió el Óscar honorífico a toda su carrera y en 2016 ganó el Óscar y su tercer Globo de Oro por la banda sonora de Los odiosos ocho de QuentinTarantino.

Mientras que John Williams, nacido en Nueva York en 1932, se formó en el cine clásico estadunidense, de la mano de Alfred Newman, Franz Waxman y Bernard Herrmann. Considerado uno de los más populares compositores de orquesta de la era moderna, ha creado la música de algunas de las bandas sonoras más emblemáticas de la historia del cine, como TiburónE.T., el extraterrestreSupermanIndiana JonesLa lista de SchindlerParque JurásicoMemorias de una geisha, las tres primeras películas de la serie de Harry Potter y la que está considerada la banda sonora más popular de la historia del cine, la de la saga de La Guerra de las Galaxias.

Williams es autor de la música de más de cien películas, ha creado sinfonías y conciertos para flauta, violín, clarinete, viola, oboe, chelo y tuba y ha compuesto por encargo para varias orquestas. En 1980 fue nombrado director de la Boston Pops Orchestra, de la que se retiró en 1993, y mantiene relación con otras muchas orquestas como la Boston Symphony y la Filarmónica de Nueva York. Ha recibido cinco Óscar de la Academia en las categorías de mejor música adaptada.