EPIDEMIA EN XALAPA, EL CÓLERA”

“LA GRIPA ESPAÑOLA”

“LOS MUERTOS EN MI PUEBLO”

“PERFUME DE AZAHARES, LA HISTORIA FLUYE”

 

 

Tomo algunos de estos textos, que pongo entre comillas, de un trabajo de investigación “Cólera en Xalapa”, realizado por el historiador Lic. Arsenio González García, publicados en la revista de la “Crónica Xalapeña” número 2, de octubre de 2013.

La epidemia afectó a todo el país los años 1833-1834.

“es la primera enfermedad que ataca no tan solo a la población xalapeña, sino a toda la república. Su arribo a esta capital es por los umbrales del mes de septiembre; el vehículo de contagio es el agua; su primera víctima fue la señora Guadalupe Loeza.”

Pegó entonces durante los meses de septiembre y octubre; “ya para la catorcena del onceavo mes (noviembre), la capital Xalapa, daba a conocer los estragos que ocasionó “el viajero del Ganges” (cólera). Según sus registros, se contabilizaron un total de 853 contagiados o coléricos, de los cuales, fallecieron 162, el equivalente al 19% de un total de 1015 casos confirmados. Pero en los libros de entierros de la iglesia catedral, coexiste una enorme disyuntiva, ya que sus registros muestran una mortandad de 398 personas, es decir, tendría un faltante de 263 muertos, o del 66%.”

“Por lo que, haciendo un recuento, la población de Xalapa (adjunto Ánimas y Castillo), en un principio fue de 10 mil 628, pero esta se había reducido en un período de dos años a 8 mil personas, lo cual constituye un 75% del total de habitantes. Por tanto hubo una baja del 25% en un lapso de dos años (1832-1834). Estos determinan que la población xalapeña perdió 2 mil 628 habitantes, de los cuales, 398 murieron de cólera, es decir, un 15%. Y 2 mil 230 personas fallecieron por enfermedades diversas, homicidios, accidentes mortales, o de causas naturales.”

El trabajo resalta la dificultad que encaran los investigadores y científicos para establecer un patrón epidemiológico y concluye, “Aun así, esta enfermedad se volvería endémica, lo que significa que arribó para quedarse, por ende, regresaría casi 20 años después (1850); pero con la diferencia de que ya no afectaría drásticamente a los xalapeños de la primera mitad de aquel triste y célebre siglo decimonónico, o a los afectados que con anterioridad habían enfermado, los cuales crearon inmunidad.”

 

Hasta aquí lo investigado por el Lic. González García.

 

Paso a comentar brevemente la otra epidemia (pandemia), ocasionada por un microbio diferente que causó estragos por millones de muertos en todo el mundo en 1919-1920, del que la mayoría tenemos referencia como la “gripa española” (que ni fue gripa, ni fue española).

No tengo ningún dato verificable de lo que pasó en el país; ni en Xalapa en esos dos años, solo un vídeo de fotos de aquellos días en la ciudad de Puebla invitando con carteles a la población a confinarse y a los comercios y oficinas a cerrar sus establecimientos y despachos.

El difunto Dr. Kumate, que fue secretario de salubridad, tuvo una entrevista amplísima, comprensible e ilustrativa de lo que ocurrió en México en esas fechas…publicada por Arnoldo Kraus en la revista “LETRAS LIBRES” en 2009. Su aportación por todos conceptos recomendable, más aún, imprescindible para los interesados en el tema.

En mi pueblo, Platón Sánchez, Ver., según los cronistas oficiosos y orales que oí en mi infancia, viejos palabreros y exagerados, hubo una “grandísima mortandad” que ya no cabían los muertos en el camposanto, los más, de los barrios y congregaciones sólo enredados en un petate, en un hoyo, sin registro.

Un rudo indio viejo, cacarizo , borracho, que bajaba de “la loma”, fue enterrador en los días de la calamidad y nos daba su relato. Lo apodaban “el escorfina” (escofina), por sus cicatrices iguales a los raspadores metálicos de los herradores; decía que todos los muertos que le tocó enterrar eran “puros pedorros” y sus deudos pensaban que estaban vivos… se refería a las flatulencias asociadas probablemente al cuadro post mortem de estos fallecidos.

Bestial, incestuoso, vendía monedas de oro “alazanas” de 50 pesos que había encontrado en un “entierro”. Había hecho parir a sus hijas y nietas con quienes vivía en promiscuidad.

No sé cuántos murieron en Platón; sin embargo podría calcular sin desmesura, atenido a datos referenciales, que deben haber sido un porcentaje alto.

En 1868 en la petición de erección del municipio, los fundadores donantes de los terrenos hablaron de 3206 pobladores de “esos sitios” (las haciendas El Capadero, Las Flores y Zacatianguis), que lo conformaron.

En 1944, 76 años después, en la creciente grande que ví de niño, el presidente municipal dijo que éramos 5000.

No sé cuántos nacieron, llegaron, se fueron en la turbulencia revolucionaria de 1910 -1920; pero es razonable pensar que pudieron vivir en 1919, 4000 vecinos en mi pueblo.

 

Entre los muchos que murieron estuvieron dos niños, “dos angelitos”, decía la anciana doña Fausta Montiel que los conoció. Un niño y una niña de 3 y 1 año respectivamente fallecidos en 1920; hermanos de mi padre.

 

Los enterró mi abuelo Enrique Zótico Flores en el patio de la casa vieja del pueblo; sin lápida puso sólo una laja parada sobre sus fosas cubiertas… al tiempo nació allí, espontánea, una limonaria que florece también en azahares aromáticos… y en las primaveras cuando llenaba patio y casa con efluvios perfumados, más de una vez dijo mi madre que “era el alma” de las criaturas que llegaba a visitarnos.

Si eran más o menos 4000 habitantes en 1920, corresponderían a unas 700 familias (entonces muy prolíficas). Si en la de mis abuelos paternos se murieron dos y si en otras hubiera sido solamente uno, o uno por cada dos familias, pudiera resultar un porciento aproximado del 3- 3.5%  si murieron 100-150 personas lo que sería altísimo ,catastrófico… así lo dejo, sólo como un planteamiento conjetural.

He pensado estos días de confinamiento, algunos de los cuales me paso sobrealerta, espantadón, “atochado”, encuevado como toche, diría mi querido cuenqueño Joel Arrioja, rústico vivísimo… he pensado digo, que como lo advertía el griego Heráclito, todo es cambiante, dinámico; irrepetible, relativo… “nadie puede bañarse dos veces en las mismas aguas de un río”. Sin embargo, pienso también que hay constantes…no caigo en el cliché facilón de que la historia se repite; pero cuando las aguas se van queda el cauce. Así ahora, en otro tiempo, en otro lugar, a otra gente nos azota esta plaga mataviejos; espero y quiero por los que me siguen que pase.

También espero que la memoria cumpla una función paradojal y contradictoria que tiene y que sirve de bálsamo al sufrimiento… que aprenda a olvidar para que recibamos con alborozo los buenos días, luminosos y alegres que llegarán para hijos y nietos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Raymundo Flores Bernal

Zoncuantla, 10 de junio de 2020