Lugar:
Fuente:
La Razón Online / Ignacio Crespo

Encontrar los restos de un mamut es motivo de celebración para cualquier paleontólogo. No obstante, hay algo mejor, como encontrar 60 ejemplares amontonados en el mismo yacimiento. Esto es, exactamente, lo que ha sucedido en un yacimiento al norte de Ciudad de México, concretamente durante la construcción de un aeropuerto. Seis decenas de ejemplares concentrados en un mismo punto, todos fallecidos hace, aproximadamente, unos 12.000 años, durante el último máximo glacial. La pregunta está clara ¿por qué fueron a morir al mismo lugar?

Aunque tal vez esta pregunta sea motivo de despiste, ya que quizá no murieron, sino que fueron matados por nuestros lejanos ancestros. ¿Es posible que estemos ante una trampa de mamuts extremadamente eficaz?

Es una trampa

Todos hemos visto las clásicas reconstrucciones, bien sea en películas o ilustraciones, donde nuestros ancestros perseguían a enormes bestias hasta hacerlas caer en una trampa, normalmente un profundo pozo cubierto con ramas y hojarasca, cuyo fondo está repleto de punzantes piedras. Lo cierto es que esta imagen no es tan fantasiosa como parece porque, efectivamente, se han encontrado zanjas posiblemente cavadas para cazar grandes animales. No obstante, las pétreas púas de su fondo son un aderezo de la ficción, así como, probablemente, la cobertura vegetal que mimetizaba la trampa con el resto del suelo.

Una representación más realista, al menos en cuanto a lo que la caza del mamut se refiere, nos la proporciona otro yacimiento de México, en Tultepec, a apenas 10 kilómetros del que hemos comentado. En él se encontraron huesos de al menos 10 ejemplares en lo que parecía una zanja. Los sedimentos se van depositando sobre el suelo como las capas de una lasaña, una sobre otra de forma más o menos horizontal. No obstante, lo que los paleontólogos encontraron era diferente. Había una zona de tierra más compacta en la cual se encontraban los huesos, pero esta, parecía estar rodeada por esas capas completamente horizontales.

Los sedimentos pueden depositarse en pendientes creando paredes más o menos verticales, y las depresiones del terreno pueden rellenarse con más tierra. Teniendo eso en cuenta, podríamos pensar que aquella zanja era un desnivel natural del terreno. No obstante, los materiales arcillosos como los que componen ese yacimiento no se depositan en cualquier pendiente, ya que cuando están frescos tienden a resbalar. Las paredes de la zanja encontrada tenían un ángulo casi de 90º, prácticamente vertical y los expertos indican que en condiciones naturales es difícil que la arcilla se deposite sobre capas con una inclinación mayor a 45 grados. Esto los lleva a pensar que el desnivel es artificial, probablemente obra nuestra.

Tal vez, otra diferencia importante respecto al imaginario colectivo es que estas trampas no tenían varios metros de profundidad. La idea no era que el mamut muriera por la caída, sino que quedara atrapado en un agujero desde el que fuera fácil atacarle y acceder a él una vez muerto. La profundidad de la zanja que hemos comentado era de apenas 170 centímetros de profundidad. Cavar más habría sido, posiblemente, una forma de malgastar tiempo y energía, así como una dificultad añadida para sacar el alimento del pozo. En cuanto a su anchura, se trataba de un desnivel alargado y que en su diámetro mayor llegaba a los 24 metros. Conociendo estas dimensiones parece mucho más improbable eso de tapar una zanja de 24 metros con hojas y ramitas.

Los huesos de este yacimiento están cubiertos por las muescas de lo que parecen cuchillos apuntando una vez más a que nosotros jugamos un papel en aquella matanza. No obstante, los investigadores implicados son cautelosos, y en lugar de afirmar con rotundidad que aquello se trataba de una trampa humana. Ellos sugieren que, si bien pudo serlo, las muescas también pueden explicarse desde una perspectiva más carroñera. Tal vez, nuestros antepasados aprovecharon la desgracia de una manda de mamuts, en lugar de haberlos cazado activamente.

En el caso de los 60 mamuts colombinos (Mammuthus columbi), no parece haber restos de cuchillos, lanzas u otras herramientas humanas. Así que, si bien no podemos rechazar la idea de que esos 60 ejemplares pudieron morir en una misma trampa, esta parece cada vez menos probable. ¿Podría ser entonces, un cementerio?

Comparativa del tamaño de cuatro especies de mamuts: M. primigenius (3,4 m), M. exilis (1,8 m), M. columbi (4 m), M. trogontherii (4 m), and M. meridionalis (4 m)
Comparativa del tamaño de cuatro especies de mamuts: M. primigenius (3,4 m), M. exilis (1,8 m), M. columbi (4 m), M. trogontherii (4 m), and M. meridionalis (4 m)/Foto: Funk Monk/Creative Commons

Cementerio de elefantes

El cementerio de elefantes es un lugar mitológico que jamás ha sido encontrado. Supuestamente era la ubicación donde estas bestias iban a morir desde todos los lugares de África. No obstante, el nombre se ha mantenido para las muchas y muy repartidas zonas donde los cadáveres de elefante parecen acumularse. Se sospecha que el motivo es la deshidratación. Supuestamente, los elefantes moribundos tienden a buscar agua, separándose en ocasiones de la manada y pereciendo a la orilla de abrevaderos naturales. Pues lo cierto, es que por aquel entonces el yacimiento se encontraba en parte sumergido bajo un lago al que se ha llamado Xaltocan.

Sin embargo, el efecto llamado del lago podría ser más complicado. Durante el último mínimo glacial, los casquetes polares crecieron, reteniendo en forma de nieve y hielo, el agua que llovía sobre ellos, “robándosela” al mar y a los lagos. Por un lado, esto contribuyó a que el clima del interior de los continentes se volviera algo más seco. Por otro lado, al drenar parte de los lagos, dejó al descubierto tierra especialmente fértil que se convirtió en exuberantes praderas. Al hacer más árido el continente, y más atractivo el lago Xaltocan, es posible que las manadas de mamuts se vieran atraídas hacia ese enclave o sus alrededores. A fin de cuentas, se cree que la dieta de estas enormes criaturas se basaba en gran medida en el pasto.

A esto, se le suma un factor más. Y es que tal vez, la respuesta esté en un punto intermedio donde si bien nosotros no tuvimos nada que ver, aquellos antiguos proboscídeos tampoco murieron de forma completamente natural. La orilla de un lago a medio drenar, pueden convertirse en verdaderos cenagales, como un cinturón de lodo en torno al reducido lago. Si el lodo fuera suficientemente profundo, el peso de los mamuts podría hacer que se hundieran en él. No haría falta que les llegara a cubrir demasiado para atrapar sus patas casi como por succión. Visto así, podríamos llamar a esto una trampa natural, pues sobre el limo es esperable que crezca vegetación que vuelva difícil distinguir la tierra firme del lodo, propiciando que algún que otro mamut despistado se aventurara demasiado en las tierras movedizas de Xaltocan.

Paleoarte de un mamut colombino (Charles R. Knight , 1909)
Paleoarte de un mamut colombino (Charles R. Knight , 1909)/Foto: Charles R. Knight/Creative Commons

Así pues, habrá que esperar a tener más información y que los investigadores publiquen su descubrimiento. Encontrar sesenta mamuts de todas las edades y tamaños no es algo que pueda pasarse por alto, por lo que es posible que estemos ante uno de los “misterios” científicos más extraños de las últimas décadas. Sobre todo, porque al parecer se extraen unos 10 esqueletos cada mes, y puede que queden algunos por extraer. Trampa o Cementerio, todavía queda mucho por aprender sobre el yacimiento de Xaltocan.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Los mamuts no eran exclusivos de las regiones más frías, aunque normalmente solemos imaginar al mamut lanudo (Mammuthus primigenius) para representar a todo un género variadísimo de proboscídeos llamado Mammuthus y a quienes solemos conocer como mamuts.
  • Los mamuts pasaron por varias oleadas de extinción a partir del último máximo glacial. La desaparición de sus praderas les afectó en varios golpes y aunque la enorme mayoría desapareció hace 12.000 años, algunos sobrevivieron hasta hace 4.300 en la isla Wrangel.

 

Foto: El Periódico