Voz en Libertad

Por: Paco Guisa

¡Déjenlos descansar en paz!

 

 

En estos tiempos de comunicación digital, Fake-news, exageraciones de la realidad y de teorías conspirativas, cuando con una gran  facilidad se puede destruir con palabras cualquier reputación, por sólida que parezca, amparados en las libertades que nos otorga la Constitución, particularmente la libertad de expresión y de pensamiento, he venido observando como aparentemente se está gestando una tendencia a destruir o reeditar algunos capítulos de nuestra historia tratando, al parecer, de derribar  del “Altar de la Patria” a algunos personajes, mientras se encumbra a otros. Así, he leído en Facebook o visto en youtube algunos videos donde a través de supuestos ejercicios de investigación, ponen por los suelos y pretenden hacer dudar a los mexicanos de hoy, de la probidad, entereza, heroicidad y amor a la patria de personajes de la historia que trascendieron hace más de 100 o 150 años, a los que al “descubrírseles” un lado humano jamás narrado por la historia patria, se les denigra de su condición de héroes, mientras que a otros se les encubre su imagen de Villanos.

Tal es el caso del Presidente Benito Juárez, el “Benemérito de las Américas” a quien ahora pretenden denigrar diciendo que la “Austeridad Republicana” que enarbolaba, no era tal, porque su sueldo como Presidente de 30 mil pesos al año no correspondía con el promedio de lo que ganaban los mexicanos de la época y lo comparan con el sueldo de un jornalero, un minero, o cualquier trabajador de  esos tiempos, sin observar con justicia que no puede haber punto de comparación entre la altísima responsabilidad de un Presidente de la República, la preparación Académica y la experiencia que debe tener para conducir los destinos de la nación y las de un jornalero u obrero, que si bien es cierto merecen vivir dignamente, tampoco, insisto, hay manera de comparar.

 

También pretenden hacer creer ahora que si Juárez no hubiera enfermado y muerto en 1872 su Presidencia habría durado muchísimos años más, pues haberse presentado a la reelección en 1871 lo convierte en un incipiente dictador. Siendo, a mi parecer, estas dos aseveraciones, la de la austeridad y la de la reelección,  completamente injustas porque, en principio, no valoran todos los años que Juárez, su familia y su Gabinete, la Generación de la Reforma, tuvieron que andar a “salto de mata”, haciendo sobrevivir a un gobierno itinerante a bordo de un humilde carruaje, desde el que encabezó la Guerra de Reforma y luego la lucha contra el Imperio de Maximiliano traído desde Europa por los apátridas conservadores, que nada tienen qué ver con los empresarios, emprendedores e inversionistas modernos a los que hoy se les trata de imponer ese mote equiparándolos con aquellos. Así como que durante todos esos años Juárez no cobró un centavo de su sueldo, teniendo su esposa Margarita y él mismo por un tiempo, que exiliarse en Nueva Orleans, donde sufrieron penurias y escasez por falta de recursos, de tal modo que, al triunfo de la República, cuando al fin pudo sentarse en Palacio Nacional, justo era que pudiera buscar la reelección en 1871, la que ganó para poder completar siquiera un periodo de gobierno tranquilo que le permitiera consolidar a la nación y ver los frutos de la Reforma traducidos en paz y progreso para la patria. Lo que desgraciadamente no pudo ver porque lo sorprendió la muerte en 1872.

Por otro lado, tal vez de la misma fuente, han surgido voces que dicen que Porfirio Díaz fue un extraordinario Presidente, y que se le debe tratar como a un héroe nacional, sin embargo, aunque no puede negarse que durante su gobierno se alcanzó una gran estabilidad, progreso y el reconocimiento internacional, ni pueden negarse tampoco las grandes obras de infraestructura y de ornato que construyó, destacando la ampliación del Ferrocarril, cuya construcción había iniciado muchos años atrás el Presidente Bustamante en 1836, la terminal de Guanajuato, hoy Mercado Hidalgo, el Ángel de la Independencia, el Palacio de Bellas Artes, las obras del Puerto de Veracruz, el inicio de la construcción del Palacio Legislativo, hoy Monumento a la Revolución, el bellísimo Palacio de correos y muchas otras. Tampoco se le regatea su condición de héroe del 5 de mayo de 1862 al lado de Zaragoza. Pero lo cierto es que la historia no lo ha juzgado mal por sus hazañas y logros sino por “perpetuarse” en la Presidencia durante más de 30 años, así como por los métodos arbitrarios y autoritarios utilizados para mantenerse en el Poder, tanto como por la enorme desigualdad que se mantuvo entre ricos y pobres durante su periodo, a pesar del progreso y modernidad alcanzados.

Siempre he sostenido que la imagen de un personaje público es más recordada y reconocida por su trascendencia, o sea, por lo que se dice de él cuando ya no está en el poder y por cómo se le recuerda con el paso de los años, vamos, por cómo lo perciben las siguientes generaciones y en ese sentido yo, romántico como soy, prefiero la historia del humilde pastorcito de origen indígena que nació en la pobreza un 21 de marzo de 1806 en Guelatao, Oaxaca, que cuidó ovejas y que, poder superarse y estudiar, tuvo que emigrar a la ciudad de Oaxaca para que, con el tiempo, su esfuerzo, inteligencia y talento lo llevaron a ser Gobernador de Oaxaca, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Presidente de la República y que su lucha liberal contra el imperio y las Reformas alcanzadas en su patria lo llevaron a ser admirado y reconocido por el mismo Víctor Hugo y a ser catalogado como “Benemérito de las Américas”, colocándolo a la altura de un Bolivar, un Martí, un Washington, un Hidalgo y un Morelos y que nunca perdió su humildad ni se avergonzó de su origen

Así también prefiero, tal como está, la historia de otro oaxaqueño, Díaz, quien luchó al lado de Zaragoza en Puebla combatiendo a los franceses, para luego, a la muerte de Juárez, tiempo después llegar a la Presidencia de la República donde impulsó el progreso del país,  pero que el ejercicio del poder lo envaneció al rodearse de aduladores de profesión (Los científicos) que lo llevaron a creerse el único digno de encabezar los destinos de la nación, razón por la cual se perpetuó en el poder presentándose una y otra vez a la reelección olvidándose del principio de “No reelección” que enarboló en el “Plan de la Noria” contra la reelección que Juárez ganó en 1871.

De tal forma que hoy resulta ocioso y en cierta forma perverso tratar de reescribir la historia, pues sin nadie que pueda dar testimonio de primera mano, será fácil utilizar las herramientas de la Internet, no sé con qué finalidad, para reinventar la historia de estos y otros personajes como Cortés, La Malinche y hasta Santa Ana, así que yo les diría “ya dejen descansar en paz a nuestros muertos”, tanto a uno como al otro. Pues como decía el Buki: “ A dónde vamos a parar”. o como yo diría y “ahora a quién le voy a creer”

De ahí la relevancia de que el historiador se despoje de sus prejuicios personales y analice con pulcritud, describiendo a los personajes de la historia, aún a los de nuestro pasado reciente, de acuerdo con las circunstancias que les tocó vivir, pues como Ortega y Gasset dijo “es el hombre y su circunstancia”.