Entre 1978 y 1995, Theodore Kaczynski, alias “Unabomber” por la contracción de University and Airline Bomber, fabricó una serie de artefactos explosivos que envió vía servicio postal a distintos destinos, entre otros a académicos de universidades, investigadores y ejecutivos de aerolíneas en Estados Unidos, cometiendo 16 ataques con cartas bomba que mataron a tres personas y provocaron lesiones graves a otras 23. Hablamos del siglo pasado y de 17 años de atentados. Tiempo en el que se convirtió en el terrorista más buscado y, entre paréntesis, más exitoso de su país. Trajo en la paranoia a toda la nación. Los Estados Unidos de América es un país que fascina y alucina a la vez, lleno de ángeles y demonios, capaz de gestar las mentes más brillantes del planeta, que se inventa y reinventa permanentemente, pero también de hacer germinar una maldad y odio sin precedentes. La historia de Kaczynski, una mente muy revolucionada en las ciencias matemáticas, fue capaz, al más puro estilo de la novela de Robert Louis Stevenson, “El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde”.  Estoy apenas descubriendo las enormes posibilidades de Netflix, soy nuevo en la aplicación que trae en su catálogo de series a “Unabomber” (2017). La recomiendo ampliamente para echarse un clavado en una de las historias policiacas recientes de nuestro vecino. La trama está basada en la investigación que hizo el FBI para dar con el terrorista, pero de paso hace un retrato del complejo personaje, de sus obsesiones, fijaciones y de esa inteligencia siniestra  que lo llevaron a ser el asesino serial más buscado en la historia reciente de los Estados Unidos. Solo los gringos son capaces de armar estas tramas tan atractivas visualmente hablando e inventar esos lenguajes narrativos, incluso, hasta de sus momentos más traumáticos.