Espeleólogos y buzos hallaron en la península mexicana de Yucatán algunas de las minas de ocre más antiguas del continente, que explicarían la presencia de esqueletos antiguos en las laberínticas cavernas hoy sumergidas.
Desde el hallazgo de restos de esqueletos como el de “Naia”, una joven que murió hace 13 mil años, los arqueólogos se preguntan cómo fueron a parar a las cuevas, que entonces estaban secas. Hace ocho mil años, el alza del nivel del mar inundó los sumideros, llamados cenotes, cerca del balneario caribeño de Tulum.
¿Habían caído en ellos esos habitantes o habían bajado intencionalmente en busca de refugio, alimentos o agua? Se han encontrado restos de nueve esqueletos humanos en los cenotes, cuyos estrechos pasadizos apenas dejan pasar un cuerpo.
Descubrimientos recientes de unos 900 metros de minas de ocre indican que podrían haber tenido un atractivo más fuerte. El descubrimiento de restos de fogatas, escombros de la minería, herramientas sencillas de piedra, señales para no perderse y excavaciones indican que los seres humanos penetraron en las cuevas hace entre 10 mil y 12 mil años en busca de ocre, un mineral rojo rico en hierro que los pueblos originarios de América apreciaban por su valor decorativo y ritual.
Esos pigmentos se usaron en pinturas y arte rupestre, decoración de rocas, tumbas y otras estructuras de los pueblos paleolíticos en todo el mundo.
Los mineros primitivos al parecer utilizaron antorchas o leños para iluminarse mientras trabajaban quebrando estalagmitas para extraer el ocre. Hay rastro de hollín en el techo de las cuevas que continúa visible hoy día.
“Si bien Naia permitió comprender mejor la ascendencia, crecimiento y desarrollo de estos americanos primitivos, no se sabía bien por qué ella y sus contemporáneos se arriesgaron a penetrar en el laberinto de cuevas”, escribieron investigadores del Centro Investigador del Sistema Acuífero de Quintana Roo (CINDAQ).
“Se había conjeturado sobre las causas que los llevaron a penetrar en lugares tan complejos y de navegación tan difícil, como refugios temporarios, agua fresca o el entierro de restos humanos, ninguna de las conjeturas previas estaba respaldada por la evidencia arqueológica”.
“Ahora, por primera vez, sabemos por qué la gente de esa época afrontaría el enorme riesgo y esfuerzo de explorar estas cuevas traicioneras”, dijo el fundador del CINDAQ, Sam Meacham. Una de las razones, dijo, era la búsqueda y extracción del ocre.
Roberto Junco Sánchez, subdirector de Arqueología Subacuática (SAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México, dijo que el descubrimiento significa que las cuevas fueron alteradas por humanos en la antigüedad. Esos mineros antiguos quizá retiraron toneladas de ocre, que convertido en pasta sirve para pintar el pelo, rocas o pieles en diversos tonos de rojo.
“Ahora sabemos que los humanos antiguos no sólo se arriesgaban ingresando al laberinto de cuevas para buscar agua o huir de los depredadores, sino que también entraron a ellas para realizar minería”, afirmó Junco Sánchez.
Sin embargo, James Chatters, antropólogo forense, arqueólogo y paleontólogo de la firma consultora Applied Paleoscience, de Bothell, Washington, observó que ninguno de los restos humanos premayas en las cuevas fue hallado directamente en las zonas mineras.
El doctor Spencer Pelton, profesor de la Universidad de Wyoming y arqueólogo estatal, ha efectuado excavaciones en una mina de ocre un poco más antigua en el sitio Powars II cerca de Hartville, Wyoming
Pelton coincidió en que el ocre tenía un fuerte atractivo para los primeros habitantes del continente americano.
La extracción del ocre “parece ser muy importante durante el primer período de la colonización humana… se encuentra en herramientas, pisos y lugares de caza”, dijo Pelton. “Es una sustancia de gran poder. A todos les gustan los objetos rojos que brillan”.
“Les da una razón” para bajar a las cuevas, dijo. “Teniendo en cuenta la escala masiva de esta extracción, es lo primero que investigaría”.
Las cuevas brindan un ambiente bien conservado y son donde se ha encontrado uno de los restos humanos más antiguos del continente: la joven apodada “Naia”, en 2007.
Chatters dijo que Naia “seguramente murió al caer 30 metros desde el túnel oscuro de la cueva” al piso de una cámara inferior.