Paulo Arturo González Rivera
La ignorancia mata
Moliere, en El médico a palos, crea a Sganarelle, un tosco leñador que trabajó para un médico por seis años, en los cuales aprendió “de oídas” rudimentos de medicina y latinismos cuyo significado desconoce. Con estos pocos principios se hace pasar por médico experto y famoso, primero para salvar la vida; pero, después, por conveniencia. Como toda comedia, El médico a palos basa todo su argumento en un malentendido, en una simulación; ésta es posible porque quienes están a su alrededor ignoran cosas que el público sabe. La ignorancia es, pues, necesaria para que la comedia exista.
Un problema constante en la historia de la humanidad es la incapacidad que tenemos para formar criterios personales a partir de estímulos concretos o abstractos del medio. Mucho más fácil es dar por verdad algo que ya está dicho, que construir nuestra propia verdad, porque ello implica un trabajo mental considerable.
Con el propósito de convencer, las personas hacemos uso de fórmulas de razonamiento que nos llevan a conclusiones lógicas; pero, existen también, fórmulas que llevan a conclusiones, solamente en apariencia, lógicas también. Se llaman falacias. Las hay de mucho tipos, y es interesante observar con cuánta facilidad se usan y, además son efectivas.
La falacia ad verecundiam, o de apelación a la autoridad. Consiste en sostener un argumento como verdadero porque alguien muy respetado en la materia lo dice (por ejemplo, si decimos que la única velocidad que existe en el universo es la velocidad de la luz porque así lo dice Einstein). Existe una deformación de ésta misma fórmula, que se conoce como de falsa autoridad porque recurre a una persona que ni siquiera tiene autoridad en el tema (Si decimos, por ejemplo, que una marca de bebidas es mejor porque un deportista famoso lo recomienda).
Las consecuencias por caer en estas falacias pueden ser desde muy sencillas hasta atentar contra la propia vida. En abril, Donald Trump dijo que sería interesante probar con algún modo de introducir desinfectante o detergente en el cuerpo, porque, pues, se sabe que lo mata en un minuto. Aunque después se retractó diciendo que “era sarcasmo” (aun cuando el gesto paralingüístico no dio ninguna señal de sarcasmo) el daño estaba hecho. Más de cien personas en Estados Unidos fueron atendidas por haber ingerido detergente.
Pero una deformación aún más peligrosa ronda nuestros días, la falacia ad WhatsApp. Las cadenas de este medio de comunicación comparten información de todo tipo, sobre cualquier tema, sin que nadie pueda intervenir para detener en lo más mínimo la enorme cantidad de mentiras, verdades a medias, estafas, simulaciones y toda clase de engaños. Pero, además circulan porque las personas mismas las comparten una y otra vez sin tener la certeza de que sean ciertas. Siempre es peligroso hacer circular una mentira, pero, tratándose de la salud, es mucho más peligroso.
Circula, por ejemplo, un video en que un empresario afirma con toda certeza que la ivermectina es un medicamento eficaz para el tratamiento del coronavirus. Y dice contar con una investigación amplia, pero no da ni nombres de autoridades ni de revistas científicas ni nada que pueda respaldar lo que dice. Esto puede resultar tan peligroso como la declaración de Trump. Rondan también decenas de videos y comentarios sobre la cura milagrosa del “dióxido de cloro” que cura de todo, el asunto es que te cura hasta de vivir.
Por si fuera poco, todas estas mentiras peligrosas están acompañadas por comentarios del tipo: “yo conozco personalmente a alguien que se curó de coronavirus porque el médico le recetó ivermectina”. Con ese argumento el Covid-19 se cura solo, porque se sabe que la mayoría de las personas que tienen la infección ni siquiera presentan enfermedad.
Así que, si usted está a punto de reenviar un mensaje con una cura milagrosa porque cree que con eso ayuda a sus amigos, familia, o simplemente, conocidos, mejor piénselo dos veces por favor, no vaya a ser que resulte ser el consejo de un médico a palos.