El ‘Chel’ Rodríguez Barrera y Raymundo Flores Bernal

Marco Aurelio González Gama

 

Comentaba en la anterior entrega la carta que le dirige Dante Delgado a Federico Arreola, en la que hace un repaso más o menos pormenorizado de la amistad que mantuvo en aquellos años calientes de finales de los años 80 y principios de los 90, con el malogrado político sonorense.

 

Para el que esto escribe, la larga epístola de Dante reviste especial importancia porque, coincidentemente, acabo de terminar un libro que retrata una parte fundamental de ese periodo de la historia política reciente de Veracruz –en la cual participé desde una modesta trinchera-, que me ha servido para detallar algunas lagunas informativass de mi texto que, espero, pronto esté listo para que pase a la etapa de impresión, pero esa es otra historia que dará para un relato futuro que espero compartir con los lectores.

 

Como ya adelantaba en la primera parte de esta entrega, Dante refiere en la recuperación histórica que hace de aquellos años la recomendación que hizo a Colosio para que incorporara al CEN del PRI como secretario general al campechano Rafael ‘Chel’ Rodríguez Barrera. No tengo elementos para poner en duda o refutar la versión de Dante, tampoco tengo el menor interés de hacerlo, pero ya para aquellos años el también conocido como ‘Chel’ era un político de gran calado. Con una trayectoria que se remontaba al lejano 1965 cuando fue electo presidente municipal de Campeche y en el periodo 1973-1979 gobernador del estado, en una dilatada trayectoria previa que incluye desde la titularidad de la secretaría de la Reforma Agraria con Miguel de la Madrid, una diputación local y federal, sin mencionar los cargos que vinieron después de su paso por la secretaría general y la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI entre los años 1988-1992.

 

Pero más allá de esas credenciales políticas y administrativas, el ‘Chel’ fue un político al que lo distinguió su don de gentes, de la cual es un testigo de calidad un veracruzano que ha hecho de la amistad, el trato sencillo y de la caballerosidad el sello personal que lo distingue, me refiero a don Raymundo Flores Bernal, compañero fraterno de miles de batallas junto al campechano, “caballos” muy corridos en los difíciles terrenos de la política nacional que les tocó transitar a ambos.

 

He platicado largo y tendido con don Raymundo del ‘Chel’ de algo que a mi en lo particular me llama poderosamente la atención, y me refiero a la capacidad de éste al ser capaz de imbricarse –traslaparse-  entre dos generaciones de políticos diametralmente distintos (políticos-políticos y tecnócratas) y de su capacidad para asumir el  papel de ‘pinza’ que fue capaz de traducir los códigos de la generación emergente, sin renunciar a los suyos, y de entender el lenguaje de ambos encastes políticos. Políticos con las capacidades del ‘Chel’ pocos, me atrevería a decir que ni Gutiérrez Barrios.

 

Sin duda el 88 del siglo pasado fue un año de rompimiento generacional, y pocos de la generación pretérita sobrevivieron a éste.

 

Flores Bernal construyó lazos de amistad fraternos con muchos políticos de su generación, pero en especial hubo dos de entre esos muchos con los que logró cimentar un aprecio personal y familiar más allá de los marcos e intereses políticos: uno con Renato Vega Alvarado, ex secretario de la Reforma Agraria y ex gobernador de Sinaloa, y el otro con precisamente Rafael Rodríguez Barrera, el primero padrino de su hija Olga y el segundo de Guilebaldo, el menor de sus hijos, probablemente el más inquieto de la dinastía Flores Lomán.

 

Es un placer hablar de política y de cultura general con don Raymundo, un hombre sabio, sencillo e inteligente, un caballero huasteco en el más amplio sentido de la palabra.

 

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@marcogonzalezga