David Quitano Díaz
El estudio y el trabajo
Por los que hacen del verbo cuidar, su bandera y tu casa. Y luchan porque nadie muera en soledad. Vetusta Morla
El confinamiento se hace mas laxo, en el mundo permea la incertidumbre por la nueva normalidad. Sucumbimos ante embates que tiene tiempo, que deberíamos de haber superado, como es el caso de grupos fundamentalistas.
Esta epidemia la han puesto -por su magnitud- al tamaño de una guerra mundial, el efecto producido en la pérdida de vidas es monumental, el alcance y los problemas domésticos derivados de las nuevas formas de entendimiento son en igual escala.
Siempre he manifestado que nunca hay que ser peyorativos con las cosas, pero menos con el trabajo y la comida. Y ni se diga con la condición social. La otredad y la empatía son esenciales para la vida.
Sin embargo, lo anterior se vuelve a manifestar, la diatriba ante la ausencia de respuestas lo vuelve a poner en la mesa y quizás con mayor intensidad.
Por otra parte, ahora que pasamos más tiempo con nosotros mismos, afloran recuerdos que bajo un esquema de convivencia diaria no se hubieran presentado. Dentro las emociones de la razón y la política rudimentaria han venido a tranquilizar mis días los recuerdos de la universidad.
Precisamente hoy un amigo entrañable me comentó que se casará, me alegré y pensé en el hecho de que en medio del caos y la incertidumbre tenga el tesón y las ganas de sembrar para un florecer.
Es decir, podríamos expresar que es una especie de valor en medio la tibia cobardía. Pese a la turbulencia del desorden civil tenemos espasmos de esperanza.
Los discursos planos que escuchamos, las escuálidas propuestas de los frentes políticos, las luces que van y vienen nos reducen a estadios inertes, el criterio y la época de lo políticamente correcto, hacen que nadie se comprometa a un ideal.
Orbitamos en el mundo de las cosas y el de los lugares comunes, perece que como sociedad hemos prescindido del sentimiento de indignación frente a la injusticia.
Estamos como el caso de Aureliano Buendía en 100 años de soledad: El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.
A partir de lo anterior, es que acudo a entrevistas en las cuales buscan en mí respuestas a preguntas como: ¿Qué tenemos que hacer para enfrentar la crisis económica? ¿Qué tiene que hacer el gobierno?, a lo que siempre respondo: trabajo e innovación.
Es muy sencillo, estoy totalmente seguro, que no hay crisis que no se cure con 14 horas de trabajo al día, y no hay crisis de la cual no surja la innovación. Por eso respondo muy preciso, y dejo de lado las pócimas mágicas.
Esto que escribo en esta ocasión, me aleja un poco de mis temas convencionales sobre la economía, el derecho, políticas públicas o la política lisa y llana. Prefiero abrazar la esperanza y las ideas, en otro sentido.
Me he dado cuenta de que lo único que ha transformado la vida de otros y la mía, es el trabajo y el estudio. Cada vez que paso por la parada de autobuses urbanos donde solía tomar el mío para ir a la universidad, lo recuerdo. Han sido el estudio y el trabajo, los factores que me han hecho conocer otros estados, hablar en foros importantes e ir a otros países.
¡Sí! El trabajo y el estudio, hoy que se desacredita el valor científico y la técnica para el progreso, es cuando más tenemos que protegerla y cubrirla con el velo de la esperanza, ya que, en el futuro no lejano, será el gran resorte que contribuya en la reconstrucción familiar, municipal y nacional
La clase del porvenir que queramos reside en cuidar el mérito y el talento.