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La Jornada

Laura Poy Solano. 

 

 

 Los efectos de la pandemia de Covid-19 no sólo se reflejan en las condiciones de salud. Un estudio sobre las características de la población de estratos socioeconómicos medio y alto durante la pandemia, elaborado por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), revela que cerca de 73 por ciento de los encuestados vio disminuir su ingreso desde el inicio de la Jornada de Sana Distancia y el inicio de la nueva normalidad, es decir, de marzo a julio pasado.

El 37.9 por ciento señaló que algún miembro de la familia perdió el empleo, mientras que los hechos de violencia entre habitantes de un hogar se elevó de 6 a 8 por ciento. En cuanto a la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada y severa, ésta se ubicó en 13.2 por ciento, en el primer seguimiento.

Al analizar las experiencias en diversos niveles de inseguridad alimentaria, la preocupación porque los alimentos se terminaran, quedarse sin alimentos y tener hambre y no poder comer tuvieron mayor probabilidad de presentarse en los hogares que manifestaron una reducción en sus ingresos, en los que perdieron el empleo o tuvieron manifestaciones de violencia entre sus integrantes.

En el documento ENSARS-Cov2. Encuesta nacional de las características de la población durante la pandemia de Covid-19: resultados comparativos del primer y segundo levantamiento, en el que participaron poco más de mil adultos a escala nacional a través de una encuesta telefónica, se destaca que uno de cada seis entrevistados consume alimentos no saludables, principalmente bebidas azucaradas.

Agrega que el consumo de tabaco se ha mantenido prácticamente sin cambios entre el periodo de la primera encuesta y su seguimiento. En los consumidores de bebidas alcohólicas se apreció una reducción en el seguimiento para el grupo de edad de 20 a 59 años, así como mayor porcentaje de hombres que consumen bebidas alcohólicas en comparación con mujeres.

La inactividad es otro de los factores detectados, el cual afecta sobre todo a las personas de 20 a 29 años. Al considerar sus estilos de vida y la prevalencia de enfermedades crónicas, se les consideró como una población altamente vulnerable y en riesgo, por lo cual se recomienda continuar de forma estricta con las medidas de mitigación de riesgos de contagios.