El jueves 24 de diciembre de 2020 celebraremos la NOCHE BUENA, la noche del
nacimiento del Hijo de Dios que ha traído paz, alegría, reconciliación y esperanza
a toda la humanidad, esa noche santa repicarán las campanas y toda la
comunidad cristiana está llamada a contemplar esta epifanía del amor de Dios
revelada en Belén de Judá.
En los portales de Belén presentes en los hogares, las Iglesias y algunas plazas
públicas contemplamos las imágenes de José y María que nos muestran al hijo
de Dios recostado en un pesebre. Ese signo maravilloso nos recuerda qué es lo
central en estos días. El centro de las fiestas navideñas es EL NACIMIENTO DE
JESÚS.
Los portales de Belén son como una voz que despierta y anima todos los
corazones abatidos, afligidos, cansados y rotos. En medio de la obscuridad de
aquella noche buena Dios nos habló por medio del su hijo Jesús. Esa voz de Dios
no la puede ni la debe apagar ninguna calamidad por difícil que parezca. La voz
de Dios debe resonar siempre porque además es una palabra creadora. Todo lo
que dice lo hace.
En la noche buena, el repicar de las campanas de navidad nos remitirá a la gruta
de Belén donde ha sucedido el misterio del nacimiento del hijo de Dios por medio
del cual Dios se ha acercado a la humanidad para compartirnos su gloria. En ese
sentido, las campanas nos recuerdan que Dios está cerca para protegernos, para
ayudarnos y consolarnos; las campanas nos recuerdan que alguien en algún
lugar sagrado está orando por ti al creador de todas las cosas, de esta manera, el
sonido de las campanas genera esperanza, alegría y gozo, al escuchar el repicar
de las campanas los corazones que sufren se llenan de aliento y de consuelo.
Las campanas son como un bálsamo divino que cura los corazones destrozados.
Por eso, ¡que no dejen de sonar las campanas!
En navidad, la ternura de Dios se manifiesta a toda la humanidad por medio de la
imagen del “niño Dios”. San Juan evangelista lo expresa de esta manera: “El
verbo de Dios se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1, 4). Dios
asume la condición humana para redimirnos del pecado, transformar la realidad y
alejar de nosotros todo signo de oscuridad. El verbo de Dios se hizo carne y puso
su morada entre nosotros para dignificar la nuestra.
Ciertamente, celebraremos la navidad en medio de una realidad desafiante y
difícil. Miles de hogares mexicanos han sufrido alguna pérdida. Según cifras
oficiales, son más de 117 mil muertos, por causa de un mal manejo de la crisis
sanitaria causada por el COVID-19.
Deseamos de todo corazón que la celebración del nacimiento del Hijo de Dios
reavive y actualice la profecía de Isaías que se proclama en la liturgia de
Navidad: “El Pueblo que caminaba en las tinieblas, vio una gran luz; sobre los
que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció… porque un niño nos ha
nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9, 1.5).
Para los que compartimos la fe cristiana, la celebración del nacimiento del hijo de
Dios no sólo nos llena de alegría y gozo porque nos recuerda lo que Dios ya ha
hecho por nosotros, sino también alimenta nuestra esperanza y caridad y nos
compromete en la construcción de una mejor sociedad.
La realidad no se transformará si sólo somos espectadores de lo que está
sucediendo o sólo lamentamos los fracasos y ocurrencias que están sucediendo.
Necesitamos comprometernos cada uno desde su propia vocación y misión para
que también nosotros veamos esa “gran luz” o para que la luz “resplandezca” en
nuestras vidas siendo agentes de transformación.
Nos alegra que cada vez son más los ciudadanos interesados en los asuntos
públicos y que se está buscando una mejor participación ciudadana; es alentador
que diferentes actores sociales están siendo propositivos en la construcción del
tejido social; muchos ciudadanos se están organizando y comprometiendo con el
bien común, con el respeto por la vida y la dignidad de las personas, la justicia y
los valores humanos.
Que la luz de la Navidad traiga consuelo a todos los que sufren para que
experimenten la ternura de Dios que siempre está cerca; que quienes son
víctimas de la violencia sientan el consuelo y la paz que viene de Dios y que la
llegada de la Navidad transforme los corazones de todos para que se seamos una mejor
sociedad. Que la Navidad nos ayude a trabajar por hacer de esta tierra una digna morada del hombre.
.¡Feliz Navidad!
Pbro. José Manujel Suazo Reyes Director
Oficina de Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa