Sobre todo cuando las personas somos adultos mayores, cambiamos mucho con las relaciones de amistad. Tratamos de ser más selectivos en cuanto al número de amigos con los que nos reunimos, privilegiando la relación con los que nos sentimos más identificados en la forma de pensar y de actuar, y aquellos con los cuales la relación es de mayor cariño. Pero, al mismo tiempo, nos volvemos más sensibles a descortesías, a palabras mal dichas o en un tono inconveniente. De ahí, que para conservar esas amistades- que además la convivencia con ellas nos ayuda mucho en la conservación de nuestra salud- deberemos ser muy cuidadosos en nuestras expresiones y acciones.