Competencia política y democracia
La noción de lo público no puede ser un certamen ni una subasta; es un proceso de discusión organizada.
Michael J. Sandel
Antes de iniciar, quiero precisar que la contienda política que se nos aproxima será difícil. La renovación moral o democratización integral están todavía por desgracia, en un estado embrionario.
Bajo ese vaso comunicante, es que el tránsito hacia la democracia en México, construido con base en el esfuerzo de millones de mexicanos y consolidado apenas en el año 2000 mediante la transición política, marcó una nueva dinámica de competencia partidista, misma que al tiempo que se curaba en salud, había de convivir con nuevos elementos propios del progreso humano como son las Tecnología de la Información.
Donde la vitrina mediante la cual eran observados por parte los agentes políticos implicaba una tolerancia más cercana a la atención de las opiniones ajenas que la repugnancia hacia ellas.
Esto se posicionaba como un marco característico que aspiraba legítimamente a que el ejercicio civilizado de una crítica en la que la imaginación, la fundamentación y la lógica desplazaran gradualmente a las reacciones viscerales.
Sin embargo, al darle la voz a todos como una noción purista de la democracia, significó la aparición de nuevos mecanismos de la mentira, justificando una embestida contra la libertad de expresión, que buscan posicionamientos dogmáticos autocomplacientes.
Y así como lo mencionó hace 34 años Enrique Krauze en su obra “Por una democracia sin adjetivos”, la democracia es una forma de convivencia en la libertad, no una utopía o un evangelio de salvación, ni siquiera un programa positivo de gobierno. No es una panacea, pero, para México es ya el único camino posible para la reconciliación nacional.
El apocamiento de dichas perspectivas y la voracidad de la competencia partidista se ha vuelto un componente sumamente temerario para el Estado Constitucional de Derecho en nuestro país. Es interesante dimensionar todo lo que implica la contienda política venidera, va desde la búsqueda de equilibrio de poderes, hasta la propia conceptualización de la democracia.
La democracia ha sido un ideal revolucionario relegado para otros fines igualmente importantes pero distintos como son la justicia social, la paz, la estabilidad y el bienestar económico. En toda época han existido argumentos para limitar, posponer o desvirtuar la democracia.
Ese es uno de los retos de los partidos, encontrar sensibilidad política. Hay que buscar posicionamientos competitivos que eviten el derramamiento de sangre. El progreso político debe consistir en anticipar, reconocer, sancionar y proteger los reacomodos sociales y políticos dándoles voz y conducción.
Sobre todo, ahora que la sociedad ha aprendido poco a poco a gobernarse a sí misma a través de los partidos. Las contiendas electorales son un escenario de premio o castigo, a la buena o mala conducción gubernamental.
Politólogos reconocidos como Andreas Schedler, Dahl, Przeworski etc, han expresado que los procesos de desarraigo conductual no emergen solo por el cambio de la nomenclatura partidista, es decir, que no esté el PRI no significa que los actores de involucrados que se benefician no buscarán mantener su poder bajo un esquema parecido a lo más rígido del pasado.
En política es tanto inevitable como legítimo estar en desacuerdo: de hecho, sin desacuerdo no estaría claro si todavía tenemos política o no. El asunto es cómo se trata a quienes son más, en un periodo de bajo crecimiento.
Por eso hay que participar, con prudencia y responsabilidad ciudadana.