- Participaron en el conversatorio “Experiencias situadas en construcción de paz”, organizado por estudiantes de la Maestría en Educación para la Interculturalidad y la Sustentabilidad .
Claudia Peralta Vázquez..
El Instituto de Investigaciones en Educación (IIE) de la Universidad Veracruzana (UV), a través de la Maestría en Educación para la Interculturalidad y la Sustentabilidad (MEIS), realizó el viernes 11 de junio el conversatorio “Experiencias situadas en construcción de paz”, con la participación de tres invitados que desde sus comunidades y territorios han trabajado por un bien común.
Estudiantes de la experiencia educativa (EE) Resolución de Conflictos organizaron este foro e invitaron a: Luis Fernando García Arboleda, actor lúdico y director de la corporación cultural Barrio Comparsa, de Medellín, Colombia; Claudia Arizbeth Varela Rodríguez, coordinadora del programa Bibliotecas de Casa, A.C., de San Miguel de Allende, México; y Constantino Rubén Moreno Méndez, defensor de Derechos Humanos en Chiapas.
Luis Fernando García compartió con los asistentes reunidos a través de Facebook Live la manera en que emprendieron el proyecto Barrio Comparsa, como una alternativa lúdica para rescatar la alegría, mirada y solidaridad de las personas ante la amenaza de los conflictos por el narcotráfico en su país.
Narró que desde 1990 un equipo conformado por cuatro personas se juntó, tomaron los zancos y tambores para sacar a la población del aislamiento y temor causado por las guerrillas.
“Ahí nació Barrio Comparsa como una alternativa lúdica, festiva, desde el abrazo, la mirada, la confianza, de recrear el mundo de otra manera para no perder la alegría de la ciudad y la solidaridad entre la gente.”
Desde su visión, todos estos puntos de cultura generan espacios sensibles para la comunidad y para los jóvenes que requieren ser escuchados. “Es momento de escucharnos y de recrear los mitos”.
Durante todo este tiempo Barrio Comparsa no se ha detenido, ha trascendido por varias generaciones. Ahora hay comparsas y carnavales en los barrios, forma parte del patrimonio y alegría de la ciudad mediante una metodología lúdica.
Claudia Arizbeth Varela, licenciada en Bibliotecología, habló de su proyecto de bibliotecas generadoras de paz orientado hacia sectores vulnerables.
Comentó que si bien en su ciudad hay actividades de lectura dirigidas a niños, jóvenes, madres de familia y adultos mayores, los sectores desprotegidos, como las pandillas, sufren discriminación y no son tomados en cuenta por su manera de vestir y hablar.
Por ello, en este sector vio un área de oportunidad de atender los barrios aledaños a la biblioteca, “desde donde deben voltearse a ver en la lucha por el tejido social”.
Al principio fue complicado, dijo, porque son jóvenes en situación de violencia, drogas y conflictos entre colonias. Por esa razón, primero los observó y analizó cómo podrían llegar a ellos sin invadir su entorno.
Poco a poco notó que la música podía ayudar a estrechar un lazo pues tenían un grupo de rap y continuamente sacaban libreta y lápiz para escribir las frases que musicalizaban con ese ritmo.
“Ellos hacían poesía en la manera en que estructuraban sus versos para poder rapearlos, sólo que un poema se puede encontrar en una biblioteca, museo o teatro, y esto era en la calle.”
De esa forma, las herramientas del rap la ayudaron como vínculo para conectar a un sector de la sociedad vulnerable con la biblioteca, espacio de libre expresión y de actividades recreativas.
“No importa cómo te vistas, ni tus pensamientos e ideales, la biblioteca es un espacio neutral”, fue parte del mensaje que dieron a los chicos, a quienes invitaron a realizar sus actividades en la biblioteca.
Para ellos fue un espacio de libre expresión y encontraron muchas sorpresas, entre ellas que muchos de los jóvenes no leían ni acudían a la escuela, además de tener un alto nivel de agresividad.
En un principio no utilizaron libros sino diccionarios con el fin de que aprendieran nuevas palabras, “poco a poco les empezamos a dar libros y con eso hacían rimas y música”.
En poco tiempo la dinámica fue diferente y como bibliotecarios conocieron historias y otras maneras de ayudar a la comunidad.
“Es cuando te das cuenta de que el enfoque adoptado era distinto, sólo había que reajustar un poco para poder ejercer los proyectos comunitarios y la cultura de paz.”
Por su parte, Constantino Rubén Moreno ha trabajado con casos y procesos organizativos en la defensa de sus derechos.
Originario de Nicolás Ruiz, Chiapas, coordina el Centro de Derechos Humanos “Fray Bartolomé de Las Casas” con el acompañamiento de la sociedad civil Las Abejas de Acteal, lugar donde ocurrió una masacre en 1997, y fecha en la que inició todo un proceso organizativo entre la población.
Dio a conocer que esta organización se conformó en 1992 por la injusticia y detención de unos de sus miembros debido a conflictos de tierras. En 1994, a raíz del surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), tuvo una labor importante en la construcción de paz entre los zapatistas y el gobierno federal.
“Las Abejas fue una de las organizaciones muy activas dentro de los cinturones de paz para el diálogo con el Estado mexicano y el EZLN.”
Pero lejos de que el gobierno pudiera entablar diálogos y firmar la paz, en 1995 empezó con fuerza la creación de grupos paramilitares, y en 1998 toda una violación a los derechos humanos, ejecuciones, torturas, no sólo por parte del ejército mexicano sino de los grupos paramilitares.
La masacre de Acteal ocurrió el 22 de diciembre de 1997, con un saldo de 45 personas muertas entre hombres, mujeres embarazadas y niños, y 26 heridos por la acción de los grupos paramilitares, a pesar de que en esa región había fuerte presencia del ejército y la policía.
A la fecha, Las abejas de Acteal continúan su lucha y denuncia para dar a conocer la impunidad que se vive en los pueblos.
Desde el primer momento han permanecido organizados y emiten su mensaje a través del arte, la cultura y las artesanías, dando a conocer su trabajo, murales y música.
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