- La académica y crítica literaria habló sobre esta obra y el contexto histórico-cultural en que fue escrita.
- Se trató de una actividad especial, desarrollada en el marco del Seminario Introducción a la Literatura Moderna y Contemporánea de México.
Canfield precisó lo especial que es este año, pues se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlan, 200 de la declaración de la Independencia de México y 100 del fallecimiento de Ramón López Velarde.
Karina de la Paz Reyes..
Para la crítica literaria Martha Canfield, La suave patria es la última protesta de fe del poeta Ramón López Velarde. Una obra ambiciosa que exalta a la patria rural, a la madre tierra y el México que el autor ve extinguirse.
Para conmemorar el centenario del fallecimiento del poeta, la escritora, traductora y profesora de literatura hispanoamericana en la Universidad de Florencia, Italia, habló sobre esta obra y el contexto histórico-cultural en que fue escrita.
Se trató de una actividad especial desarrollada el 18 de junio, en el marco del Seminario Introducción a la Literatura Moderna y Contemporánea de México, que organizan la Fundación para las Letras Mexicanas a través de la Casa Estudio Cien Años de Soledad, con la colaboración de la Secretaría de Extensión y Cultura y la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana.
Canfield precisó lo especial que es este año, pues se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlan, 200 de la declaración de la Independencia de México y 100 del fallecimiento de Ramón López Velarde.
Entonces, si se retrocede un siglo, cuando el poeta zacatecano estaba ya enfermo y sabía que le quedaba poco tiempo de vida, escribió y publicó La suave patria, a la sazón que se celebraban 400 años de la caída de Tenochtitlan y 100 de la Independencia, “un momento muy especial para él y todos los mexicanos que buscaban la configuración de su identidad nacional, de la mexicanidad”.
Se trata de un momento en que los intelectuales están concentrados en definir qué es en realidad y dónde buscar la identidad nacional, para lo cual se acude a la historia, los orígenes y el mundo indígena. “Seguramente todo esto lo estimula para escribir un himno cívico, en el que él quiere exaltar a la patria, sólo que es muy importante subrayar que para López Velarde la patria es en realidad ‘la patria chica’ ”.
Es decir, no se trata del Estado, sino la aldea, el pueblo, la región, por ello la exaltación de la vida provincial y del campo, el privilegiar héroes aztecas, tradicionales indígenas; “era rechazar la visión que habían impuesto los conquistadores y volver a la ideología rural, típica del mundo indígena, y todos los valores del amor a la tierra”, citó la conferencista.
“La suave patria se vuelve la última protesta de fe para López Velarde, una elegía, un llanto por la muerte de la provinciana, como ya había expresado en varios poemas suyos.”
Es la obra más larga y más compleja que ha escrito López Velarde y la organiza de tal manera que si bien la han calificado como muy fragmentaria, por estar dividida en cuatro partes y tener muchas pequeñas narraciones dentro de cada una de éstas, hay un tema común: “la exaltación de esta patria rural y la lamentación por la posible tragedia de que desaparezca, y todo eso él logra reforzarlo con una grandísima armonía musical”.
En total, son 153 versos y es la composición “más larga y ambiciosa del poeta”, con endecasílabos, sextetos, quintetos, la mayor parte son dísticos y trísticos; tiene anáforas, grupos fónicos, aliteraciones, rimas internas, lo cual crea una “extraordinaria unidad musical”, insistió.
Martha Canfield procedió a leer y explicar el poema, verso por verso, lo que a su vez implicó hablar del contexto histórico-cultural, corrientes literarias, artísticas, autores del país y del mundo. Tal es el caso del intermedio dedicado a Cuauhtémoc (integrado de siete dísticos y un sexteto), que está exactamente en el centro del poema.
Citó que si bien Octavio Paz ha dicho cosas geniales, hay algunas con las que no está de acuerdo, por ejemplo, “él había dicho que López Velarde no tenía interés por el mundo indígena y por el pasado prehispánico; yo no estoy de acuerdo y acá lo está demostrando, porque nos pone a Cuauhtémoc en el centro del poema”.
Ahí se lee: “Joven abuelo: escúchame loarte,/ único héroe a la altura del arte./ Anacrónicamente, absurdamente, a tu nopal inclínase el rosal;/ al idioma del blanco, tú lo imantas/ y es surtidor de católica fuente/ que de responsos llena el victorial/ zócalo de cenizas de tus plantas”.
Ahí no sólo se le rinde homenaje a un héroe del México antiguo, “al padre de la madre tierra, su abuelo”, a la belleza del nopal por encima de la rosa, sino a la defensa del idioma de los anglicismos, que ya en esa época eran señalados (y continuaron), a la par que exalta el idioma originario que “imanta” al español.
“No cabe duda que para él lo que venía del mundo azteca es mucho más valioso que lo que nos viene del mundo europeo.”