Foto: Onésimo Mixtega
Lo que comenzó como una oportunidad para sobrellevar una serie de problemas económicos, se convirtió en un estilo de vida para Rogelio Salvador Villegas Hernández y su familia, quienes fusionaron sus raíces para darle vida a una estación muy oaxaqueña en Los Tuxtlas, una de las regiones de Veracruz que más arraigo tiene a su cultura.
Para ´Chava´, su restaurante, al que nombró «La Estación Oaxaqueña«, es un sueño hecho realidad, producto del esfuerzo y la constancia que junto con su madre Rosalba Hernández Blas y su hermano Omar Uriel Villegas Hernández le han dedicado a lo largo de 10 años.
La pandemia de la covid-19 le permitió combinar los colores y sabores de Oaxaca y Veracruz en un mismo lugar, en donde la tlayuda y el mezcal se combinan con el Chagalapoli de Los Tuxtlas para ubicarse en la carta como los principales ingredientes de la casa.
El sueño inició en 2010 en la colonia El Ferrocarril de San Andrés Tuxtla. Vender tlayudas – una herencia gastronómica de su abuela materna – fue la solución para que su familia saliera de la crisis económica por la que atravesaba.
´Chava´ y su familia comenzaron la venta de tlayudas y garnachitas oxaqueñas en un carro de hamburguesas que una tía les prestó. Se colocaban frente al Parque del Ferrocarril, en la misma colonia, con mesas y bancos para que los clientes comieran ahí.
«Al principio solo eran los fines de semana, los viernes y sábados; había ocasiones en que las inclemencias del tiempo, por las lluvias y no tener un tiempo, era imposible vender», dijo.
Para evitar las inclemencias del tiempo y el trasladado de los productos al carro de hamburguesas frente al parque, la familia Villegas Hernández habilitó el garaje de su casa como el nuevo punto de venta.
La venta de tlayudas continuó, pero Salvador partió de San Andrés Tuxtla para trabajar, primero como dibujante y después como residente de obra en una constructora de la Ciudad de México, donde permaneció hasta 2017.
Aquel año, los sismos registrados en septiembre lo hicieron volver a su tierra natal. ´Chava´ regresó para seguir ampliando el trabajo de sus familiares que, durante su ausencia, se encargaron de acondicionar el local.
La Estación, un tren que va a Oaxaca
Aún parece que se escucha el chirrido del último tren que partió en 1992 de la Estación del Ferrocarril, ese tren convertido en una «Estación Oaxaqueña» que, con solo mirar su fachada, te transporta al Istmo de Tehuantepec.
En el lugar ahora también se venden variedades de coctelería y mezcales, que confunden sus olores con los que llegan hasta las mesas desde la cocina donde se preparan las tlayudas, el mole y las garnachitas.
Todo te lleva a Oaxaca, la barra cubierta de botellas de mezcal y los vasos de veladoras, similares a los caballitos; las paredes tapizadas con alebrijes y calaveras de barro negro de San Bartolo Coyotepec; campanas de Ixtaltepec y papel picado que cuelgan del techo.
El traje típico de las ´tecas´, mujeres de Juchitán, y la frase «Lii ngaa nii xhmaa rana xhia´a» – tú eres lo que más quiero, en zapoteco – se quedan grabados en los recuerdos cuando te vas.
Todos los elementos habidos en «La Estación Oaxaqueña» son parte de los recuerdos que tanto ´Chava´ como su familia llevaron a San Andrés Tuxtla luego de varios viajes por la entidad oaxaqueña, a donde el joven de 30 años sigue yendo aproximadamente cada mes para comprar sus insumos.
Negocio cerró seis meses, pero regresó con más fuerza
Aunque la pandemia de la covid-19 orilló a Salvador Hernández a cerrar el restaurante por seis meses y a darles un receso laboral a sus trabajadores, aprovechó el tiempo para que el negocio regresara revolucionado.
«En este lapso seguimos trabajado internamente acondicionando el espacio, lo seguimos decorando para que tuviera una mejor impresión, una mejor vista, pero sin perder el estilo oaxaqueño», comentó.
El golpe de la pandemia fue menos duro de lo esperado para ´Chava´ y sus parientes, pues algunos de ellos cuentan con un trabajo adicional que les permitió sostenerse e invertir poco a poco en la remodelación del lugar.
A una semana de la reapertura del lugar, en septiembre de 2020, la familia viajó a Oaxaca para surtirse de mercancía, pues la mayoría de los productos que se ocupan en el restaurante provienen de la capital oaxaqueña y el resto son comprados en San Andrés.
Para el joven, parte del éxito que tuvo al reabrir «La Estación Oaxaqueña» tras la pandemia fue gracias al plus de la música en vivo y a su amigo José Capi, un músico de Los Tuxtlas, con el que inició su nueva etapa.
«A mí me gusta mucho cantar y tocar la guitarra, y siempre había querido poder ofrecer ese plus de la música en vivo en el negocio; con José Capi se dio la oportunidad, fue el primero que tocó aquí», compartió.
El lugar se reinventa constantemente, pues acaba de incluir en su menú una serie de platillos tradicionales de la región del Itsmo: lisa, camarones, cazuela de mariscos (camarón, pulpo, pescado y tegogolos) y hueva de lisa; todos horneados.
A la par de la actividad con el negocio, la familia Villegas Hernández decidió crear su propio mezcal para darle un sello al lugar; un licor de mezcal de chagalapoli, un pequeño fruto de color púrpura que se da en arbustos de la región.
«La Estación Oaxaqueña» inició como un proyecto que se convirtió en algo mágico para ´Chava´ y los Hernández Villegas, una realidad que los mantiene más unidos que nunca y a la que esperan ver crecer todavía más, con sucursales alrededor de Veracruz y otros estados.