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La economía mundial necesita algo más que un piquete en el brazo, dice Carstens a El Economista

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El Economista

El mundo entró en la crisis asociada a la pandemia de Covid-19 de repente y como un todo. La salida está resultando, en cambio, lenta y escalonada, con una recuperación económica desigual.

 

El mundo entró en la crisis asociada a la pandemia de Covid-19 de repente y como un todo. La salida está resultando, en cambio, lenta y escalonada, con una recuperación económica desigual. En la salida de la pandemia (“pandexit”) el despliegue del proceso de vacunación reviste una importancia crucial.

Más vacunación conlleva menos infecciones, más flexibilización de las restricciones y más crecimiento económico, como expone el Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés) en su Informe Económico Anual de 2021. Pero la vacunación por sí sola podría no bastar. Habría de complementarse con mejores protocolos de tratamiento, lo que conllevaría una reapertura más ágil de las economías, sostendría el empleo e impulsaría el crecimiento mundial.

La recuperación mundial avanza —y tiene visos de seguir haciéndolo— a distintas velocidades, encabezada por Estados Unidos y China, seguidos de varias economías avanzadas. Estos países se están recuperando con más vigor de lo esperado.

Lo anterior responde, en parte, a que el riesgo pandémico ha disminuido en algunos países gracias al rápido despliegue del proceso de vacunación o, también, a la eficacia de las medidas para prevenir infecciones, como mejores pruebas y rastreo de cadenas de transmisión. El rápido crecimiento en las principales economías suele acabar repercutiendo favorablemente en el resto del mundo.

Ahora bien, muchas economías de mercado emergentes (EME) están rezagándose en su respuesta frente al virus.  Varios de estos países, cuyas economías y poblaciones son más vulnerables, podrían afrontar desafíos a medida que vaya superándose la pandemia en el resto del mundo. Si las tasas de crecimiento y vacunación en las economías principales superasen las expectativas, las EME podrían enfrentar un doble reto: uno, más infecciones, y, dos, condiciones de financiamiento más estrictas que encarezcan el pago de intereses sobre su deuda.

No es habitual que los economistas prescriban remedios ante una crisis de salud pública. Pero, en el caso de la pandemia de Covid-19, el destino de la economía mundial está directamente ligado a la política sanitaria. Por eso el BIS realizó un análisis de estrategias alternativas de “pandexit” en su Informe Económico Anual.

Una recuperación económica más generalizada depende de que todos los países reabran de forma rápida y segura, para lo que es vital la vacunación. Las medidas para acelerar la producción y distribución de las vacunas más equitativamente entre países, ejemplificadas en el reciente compromiso del Grupo de los Siete, deben intensificarse.

Las vacunas se pagan a sí mismas, como lo han subrayado colegas de otros organismos multilaterales. El Fondo Monetario Internacional estima que una inversión de 50,000 millones de dólares en vacunas incrementaría la producción económica mundial en unos 9 billones de dólares para 2025.

Sin embargo, depender únicamente de la vacunación no es suficiente.

Los suministros de vacunas aún son limitados y la inmunidad colectiva tardará un tiempo en lograrse en la mayoría de los países. Al ritmo actual, la mitad de la población mundial no recibiría ni una primera dosis antes de final de año. El virus no dejará de mutar y podría desarrollar resistencia a las vacunas actuales, y desarrollar y producir otras nuevas llevaría su tiempo.

Tratamientos más eficaces pueden reforzar de manera significativa el proceso de vacunación. El análisis del BIS indica que si, mediante tratamientos más eficaces, la tasa de fatalidades se reduce a la mitad, la apertura de las economías se podría acelerar aún si el ritmo de vacunación es un tercio más lento de lo que es hoy en día. Esto sin duda aceleraría la recuperación del PIB perdido.

También se necesitaría un mejor tratamiento si la enfermedad no se erradicase y acabara volviéndose endémica, como la gripe, lo que muchos consideran lo más probable. Si fuera así, los beneficios de asignar recursos hoy a estos esfuerzos serían aún mayores.

Están investigándose nuevos tratamientos, con ensayos clínicos de terapias novedosas e inversiones notables en muchos países, Estados Unidos entre otros. Algunos de estos tratamientos podrían dar un vuelco a la situación, por lo que el momento de prepararse para aplicarlos en cuanto estén disponibles es ahora. Los costes incurridos probablemente palidecerán frente a alternativas como los confinamientos intermitentes o los fallecimientos.

La cooperación internacional es fundamental. Un programa de vacunación exitoso que alcanzase a todo el mundo depararía ganancias mucho mayores a escala mundial que si los países dependieran únicamente de sus propios recursos. Con él saldrían todos beneficiados del impulso al comercio y de la reducción de infecciones transfronterizas.

A más largo plazo, para afianzar una recuperación duradera, sería necesario retirar los apoyos fiscales y monetarios extraordinarios que están proporcionando los gobiernos y bancos centrales. A diferencia de la campaña de vacunación, este proceso de normalización de políticas es un maratón, no un sprint. Los responsables de formular las políticas tendrán también que tomar decisiones estratégicas para reasignar los apoyos y abordar las consecuencias a largo plazo de la pandemia, sobre todo su impacto en los patrones de actividad económica. A este respecto son esenciales reformas estructurales que fomenten una economía vibrante, flexible y competitiva.