EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ

LA ORACIÓN

 

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En una época en la que todo es urgente y nos refugiamos en lo superfluo que posee lo material, la oración no sólo nutre nuestra amistad con Dios, también enriquece los silencios más internos al alivianar la pesada carga de nuestras angustias, problemas y preocupaciones por la situación en que vivimos.

La base de la oración es cuando Jesús nos dice: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide recibe; el que busca haya y el que llama se le abrirá”.

La oración le da a tu vida su justa dimensión, aquieta tus temores, te ilumina, despierta tus potencialidades dormidas, te da una comprensión de los problemas y armoniza tu mente, cuerpo y espíritu con el universo, alineándolos para que seas recipiendario de las bendiciones que Dios tiene preparadas especialmente para ti.

Una plegaria es alimento puro para tu alma y tiene el poder por una parte de eliminar tus apegos, resentimientos, frustraciones, odios o aversiones y por otra te equilibra y enriquece tu metabolismo, que te conduce a la atracción de actitudes positivas, a la calma, al desarrollo emocional, a la iluminación, a la autosanación, a que tomes conciencia de que estas hecho a imagen y semejanza del Señor y por lo tanto formas parte del milagro de la vida.

La oración es un viaje íntimo que tiene la magia de darle significado a tu vida y también de curar y transformar, de ayudarte a descubrir tu camino, y con él tus respuestas, de guiarte para encontrar tu paz interior, de saciar tu sed de amor y vaciar tu alma de resentimientos, para que sólo aniden los pensamientos sabios que la vida tiene para ti. Me encanta la paráfrasis que Wanda Hernández hace con el:

PADRE NUESTRO DEL BUEN HUMOR

“Padre nuestro que estás en nuestras vidas.

santificada sea tu risa,

venga a nosotros tu gozo,

hágase tu buen humor

así en la alegría, como en el dolor,

la sonrisa nuestra de cada día

ayúdanos a ofrecerla hoy,

y perdónanos nuestros malos humores,

así como cuando contagiamos con ellos a los demás,

no nos dejes caer en la tentación,

más líbranos de la apatía,

porque tuya es la gracia y el poder de la alegría

por todos los siglos.”

Amén.

Pero el mexicano que para todo aplica su genial sentido del humor, dice la siguiente:

ORACIÓN AL LICOR:

“Trago divino, trago adorado,

cuida mi intestino, el grueso y el delgado,

protege mi páncreas, beba lo que beba,

y que no sea esta noche mi última peda.

Mi hígado encomiendo a tu santo paño,

y que lo que estoy bebiendo, lo orine sin daño,

quítame la cruda, diarrea y jaqueca,

no me des agruras ni boca reseca,

ayúdame a encontrar mi ruta y mi camino,

porque luego no recuerdo ni donde chingados me orino.

Dulce licor, dulce tormento, que haces afuera… ¡VENTE PA’ DENTRO!

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