EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
¡ME ESCOGE A MÍ!
Por Ramón Durón Ruíz (†)
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Cuando me pongo a investigar sobre el ingenio popular, encuentro que “el ángel de la vida” anida en vox populi, como en aquella ocasión que: “Una afamada escritora ibérica ganadora del premio Planeta, fue entrevistada en una televisora, donde expresó que ‘murciélago’ era la única palabra en el idioma español -castellano que contenía las cinco vocales.
Un sabio lector, de nombre José Fernando Blanco, con gran agilidad mental envió la siguiente carta al periódico ABC.
“Carta al Director del diario ABC: Acabo de ver en la televisión estatal […a una escritora] diciendo que ‘murciélago’ es la única palabra en nuestro idioma que tiene las cinco vocales.
Mí estimada señora: piense un poco y controle su ‘euforia’. Un ‘escuálido’ ‘arquitecto’ llamado ‘Aurelio’ o ‘Eulalio’, no recuerdo, dice que lo más ‘auténtico’ es tener un ‘abuelito’ que lleve un traje ‘reticulado’ y siga el ‘arquetipo’ de aquel viejo ‘reumático’ y ‘repudiado’, que ‘consiguiera’ en su tiempo, ser ‘esquilado’ por un ‘comunicante’, de que cometió ‘adulterio’ con una ‘encubridora’ cerca del ‘estanquillo’ sin usar ‘estimulador’.
Señora escritora: si el ‘peliagudo’ ‘enunciado’ de la ‘ecuación’ la deja ‘irresoluta’, olvide su ‘menstruación’ y piense de modo ‘jerárquico’. No se atragante con esta ‘perturbación’ que no va con su ‘milonguera’ y ‘meticulosa’ ‘educación’ y repita conmigo, como diría Cantinflas: ‘¡Lo que es la falta de ignorancia…!”’1
Pues ese genial sentido de la vida lo poseía también a raudales, el tamaulipeco-neolonés Don Celedonio Junco de la Vega, que utilizaba los seudónimos de “Y Griega”, “Martín de San Martín”, “Ramiro Ramírez”, “Armando Camorra”, entre otros; quien gozaba de un ingenio mental excepcional para rimar impromptu. Su hijo Alonso, lo describe como “nervioso, cordialísimo, de plática vivaz, era pequeño, extraordinariamente pequeño, y llevaba (ocultándolo cuanto podía) un nombre feo, extraordinariamente feo [acerca de lo cual, como buen mexicano, riéndose de sí mismo, escribió]:
Dos cosas, para tortura,
me salieron del demonio:
tener tan corta estatura
¡y llamarme Celedonio!”2
Entre sus múltiples sonetos, se dio a la tarea de componer unos prescindiendo de las vocales -se llama lipograma cuando se omite intencionalmente, alguna letra del abecedario-, este es su “Soneto sin U”:
“Soneto me pedís en donde omita
la postrera vocal del alfabeto;
y en dos por tres pergeñaré el soneto
si no se llega a enmarañar la pita.
Nadie para tal obra necesita
estar de genio y de saber repleto;
basta paciencia y sale del aprieto
toda persona en el rimar perita.
¡Vanidoso! –exclamáis–, ante el sentido
del octavo renglón; mas yo no paso
por mote, a mi entender, inmerecido.
Vanidad, si la tengo, será acaso
en haberme de sobra conocido
para no pedir sitio en el Parnaso.”
Finalmente, y eso del ingenio popular, comento la ocasión aquella en la que el famoso escritor y humorista brasileño, Millôr Fernandes, en un programa de radio preguntó a los radioescuchas cuál era la diferencia entre un político y un ladrón, miles de respuestas llegaron a él, la más ingeniosa decía: [Ambos son igual de pillos, sólo que…] “Al político yo lo escojo y el ladrón… ¡ME ESCOGE A MÍ!”
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