Postración
El viejo mundo muere, el nuevo tarda en aparecer, y en ese claroscuro, surgen los Monstruos.
Antonio Gramsci
Observar el presente con ojos del ayer, inevitablemente nos lleva en algún sentido a la nostalgia. Y no necesariamente por el hecho de algún suceso destacado, sino por el simple anhelo de cosas sencillas y cotidianas que hemos perdido por la pandemia.
Bajo ese vaso conductor, es que me permitiré en esta entrega, platicarles un poco de aforismos que en la postración por el Covid-19 recurrí. Más allá de todo malestar físico y la preocupación por mis familiares, llamaron mi atención una serie de notas entre las cuales destacaban los efectos depresivos de la enfermedad.
Así que, con la voz cortada, recurrí a mi hermana, quien amablemente me atendía, y le pedí que fuera a mi biblioteca por los libros de Séneca, Marco Aurelio y Vincent Pale entre otros, es decir, los estoicos puros y duros.
La adversidad no me podía detener, el dolor por tener en cama a mis afectos me tenía que levantar, y a través de esas obras entendí que no solo es pararse por el simple hecho de vencer a la adversidad, más bien es para aprender de la debilidad y forjar un camino del carácter.
En ese interludio, me dolió leer que los suicidios en México alcanzaron niveles inéditos en 2020. Fueron 7,869 casos, el mayor registro en una década y un aumento de 9% respecto al año previo.
Por su parte, la Organización Panamericana de la Salud dijo este miércoles que 60% de la población sufre ansiedad o depresión en las Américas, al alertar sobre una «crisis de salud mental» en la región por la pandemia y urgir a los países a tomar medidas para paliarla.
Es decir, hay un grupo de personas, que por diversas situaciones deciden no emprender el camino que vence la adversidad.
Sin duda, estar postrado después de tener una agenda de 7 x 24 donde uno mismo se genera ocupaciones, porque se cree que así se llega al “éxito”, me terminó orillando a entender que el destino siempre llega a tiempo y la vida jamás se presenta tarde.
Hay que esforzarse, pero sin intentar alterar el ritmo de las cosas, hay que trabajar por darle sintonía a la vida, y que ese sí es un hecho permanente en nuestra álgebra cotidiana.
Pero tampoco caer en el victimismo, porque es lo fácil, aceptar la vida tal y como viene es lo verdaderamente difícil, que independientemente de las condiciones que uno tenga se debe aprender que somos los responsables tanto de la alegría como de nuestro sufrimiento.
Dichos autores me calmaron y me han ayudado a ir sorteando el duelo, entiendo que no se puede permitir que las paredes se cierren sobre uno, se tienen que controlar junto con las percepciones.
Dichas percepciones han de ser enfocadas desde humildad, y más cuando te ves debilitado.
En dicho tenor, persiste una frase de Ryan Holiday que me marcó, y se las comparto: “La humildad engendra aprendizaje porque contrarresta a la arrogancia que te enceguece. Te abre los ojos para poder ver cómo las verdades se van revelando ellas mismas e impide que te interpongas en ese proceso. ¿Sabes cómo puedes descubrir si alguien es realmente humilde? Creo que hay una prueba muy sencilla: la gente humilde mejora, porque siempre observa y escucha con atención. No supone que sepa cómo hacer todas las cosas.”
Solo desde la humildad del cuidado, del autoconocimiento, de la empatía, de la prudencia y de la diligencia es que podremos salir adelante tanto individual como colectivamente hablando de esta pandemia.
Un poco en términos de Murakami: Lo importante es ir superándose, aunque sólo sea un poco con respecto al día anterior. Porque si hay un contrincante al que debes vencer en una carrera de larga distancia, ése no es otro que el tú de ayer.
En definitiva, la forma en que respondemos ante la adversidad y dónde decidimos poner nuestra energía decide lo que en últimas lograremos. ¿Con lo que realizamos saldremos de esta postración social?