Suicidio energético
28 Oct. 2021
«Las fuerzas del mercado son sólo eso:
fuerzas… si las ignoras, las ignoras
a tu propio riesgo».
Arnold Harberger
El director de la Comisión Federal de Electricidad ofreció este 26 de octubre en la Cámara de Diputados una visión apocalíptica de lo que podría suceder si no se aprueba la reforma eléctrica del gobierno: «¿Cómo podemos permitir que destruyan esa empresa [la Comisión Federal de Electricidad]? ¿Qué podemos hacer si al término del sexenio no genera energía, porque va cayendo por marrullerías? ¿Se imaginan si nos quedamos sin la CFE?». Él mismo respondió: «Destruir el aparato construido con el esfuerzo de todos es el suicidio».
No hay razón, sin embargo, para pensar que tener un mercado abierto de electricidad sería un suicidio para México o para la CFE. La mayoría de los países prósperos, incluso aquellos que tenían empresas estatales de electricidad, se han ido moviendo a sistemas con competencia entre empresas. Lejos de dañar sus economías, han creado mejores sistemas, con electricidad más limpia y mejores precios. Un ejemplo notable lo vemos en Ørsted, la firma danesa privatizada que hoy opera en muchos países y ha sido considerada la empresa de electricidad más sustentable del mundo.
La contrarreforma eléctrica en México, en cambio, obligará al sistema eléctrico nacional a comprar primero la energía de la CFE, más cara y sucia, y eliminará los contratos de autoabastecimiento que cometen el pecado de generar electricidad más barata y limpia. Una de las consecuencias será elevar las tarifas de electricidad que pagan las empresas que tienen contratos con los generadores privados. Los políticos dicen que es injusto que estas firmas, como Oxxo o Walmart, paguen menos que los consumidores domésticos de alto consumo, pero lo justo sería bajar los precios que cobra la CFE en vez de subir los que pagan quienes han contratado electricidad privada más barata. Elevar artificialmente la electricidad de las empresas puede generar, de hecho, una escalada de precios en los productos que éstas venden.
La competencia impone disciplina en el mercado y obliga a los participantes a tomar mejores decisiones corporativas. El monopolio, en cambio, promueve que los directivos hagan lo que se les antoje, sin importar los costos. Bartlett, por ejemplo, modificó de manera unilateral el régimen de pensiones de la CFE, con un costo de 84,889 millones de pesos para la empresa, según el reporte anual de 2020. Aumentar de un plumazo las pensiones de los trabajadores le compra a Bartlett el respaldo político del sindicato, pero daña a la empresa y la vuelve menos competitiva. Quizá por eso el afán de eliminar la competencia.
¿Para qué quiere Bartlett que la CFE recupere el monopolio del mercado de electricidad? En su comparecencia de este martes dijo que una vez que se haga la reforma aplicaría una sola tarifa de electricidad en todo México. Esto, sin embargo, no tiene sentido. Es más fácil y barato llevar electricidad a algunos lugares y más complicado y caro en otros. Aplicar la misma tarifa a todos, sin considerar costos o problemas logísticos, no permite lograr el mejor uso posible de los recursos de ninguna empresa.
La reforma eléctrica no implica definir si queremos seguir el ejemplo de Lázaro Cárdenas o de Carlos Salinas, como ha dicho el Presidente. Más bien nos pone en la disyuntiva de si queremos aspirar a ser como Dinamarca o como Venezuela. Yo pienso que tratar de ser como Venezuela, con sus apagones constantes, sería el verdadero suicidio energético.
· EL AMASIATO
«Voy a ser un poco grosero», dijo a los diputados Manuel Bartlett: el fraude electoral de 1988 fue un «amasiato entre el PAN y Salinas de Gortari». Curioso. Un partido que no estaba en el gobierno y un candidato que no había llegado al poder hicieron un fraude que no pudo evitar el poderoso secretario de Gobernación que estaba a cargo de las elecciones.
@SergioSarmiento