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En la sala de un departamento, jarochos veneran a «La Madrina»

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E-Consulta Veracruz

Alberto Bravo construyó un templo en su honor en una colonia popular del puerto de Veracruz; asegura que «La Madrina» lo salvó

«No te preocupes, no va a pasar nada en  10 días él va a estar bien», le dijo Guadalupe a su hermana. 

Los médicos ya habían desahuciado a Beto cuando su tía lo ofreció a la Santa Muerte. Vomitaba todo lo que comía y su cuerpo parecía secarse sin que nadie pudiera explicarlo. Tenía solo tres años.

El 10 de mayo de 1983, 10 días después de que su tía habló con su madre, vomitó por última vez. De su cuerpo salió una lombriz negra muy larga que no paraba de retorcerse.

 

«Dice que ella alcanzó a recolectarla en un frasco y la llevó a varios laboratorios a que la analizaran, ningún laboratorio le supo decir qué era», narró Alberto Bravo.

 

Tan solo veinte días después, Beto, entonces de tres años, era un niño irreconocible, una «bolita». Su apariencia ya era muy diferente.

Chivería, una colonia popular de la zona norte del puerto de Veracruz, es testigo de la adoración que desde entonces Beto siente por «La Santísima«, a la que llama «madre».

El hombre, ya de 38 años, edificó un santuario en honor a «La Madrina» desde hace una década en la sala de su departamento.

«Yo en algún momento de mi vida le prometí que cuando yo tuviera mi lugar, mi espacio, mi casa, que yo le iba a dedicar un espacio a ella. El espacio iba a ser tan grande como ella quisiera que fuera», narró.

 

 

 

El santuario comenzó como un altar pequeño con una figura de tres centímetros que colocó sobre un clóset.

Su presencia se une a las historias urbanas de terror que existen en el puerto de Veracruz y refuerza los dichos populares sobre Chivería: «No vayas para allá de noche».

El ambiente lúgubre del Santuario de la Muerte cobra fuerza en el preludio de las festividades de Halloween y Día de Muertos.

Las imágenes de terror que Alberto proyecta en una pared del callejón Edgar Allan Poe cuando se acercan los últimos días de octubre cautivan a los vecinos de Chivería y atraen a los curiosos.

 

 

 

El santuario se encuentra adornado por 75 figuras de la Santísima. Su favorita: una muerte de 1.75 metros de altura, ataviada de negro, una oz en la mano izquierda y el mundo sobre la derecha.

Hasta 2020 eran 326, sin embargo, Alberto regaló más de 251 figuras debido a la falta de espacio en el lugar.

«Yo te puedo decir que de todas las imágenes que yo tengo solamente he comprado tres, todas las demás son regaladas o heredadas. Todo esto comenzó por mera devoción», aseguró.

 

HIJO DE LA MUERTE

«Ma, ma, ma», gritaba entre sollozos Beto cada que su madre lo llevaba al Mercado Hidalgo, ubicado en la zona centro del puerto de Veracruz.

Apenas hablaba algunas palabras, pero ya sentía conexión con la muerte, a la que veía en «La Santísima«, un local de productos esotéricos.

La sensación de amor y protección que sentía cuando veía imágenes de «La Madrina» creció paulatinamente, pese a que su madre se opuso varios años a esa cercanía.

Cuando ingresó al primer año de primaria, su tía Guadalupe, quien lo ofreció a la Santa muerte, se mudó a su casa en el puerto.

 

 

 

La mujer, quien vivía en TuxtepecOaxaca, simpatizaba poco a su familia por dos cosas: su adoración a la Santa Muerte y su lesbianismo. Sin embargo, la madre de Beto siempre la respetó.

 

«Cuál fue la sorpresa cuando ella llega con su imagen de la Santa Muerte», recordó.

 

– No te acerques ahí, no preguntes ¡no nada! – le decía su madre, quien trataba de alejarlo, pues tenía miedo a la muerte.

«Con lo que no contaba mi mamá es que mi tía se empezó a acercar a mí, me empezó a explicar, me empezó a instruir, entonces yo empecé a entender muchas de las cosas que a mí me sucedían», relató.

Guadalupe, quien ya falleció, le explicó a su sobrino que él era producto de un milagro de «La Niña Blanca«. Ese fue su primer acercamiento real con la muerte y desde entonces no dejó el culto.

 

 

 

«De repente se me empezó a dar todo, se empezaron a acercar a mí personas que eran devotas del culto y empecé a aprender más y más, fue algo como muy mágico», platicó.

 

Aunque su madre se opuso por años a esa relación y le rompía las imágenes que le regalaban, Beto afirmó que la muerte nunca dejó de buscarlo.

«Cuando mi mamá ya se empezó a dar cuenta que no podía, empezó a leer, a instruirse y a ver qué tan cierto era lo que la gente decía», compartió.

Actualmente, su madre, sus hermanos y sus hijos devotos de la Santa Muerte. Su pareja sentimental, quien falleció el 4 de mayo de 2021 también lo era.

– ¿Tú te consideras un elegido de la Muerte?

«Yo me considero su hijo, no un elegido, porque sería muy pretencioso de mi parte», aseveró.

De acuerdo con Alberto, la Santa Muerte le concedió muchos caprichos a lo largo de los 35 años que lleva adorándola. Con el pacto que su tía hizo, «La Santísima» le concedió dones, dijo.

«Mi don es con el tarot, yo lo abro y te puedo decir cosas que no te imaginas sin conocerte».

 

 

 

Chivería llegan a buscarlo personas de todos los sectores. Que «La Santa» solo es de los pobres y los delincuentes es un mito, aseguró Beto.

«Devoción por la Santa Muerte la hay en todos los niveles sociales, no solo en la gente pobre o marginada», expresó.

Lo buscan desde mujeres que quieren embarazarse, personas enfermas o que necesitan dinero y hasta quienes desean usar a la muerte como un arma para matar. A los últimos prefiere no atenderlos.

 

Visiones que se cumplen 

«¡Tenías razón! ¡Tenías razón! Siempre tuviste razón», le gritaba Karina frente a un puñado de 70 personas. La joven se aferraba al ataúd de su madre. Su llanto se escuchaba a varios metros.

Era 1998 cuando Beto le leyó al tarot a su amiga, cuando ambos estudiaban el tercer de año secundaria.

Las cartas no mintieron: su madre enfermaría pronto y con una agonía extensa moriría sin remedio. Cuando Beto se lo dijo, Karina lloró loca y desesperadamente.

Por los gritos que Karina daba, su madre salió de su estética, que se ubicaba en la calle Sánchez Tagle, entre Circunvalación y Calle 1.

– Chamaco, deja de estar espantando a mi hija, tú que le crees, hija, eso nada más lo ve y lo decide Dios – dijo la madre de Karina.

Beto recordó que sintió horrible cuando seis años después llegó al Panteón Jardín al entierro de la señora. Todo pasó tal como lo predijo.

 

 

 

Otra de las visiones que tuvo se cumplió apenas hace seis meses, cuando su esposo Franco Rivera falleció.

«Hace año y medio, en una lectura de cartas, salió que él tenía un problema en el estómago, que tenía una bacteria», rememoró.

Aunque Franco también creía en la muerte, hizo caso omiso y cuando decidió al médico su estómago ya estaba invadido por el cáncer.

Pese a que intentó ayudarlo espiritualmente fue imposible. Las cartas dijeron que ya no había nada que hacer.

 

 

 

«Seis días antes de que él muriera, que también es devoto, soñó con la Santísima y dice que le dijo en el sueño que el tiempo de él se había acabado.

El tío de él le dijo en el sueño que por favor, que le diera chance otro tiempo, cuando menos un año más y ella en el sueño le contestó que no, que ya le había dado año y medio, que su tiempo se había acabado y que él ya se tenía que ir».

 

Algo natural

El culto a la muerte es algo natural para Alberto, pese a que doctrinas como el catolicismo y el cristianismo califican su adoración como satánica.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el culto a la muerte como se practica actualmente surgió a mediados del siglo XX.

Sin embargo, la muerte ya era parte de los pueblos mesoamericanos que adoraban a Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, señor y señora del Mictlán, la región de los muertos según la cultura azteca.

 

«Son nuestras creencias originales, son nuestras creencias reales, entonces yo te puedo decir que para mí esto es muy natural.

 

Yo te puedo decir que hay muchos libros que se basan en estos temas, en como las antiguas civilizaciones adoraban o les rendían culto a los seres de la muerte», comentó.