IZQUIERDA TRICOLOR E IZQUIERDA DEMOCRÁTICA
Uriel Flores Aguayo
En realidad se habla poco de las definiciones ideológicas en los partidos mexicanos, normalmente eluden tomar posiciones en ideas. A diferencia de la mayoría de países, claramente en América Latina, donde se nombran de izquierda o derecha con absoluta normalidad, incluyendo los matices respectivos. Entre nosotros, conforme a rasgos culturales profundamente arraigados, se utilizan eufemismos o vulgar retórica a la hora de tener que definirse. Habrá que hacer un esfuerzo para contribuir, así sea un grito en el desierto, con planteamientos serios y sustentados que alienten el debate.
Se habla de izquierda y derecha desde la revolución francesa en 1789, evolucionado hasta nuestros días en múltiples formas y pasando por fenómenos expansivos después de la Segunda Guerra Mundial. Todos los que decían impulsar cambios con sentido social eran asumidos como gente de izquierda en forma genérica aunque muchas veces se trataba de movimientos de corte caudillistas o de meros ajustes de poder. Para efectos similares decir izquierda y derecha es casi equivalente a decir progresista y reaccionario o conservador y liberal o demócrata y republicano. Pensar que la izquierda solo tiene que ver con las revoluciones reales o imaginarias es un grave error histórico que lleva a confundir las coyunturas nacionales y la ruta propia. Esa izquierda épica siempre es testimonial, en la oposición y en el poder, y repelente a la democracia.
Es evidente que vivimos una crisis de ideologías en los partidos mexicanos, todos se parecen y dicen ser lo que no son. En ellos predomina el pragmatismo. Su ausencia de vida propia y debates internos, así como el rechazo a los pensadores, los hace organismos muy pobres conceptualmente. Tenemos a un partido verde que apoya todo lo que lastime el medio ambiente, a un partido del trabajo que dirige una sola persona, a un partido de la revolución democrática que depende electoralmente de un partido de derecha, a un movimiento ciudadano que tiene pendiente definirse y a un morena en el poder que promueve la concentración de poder y apoya dictaduras. El panorama es contradictorio pues cualquiera pensaría que estando en el Gobierno una fuerza que, al menos, se autonombra progresista las causas de justicia se verían beneficiadas; eso no es así, lo más igualitario, que son los programas sociales, resultan tan clientelares y asistencialistas como siempre.
Es hora de aclarar la realidad de las tendencias políticas e ideológicas de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Es oportuno por esa tentación mexicana desde los tiempos del PRI, actualizada con Morena, de justificar el inmovilismo democrático interno con la exaltación de las supuestas cualidades de esos países. En realidad es un intercambio de favores para marcar una raya con los EEUU. Así como estuvo Fidel Castro en la toma de posesión de Salinas, igualmente se otorga un inmerecido espacio al actual presidente cubano. Todo para cubrir el tenue frente interno pero sobre todo para enviar mensajes de independencia al gobierno gringo. Los gobiernos de esos países no tienen nada de revolucionarios o de izquierda, ahora son aparatos conservadores que reprimen a quienes luchan por cambios. Han terminado en dictaduras.
En este contexto mexicano hay que seguir buscando alternativas, no importa que en muchos casos sean utopías, a partir de las ideas y el diálogo, respetándose la pluralidad y la condición ciudadana. Estando en el poder una fuerza que heredó algo de las izquierdas mexicanas habrá que ser más exigentes con ellos, mucho más que si se tratara de un gobierno derechista. Esto es así por el gravísimo daño histórico que provocarían si fracasan y defraudan la confianza de la gente. La alternativa a las izquierdas autoritarias y caudillistas no es otra que la izquierda democrática en las formas posibles. Esa búsqueda no solamente es partidista y electoral, incluye a la ciudadanía y a sus organismos.
Recadito: se va este Cabildo sin pena ni gloria.
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