El domingo siguiente a la Navidad, celebramos en la liturgia católica la fiesta de la Sagrada
Familia. El evangelio que escuchamos es el de San Lc 2, 41-52 que nos describe un
momento de la Familia de Nazaret. Aquella experiencia difícil que vivieron María y José
cuando perdieron a su hijo Jesús porque se quedó en Jerusalén. Esta fiesta de la Sagrada
Familia nos da la oportunidad para reflexionar brevemente sobre el proyecto que Dios nos
ha revelado sobre la familia.
La familia es una realidad maravillosa desde el punto de vista humano y natural. La familia
se entiende como la “célula básica de la sociedad” y es además la “escuela más importante
de la vida”. Cuando se trata de la familia cristiana tiene la función de ser como una pequeña
iglesia, le llamamos “Iglesia doméstica”, es decir la Iglesia de la casa.
Quienes hemos tenido el privilegio de crecer dentro de una familia, sabemos por
experiencia de las bondades y riquezas que hemos recibido por habernos desarrollado
dentro de una familia.
LA FAMILIA CÉLULA BASE DE LA SOCIEDAD. Así como el tejido del organismo está
formado por varias células, así también la sociedad está compuesta por pequeños núcleos
familiares. Y como el organismo es sano cuando sus células lo están, así también la
sociedad está sana y sólida cuando las familias son moralmente sanas y sólidas, cuando
las familias están bien integradas. Por el contrario cuando la sociedad no tiene familias
sanas entonces enfrenta una grave enfermedad que amenaza su existencia.
LA FAMILIA ES LA ESCUELA MÁS IMPORTANTE DE LA VIDA. En la familia es donde
aprendemos las nociones fundamentales de la convivencia humana y de la civilidad. Allí
aprendemos valores y virtudes como el amor, la comprensión, la tolerancia, el perdón, el
diálogo, el espíritu de sacrificio, la honestidad, el sentido del deber, el respeto por la palabra
dada, el amor al trabajo, la responsabilidad, el respeto, etc. Cuando una familia descuida
estas enseñanzas, estamos ante una familia que ha fracasado en su misión y como
consecuencia causa daños irreparables en relación con sus hijos. Si uno no aprende a vivir
ciertos valores en familia difícilmente los aprenderá fuera de ella.
LA FAMILIA IGLESIA DOMÉSTICA. Junto a los valores humanos ya señalados, cada
familia está llamada a transmitir también los valores religiosos. Dado que la religiosidad es
un componente fundamental en la persona. Los padres son para los hijos los primeros
educadores de la fe y de la práctica religiosa. En familia se nos enseña a conocer a Dios, a
practicar la oración, a observar los mandamientos divinos y a frecuentar la Iglesia. Esta
tarea de los padres es insustituible.
Para que la familia pueda ser todo esto, es necesario que viva de acuerdo al proyecto de
Dios, es decir que se organice en función de la voluntad de Dios y de su proyecto sobre el
ser humano. El proyecto de la familia empieza con el matrimonio entre un hombre y una
mujer.
El matrimonio entre un hombre y una mujer es el origen de la familia. Forma parte del
proyecto de Dios que la familia se constituya desde el matrimonio y que sea indisoluble
(Cfr. Mt 19, 6); de otra manera la base sobre la que se construiría la familia sería frágil,
precaria y estaría sujeta a las mutaciones y a la inseguridad del corazón.
Amor exclusivo y total. Es parte del proyecto de Dios que el amor que une al hombre y a
la mujer en la familia, sea absoluto, total, único y exclusivo. La Biblia dice: “dejará el hombre
a su padre y a su madre… y los dos serán una sola carne” (Gn 2, 34).
Los esposos son colaboradores con Dios en la transmisión de la vida. Es voluntad
divina que los esposos estén abiertos a la apertura y acogida de la vida. “Sean fecundos y
multiplíquense” (Gn 1, 28). De esta manera, los esposos están llamados a cooperar en la
obra creadora de Dios, siendo procreadores, con sentido de responsabilidad y con
generosidad.
Comunidad de vida y amor. Es voluntad de Dios que la familia sea una comunidad de
personas que vive y realiza la comunión de amor entre sus diversos miembros.
Este día en que celebramos a la Sagrada Familia, encomendémosle a todas nuestras
familias para que el testimonio de San José y de María ilumine todos los hogares de modo
que también en ellos los hijos crezcan en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios y
de los hombres, es decir, los hijos encuentren un ambiente apropiado para desarrollarse y
crecer en forma armoniosa.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Director Oficina Comunicación Social
Arquidiócesis de Xalapa.
Foto de entorno político.