Ventana del soneto.

Vientre de arcilla que moldea mi boca,
cabellera de fuego va a mi pecho,
ojos de miel que brillan al acecho,
el temblor de tus manos me provoca.

El viento va fugaz porque te toca,
eres el paso de un camino estrecho
en el abismo hondo de mi lecho
y ruedas sobre mí como una roca.

Voy hasta el centro de tu alta sombra,
tu corazón se agita y se percata
que muere en ti el silencio que me nombra

como lluvia que vierte luz de plata
como rayo que cruza y que te asombra
como tu vientre que me incendia y ata.

Por Manuel Antonio Santiago. Foto de Víctor León.