POR LA VERDAD Y LA CONFIANZA
Gracias Don Enrique, por su invaluable amistad
Dra. Zaida Alicia Lladó Castillo
El día de ayer me consternó el saber del fallecimiento de Don Enrique Olivera Arce, en la ciudad de Mérida, Yucatán. Una persona muy inteligente y querida en el gremio periodístico del Estado, testigo critico -por muchas décadas-, de los acontecimientos sociales y políticos de la entidad. Quizás a mí no me uniera -como a otros amigos- una amistad lejana en el tiempo, pues le conocí en el año 2011 cuando fundamos Otero Ciudadano -Felipe Hakim, Alfredo Bielma, Carlos Luna y su servidora-, lo que nos dio la oportunidad de compartir experiencias y objetivos comunes en ese proyecto de participación de la sociedad civil veracruzana, en donde se pudo reunir respetables personalidades del sector económico, social, académico, periodístico y político del estado, espacio que  desde hace algún tiempo encabeza espléndidamente Leonor de la Miyar. Y una de las personas con quien mejor congeniara era Don Enrique Olivera.
Desde que lo empecé a tratar siempre fue evidente que teníamos diferentes percepciones. El siempre me calificó como una mujer de “exacerbado priismo”, y no lo negaba, porque siempre le aseguraba que dentro del PRI -como en todos los partidos-, había gente perversa pero también gente positiva y de buenas intenciones. Y que yo me consideraba estar entre los segundos. Pero también le decía, que le ubicaba como un hombre crítico, pero con una visión muy sesgada hacia la izquierda radical y que también ello hacía que se perdiera objetividad en lo que se decía o escribía. Pero, aun con nuestras visiones tan disímbolas, nos unió una sincera amistad, que siempre agradeceré, porque estuvo basada en la confianza y el respeto.
Pero Don Enrique, me distinguió con algo más, el ser alguien a quien, desde su aislamiento en el estado de Yucatán, le pudo decir – en los últimos días de su vida-, lo que pensaba, y como se sentía, al no poder como fuera su deseo, estar junto a su familia, sus verdaderos amigos y en su estado de Veracruz.
Y ello aconteció, cuando a inicios del mes de marzo pasado, le enviara -para su publicación en el portal de Pulso Critico de su autoría-, mi artículo titulado: Roxana Kreimer: El feminismo científico, recibiendo su respuesta el 12 de marzo, con un mensaje que hoy me permito compartirlo, -tomándome esa libertad y haciéndolo con el mayor respeto-, porque percibí en su contenido una gran nostalgia en cada línea , especialmente hacia el periodismo crítico y objetivo, una gran tristeza de ver que ese profesionalismo se perdía y una gran decepción hacia quienes, suponía, no lo entendían:
“Magnífico trabajo, con el afecto de siempre respetuosamente le saludo desde la ciudad de la paz deseándole mucha salud y larga vida. Sigo anclado en Mérida, la pandemia y problemas de salud me han impedido viajar, ver a mi hermana, amigos en Xalapa y saludarle personalmente. Por cierto, le comento que mi círculo de amigos en Veracruz se ha ido reduciendo a consecuencia del covicho y los pocos que quedan me están dando la espalda por mi actitud crítica para con un periodismo que juzgo caduco y que ya no responde al bien común de los veracruzanos. En el seno de la Asociación de Comunicadores de Veracruz «Froylán Flores Cancela», de la cual soy cofundador ya no soy grato, me llaman provocador, congelándome en un clima de censura e intolerancia que pesa más que un hipócrita rasgado de vestiduras en torno a la defensa de la libertad de expresión. Le comento esto porque siempre, pese a nuestras diferencias y posicionamientos políticos, me trató con consideración y respeto, rara virtud en una sociedad cuyo deterioro espiritual va en picada arrastrando consigo al periodismo, noble oficio que debería jalonar un esfuerzo serio por reencontrar el camino.
Desde mi retiro observo a un Veracruz postrado, viviendo una crisis estructural que nadie acepta como tal. La desigualdad, pobreza, desempleo, violencia y pérdida de expectativas de crecimiento y desarrollo ya es un denominador común a lo largo y ancho de la entidad. Veracruz marcha a la zaga en el esfuerzo nacional de transformación y la prensa insiste en querer ver lo que intereses creados quieren que vea, destacando lo negativo y guardando silencio en torno a lo positivo generando en los lectores un pesimismo paralizante. En el orden de prioridades de periodistas y medios de comunicación pesa más la politiquería electorera que la construcción de una auténtica política de reconstrucción y recuperación del rumbo perdido. A la distancia tengo la impresión de que en tanto los partidos políticos han venido a menos, son los medios de comunicación los que pretenden suplirlos imponiendo una pésima agenda que nada tiene que ver con el bien común.
Perdóneme por este desahogo. Le reitero mi consideración, respeto y amistad.

Y yo me permití contestarle el 20 de marzo, lo siguiente: “Don Enrique. Yo creo que habla mucho de la calidad de las personas, cuando se privilegia el respeto entre las mismas. Como bien dice, usted y yo quizás tengamos diferentes percepciones, pero en el fondo se privilegia el reconocimiento y el respeto. En lo personal yo siempre le he valorado como una persona crítica pero objetiva, a quien le aprendo. Como, así mismo, le agradezco siempre su atención de publicar mis modestas colaboraciones. Espero que Dios le conceda buena salud y cuando venga a Xalapa, me dará mucho gusto saludarle. Reciba un abrazo”.
Y el mismo día se despedía de su servidora, contestándome: “Gracias por su invaluable amistad. Sus palabras me reconfortan. Saludos”
Y ¿por qué he descubierto hoy estos comentarios?, mismos que bien podrían quedar en la reserva. Porque, desde el momento que supe de su fallecimiento, me llené de una gran tristeza y me sentí con la obligación moral de darlos a conocer, porque siento que en cada línea tiene un reclamo, pero también describen una gran verdad. Verdades que, seguramente, él quería que se supieran y que pudieran ser útiles para perfeccionar la noble misión del periodismo, el mismo que decía, “necesitaba reencontrar el camino”.
A Don Enrique Olivera Arce, lo vamos a extrañar recordándolo, primeramente, como la persona auténtica, leal y de convicciones, mismas en las que creyó firmemente y siempre defendió y, como el periodista interesado en describir la cruda realidad de nuestro entorno, preocupado además, por recuperarle a esa noble profesión su verdadero sentido y utilidad a favor de la sociedad.
Mis oraciones por su descanso y para su familia mi más sentido pésame.