¡A huevo! Segunda entrega.
Marco Aurelio González Gama
A propósito de la debilidad que ustedes conocen tiene este escribano por el huevo, leía en la sección de comida de El País llamada ‘El Comidista’, un divertido y a la vez entretenido y provocador artículo sobre la controversia que hay entre millones de españoles por el huevo guisado en una de sus presentaciones más peculiares. «Muerte a la puntilla: por qué el huevo frito está mejor sin ella», en donde la autora Mónica Escudero (28 de abril de 2022), hace un descarnado ataque a la presentación del huevo frito español, para nosotros estrellado, que consiste en comerlo con las orillas de la clara doradas, a punto de tueste, diría yo, en donde el gran secreto es que la yema salga líquida. La columna tiene una introducción maravillosa, se adentra en los inicios históricos de la preparación de este rico alimento: «En el mundo se comen huevos fritos desde que se domesticó a las gallinas, se empezó a extraer aceite de los olivos, ambas cosas coincidieron en el espacio y a alguien le entró hambre (como casi todo lo que comemos, diría: fruto de una combinación de gazuza, disponibilidad, curiosidad y casualidad). En este caso parece que los fenicios fueron los que sacaron el genoma creativo a pasear y allá por el año 1000 a.C. perpetraron el primer huevo frito. La primera referencia escrita que aparece al respecto fue de Averroes, un filósofo árabe que ahora mismo también sería mandado de paseo a la hoguera por los devotos del virgen extra, ya que recomendaba usar mucho aceite de oliva de poca acidez». ¿Cómo ven esta introducción al tema huevuno?, sensacional, ¿no? Los invito a buscar la columna de la señora Escudero. El que escribe también prefiere el huevo estrellado un poco tierno de la clara, y con la yema líquida. Su combinación perfecta son las papas fritas, bastones, de corte grueso, los famosos huevos rotos de Lucio. Y al igual que Mónica, un servidor también disfruta mucho al producto de la gallina: desde los clásicos pasados por agua o cocidos, duros y rellenos, en tortilla, omelet, escalfados, divorciados, veracruzanos, con chorizo, longaniza, tocino y jamón, revueltos con crema y perejil, o a la cazuela… Estrellados acompañados de un buen pan son una delicia, o sobre un arroz rojo. Y hasta aquí porque ya me dio hambre. Coman huevos.
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