Con ímpetu propositivo.

Por vaivenes tanto laborales como personales, había dejado de escribir; la verdad es que lo estruendoso de los daños dejados por la pandemia, y los reacomodos en los sistemas tanto político como económico, me generaron algo que habría de ser impensable para un catedrático universitario, como es una especie de apatía sobre algunos aspectos de la vida pública.

Si bien, con disciplina y mucha convicción, continúo motivando a mis alumnos en clases, para que participen en las actividades tanto universitarias y públicas; también es cierto que me sustraje de escribir en los medios de comunicación, que amablemente me abren sus espacios, desde mi estadía como estudiante de licenciatura, en donde solía redactar una columna de opinión semanal.

Hoy la retomo a sugerencia de un amigo y de mi padre, aunque no es sencillo, más cuando últimamente la política que era entendida como la ciencia de lo posible, ha dejado de ser un lugar para hallar puntos de encuentro, a fin de resolver los asuntos públicos, volviéndose un cuadrilátero que deja paralítico e incoloros muchos de los esfuerzos de avance colaborativo.

Así, que los problemas estructurales de nuestro pueblo se agudizan, los frentes políticos se posicionan en dos puntos lejanos de entendimiento, lo cual pareciese que ineludiblemente nos puede llevar a un bipartidismo de facto, aunque representado en frentes políticos rumbo a las elecciones venideras.

En materia económica, tenemos un “súper peso” acompañado de bajo crecimiento e inflación, que impacta en el poder adquisitivo de los hogares, alargando la cuesta en las quincenas para poder adquirir los bienes y servicios de conveniencia en el grueso de la población.

Esos problemas no son la primera ni la última vez que se presentan, sin embargo, hay que ver la voluntad política para salir lo menos dañados posible. Sin embargo, en esta sociedad donde todos somos hiper exhibidos y todo anhelamos con inmediatez la prosperidad, cualquier esfuerzo que comienza no perdura en el tiempo.

Atendiendo a lo anterior, el evento social que ayer nos dolía, hoy ya no existe, algún meme o noticia mediática a acaparado toda nuestra atención, alejándonos de las cosas verdaderamente importantes.

El concepto de sociedad liquida del filósofo social Bauman, impacta en todos los esfuerzos acuciantes de nuestro tiempo, lo que implica altos niveles de ansiedad y bajos niveles de productividad neta de cada uno de nosotros.

Pero retomando la idea central, vuelvo a presentar opiniones que en corto con mis afectos expreso. Ante ello, he decido que comentaré sobre libros, cine, arte, historia, economía y derecho. Es decir, aquellos temas de la vida cultural, como terapia para superar la decadencia política, de manera práctica para conocer el mundo y mejorarlo.

Ya que gran parte de la aflicción que sentimos se debe a que reaccionamos por instinto en lugar de que actuemos con deliberación consciente.  Reaccionamos en las sombras. Tomamos como certeza impresiones que aún debemos someter a prueba. No hacemos una pausa para ponernos nuestros anteojos y mirar con claridad.

Y respecto a los asuntos públicos hay que participar proactivamente, ya que, en principio, la política no es batalla sencilla–como aducía el Tuxpeño Reyes Heroles- “las luchas fáciles no son luchas, son trampas”, así que inhibirse o temer a los cambios, será ignorar que toda época es, en el fondo, época de transición, puente entre lo que tiende a acabarse y aquello que está naciendo, que tiende a surgir.

En ese nuevo surgir que se está configurando en el país, aquellos de integro proceder debemos participar y hacerlo nuestro para trascender a través el ímpetu propositivo.