El diácono de la iglesia aseguró que la purificación del lugar era necesaria, pues «se faltó al respeto al templo, a Dios y a la vida de nuestros hermanos».
Luego de un trayecto de casi siete horas, el cortejo fúnebre de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar llegó a la comunidad de Cerocahui, en la sierra Tarahumara.
Un par de minutos después de las 16:00 horas -tiempo de Chihuahua-, dos grupos de pobladores, uno de hombres y otro de mujeres, cargaron los ataúdes con los cuerpos del padre Gallo y del padre Morita al interior del templo de San Francisco Javier.
Los féretros los colocaron frente al altar y, para que no estuvieran en el piso, los subieron a un par de bancas; adelante colocaron sus retratos, encima un arreglo floral y atrás pusieron cruces y un par de banderas blancas.
Los religiosos esperaron unos minutos a que siguieran llegando quienes acompañaron la caravana desde Creel, donde partieron tras una misa pasadas las 09:00 horas, y es que la lluvia que cayó en gran parte del recorrido y que arreció a la llegada retrasó el convoy.
Enseguida, Martín Cadena, gobernador indígena de Cerocahui, dirigió, en su lengua tarahumara, unas palabras a la comunidad.
De inmediato, el diácono Esteban anunció que, antes del rosario, purificarían el templo porque ahí se asesinó y se llevó los cuerpos de los sacerdotes jesuitas.
“De aquí se los llevaron, muertos a balazos y aquí vamos a hacer un ritual de purificación, se deshonró, se violentó, se faltó al respeto al templo, a Dios y a la vida de nuestros hermanos, con este ritual vamos a bailar, echar incienso para que todo ese mal y todo ese odio que hay se vaya.
“Para que el bien vuelva, para que el de arriba nos ayude y le ayudemos a él a que todo esto venga para la paz y Cristo, que pasó lo mismo que pasaron los padres, nos va a ayudar con su luz, con su amor para que podamos pasar este día bonito”, enfatizó.
Unos minutos después, realizaron el rito.