Manuel R. Uruchurtu, único pasajero mexicano con boleto de primera clase a bordo del Titanic

Por Jorge Díaz Bartolomé

En 2015 visité la hacienda de Nuestra Señora de los Remedios en Pacho Nuevo, en el recorrido por la casa me percaté de una fotografía antigua de una boda en la capilla del lugar; le pregunté a la propietaria de la hacienda Marisa Moolick quiénes eran los contrayentes que aparecían en la foto, me dijo que era la boda de Amparo Uruchurtu Caraza, hija de don Manuel Uruchurtu Ramírez, único mexicano con boleto de primera clase a bordo del Titanic, acompañado de don Manuel Gutiérrez Joffre, fechada el 28 de abril de 1928. Dos años después encontré en la oficina de la Editorial Página 4 un recorte del periódico Excélsior en el que Guadalupe Loaeza hacía mención de los últimos momentos que vivió Uruchurtu en aquella trágica noche del 14 de abril de 1912 en la que el Titanic se partió en dos, después de haber golpeado un iceberg aquella noche fría. La historia del artículo la transcribo íntegra:

«Como viajero de primera clase y en su calidad de legislador por su país y en misión oficial (tal y como fue registrado en la lista de pasajeros), un señor joven, muy bien vestido, de ojos grandes y particularmente oscuros, ya estaba a bordo de la lancha salvavidas. El destino quiso que se subiera en la que tenía la letra «C». Era la última de las escasas veinte que por error habían previsto para los 2,200 pasajeros.

“¡Ya no hay un sólo lugar!, gritó de pronto el oficial James P. Moody frente a la multitud de pasajeros desesperados por salir de aquel infierno. En efecto, entre mujeres, niños y hombres, la pequeña embarcación estaba a reventar. Literalmente no cabía un solo alfiler. Por fin la barca estaba a punto de ser lanzada a estribor a las 12:20 am hacia el mar, cuando súbitamente algo la hizo pararse. Una de las reatas se había enredado con una de las láminas, a punto de desprenderse del casco del enorme barco que pesaba 42,185 toneladas y medía 269 metros de largo. Por más que los marineros hacían grandes esfuerzos por defenderla, no lo lograban; frente a los que ya estaban embarcados en la lanchita, seguían llegando más y más pasajeros suplicando que los salvaran a ellos también.

“Please, help me! Help me!, gritaba una mujer con los brazos extendidos, sus gritos denotaban una desesperación conmovedora, tanta que el joven pasajero la miró con compasión. La señora lo advirtió y acercándose lo más cerca posible hacia la barca, se dirigió directamente a él: «señor, mi marido y mi hijo me esperan en Nueva York, ayúdeme por favor, no me han permitido subir a ninguna lancha porque soy pasajera de segunda clase», le rogó con las lágrimas en los ojos. Atrás de ella se escuchaba la música Nocturno, Opus 9, No 2 de Chopin, interpretada por el cuarteto de cuerdas que no dejaba de tocar la música en ningún momento.

“Al oír sus gritos y ante la imposibilidad de que la mujer abordara en la barca, en un acto de inusitada «caballerosidad», más que de heroísmo, el Legislador de los ojos oscuros se pone de pie y decide desembarcar cediendo el lugar a Mrs. Elizabeth Ramell, nacida en Inglaterra y casada con un norteamericano residente en los Estados Unidos. El oficial no lo podía creer: Are you sure, Sir?, le preguntaba en tanto lo ayudaba a salir de la lancha.

«Remember, there is not any more safe boats, le recordaban los demás. El pasajero caballeroso estaba más que consciente que con este acto arriesgaba su propia vida, sin embargo, conociéndose como se conocía, y no ignorando que no hubiera podido salvarse con tranquilidad sabiendo que esa pobre mujer nunca más volvería a ver a su marido y a su hijo, le dijo con todo respeto, en tanto le daba el abrazo para que ocupara el lugar que le dejaba: “Sólo un favor: en la primera oportunidad que vaya a México, le suplico que busque a mi familia y le narre todo lo que ha sucedido aquí. Mi nombre es Manuel R. Uruchurtu”.

No obstante, el extracto antes mencionado del libro “El Caballero del Titanic” de Guadalupe Loaeza y a pesar de ser conmovedor, resultó falso. Les platico: en 1985 se realizaron una serie de eventos en el Museo de Historia Natural de San Diego, en el marco de la exhibición de los vestigios recuperados del barco, en aquella ocasión la escritora presentó su libro; al ser cuestionada por un periodista estadounidense sobre la veracidad de la información vertida en su libro, le recomendó leer la carta que manda el autor de la biografía de Ramell a la Enciclopedia Titánica*. Al terminar la presentación de su libro, a Loaeza no le quedó más remedio que desmentir la historia publicada en su libro, agregando que sus fuentes no refieren nada respecto a lo que pasó aquel 14 de abril de 1912 y tampoco se hace mención alguna de Uruchurtu. Agregó que durante más de 30 años los familiares del diplomático mexicano, especialmente Alejandro Uruchurtu, han dicho que Manuel cedió el lugar a una mujer llamada Elizabeth Ramell Nye para salvarle la vida. -Xalapa Antiguo.

*La Enciclopedia Titanica describe información detallada de Elizabeth Rammell y los hechos ocurridos:

https://www.encyclopedia-titanica.org/titanic-survivor/elizabeth-nye.html

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