Y que me pone a pensar Adriana
Marco Aurelio González Gama
Adriana, por rigurosa discreción y protección de datos personales no revelaré sus generales, solo diré que es una muy estimada amiga a la que que me une una relación inter familiar que abarca, sin exagerar, toda la centuria pasada y lo que va de la presente. Y traigo a mi amiga a colación porque, a propósito de mi columna anterior en la que toqué el tema del majestuoso puente de Alvarado, a través de un mensaje de WhatsApp me preguntó, como no queriendo la cosa: «¿seguro ya no te acuerdas de la panga de Alvarado? Ante semejante pregunta que, confieso, me agarró en curva, igual, como no queriendo la cosa me puso a pensar (aunque no lo crean) y por momentos a dudar de mi memoria. No estaba muy claro entre mis recuerdos el registro de tal artefacto de navegación en la desembocadura del «río de las mariposas». Luego entonces de inmediato se echó a andar la maquinaria mental, saqué la pala y el pico y me metí a escarbar en los a veces complejos y recónditos circuitos de mi cerebro. Lo primero que hice fue preguntarme cuándo había sido la primera vez que fui al sur del estado, puse la mente en retrospectiva y me situé en el año de 1970, durante la campaña presidencial de Luis Echeverría Álvarez. Mi padre, que se dedicaba a la política activamente en Córdoba, nos llevó a mi madre y al que esto escribe en un largo viaje al famoso Puerto México, hoy Coatzacoalcos, para encontrarnos con la comitiva que acompañaba al que poco tiempo después, a partir del primero de diciembre, se convertiría en el presidente de México. Hasta ahí todo estaba más o menos claro, pero aún seguía teniendo muchos huecos secuenciales, persistían algunas dudas, como por ejemplo si en aquella ocasión habíamos pasado por una panga en Alvarado en la ruta hacia nuestro destino. Y ni modo, me tuve que poner a googlear e investigar cuándo se inauguró el puente de la generosa, noble y heroica ciudad de Alvarado, resultando que data del año de 1963, fue inaugurado por el presidente López Mateos, o sea que la mentada panga ya no me tocó. Es toda una historia la de este puente, por cierto, pero esa es otra historia que ya contaremos con mayor detalle en otra ocasión. Y volviendo a las pangas, en algunos viajes que tuve la oportunidad de realizar en plan familiar, sobre todo por la cuenca del Papaloapan, siendo un infante me tocó cruzar algunos ríos encima de esas gigantescas plataformas que lo mismo transportaban personas, vehículos y maquinaria pesada, lo que era toda una aventura a experimentar. Y bueno, por el momento hasta aquí llegamos con la colaboración, todavía con la cabeza girando a mil revoluciones por minuto. Gracias Adriana por ponerme a pensar, a recordar y a revivir imágenes del pasado. Recorrer el largo camino de la vida a través de la memoria es, tal vez, uno de los ejercicios mentales más extenuantes, que requiere de mucho esfuerzo y poder de retrotracción en el tiempo.