Mientras el izquierdista se corre al centro y hasta se muestra religioso, el derechista recibe apoyos de figuras internacionales.
El candidato a la presidencia de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, identificado con la izquierda, fue criticado cuando escogió a Geraldo Alckmin como su compañero de fórmula. No sólo se trataba de un viejo político conservador que había sido su rival sino que, en 2016, había apoyado la destitución de la entonces presidenta Dilma Roussef, sucesora y aliada de Lula. Y si en los comicios de junio, en Colombia, Gustavo Petro había llevado como aspirante a la vicepresidencia a una mujer negra del ala izquierda, a pesar de que las encuestas le daban una corta ventaja, y ganó, Lula en cambio no parecía necesitar una ampliación de su base de apoyo, porque iba alrededor de 15 puntos por delante de su adversario, el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, a pesar de lo cual estaba tendiendo puentes hacia la derecha.
Resulta que Lula olfateó el panorama electoral mejor que sus críticos y su decisión estratégica de cimentar su apuesta sobre una coalición que abarca desde la extrema izquierda hasta el centro y la derecha moderada hoy ante la polarización del país se demuestra no sólo necesaria para tener éxito, sino indispensable.
En la primera vuelta electoral del 2 de octubre, Bolsonaro obtuvo un resultado ocho puntos superior al que adelantaba el promedio de encuestas, con 43%. Desde ahí, en tres semanas fue adelantando en los sondeos y reduciendo la ventaja de Lula, hasta que el pasado domingo llegó a un 48% contra un 52% de su rival, y la semana que faltaba antes de la segunda ronda del domingo 30 parecía suficiente para que terminara por darle vuelta a la situación.
En estos días, sin embargo, un Lula que se ha sumergido en la disputa por el electorado conservador, reivindicando su fe religiosa y alejándose de temas polémicos como el aborto, podría haber detenido la sangría e incluso remontado. Este jueves, los sondeos de las empresas Datafolha, IPESPE, Atlas Intel y QUAEST indicaron su ascenso por encima del 53%, y un retroceso de Bolsonaro por debajo del 47%, en tanto que IPEC incluso lo muestra hasta con 54% (por 46% del derechista)
Poder Bolsonaria
Una victoria de Lula, en todo caso, estaría matizada por el poder que los aliados de Bolsonaro han obtenido en el Congreso y los estados.
Esto se entiende mejor al observar sobre el mapa los profundos contrastes políticos del país. De las cinco grandes regiones, tres son marcadamente bolsonaristas, según la encuesta de Datafolha: el Centro-Oeste (incluye la capital, Brasilia, con 53% por el derechista y 40% por el centro-izquierdista), el Sudeste (Sâo Paulo, Rio de Janeiro; 48%-44%) y el sur (Porto Alegre; 58%-36%). Sólo el Norte (Amazonas) está verdaderamente en disputa: Bolsonaro lo ganaba con 50% pero esta semana cayó tres puntos y ahora lo pierde con 47% frente al 48% de su rival. Y la única zona determinantemente pro-Lula es su bastión tradicional, el Nordeste (Salvador de Bahía, Recife), que se decanta por él con 67% y le deja a Bolsonaro un exiguo 28%: es la región que, al contradecir al resto de Brasil, le daría la victoria al lulismo.
Aunque faltan por definir 12 gubernaturas en segunda vuelta (incluida Sâo Paulo, en donde aventaja el bolsonarista Tarcísio de Freitas), en la primera los candidatos cercanos a Bolsonaro (nueve, con Brasilia y Rio de Janeiro) tuvieron un desempeño mucho mejor que los próximos a Lula (cinco)
Algo similar ocurrió en el Congreso: con 99 escaños sobre un total de 512, el bolsonarista Partido Liberal tendrá la mayor bancada en la Cámara de Diputados. Además, en el Senado(que sólo se renueva en una tercera parte) ganó 14 de los 27 asientos, cinco más de los que ya tenía
Diversidad Lulista
Bolsonaro ha recibido pocas muestras de apoyo de figuras relevantes fuera de su propio campo. Algún arrastre tendrá el del futbolista Neymar. Y recuperó el de Sergio Moro, el exfiscal que en 2018 facilitó la victoria del hoy presidente despejándole el camino al llevar a Lula a la cárcel, en procesos que la magistratura terminó anulando por considerarlos amañados,
En el plano internacional, políticos de la ultraderecha han hecho campaña a su favor. Steve Bannon, el propagandista de Donald Trump, declaró que la votación en Brasil es la “segunda más importante del mundo” (después de la de Estados Unidos) por la relevancia estratégica del país para los conservadores. También se han manifestado a su favor el propio Trump, Santiago Abascal (de Vox, España), José Antonio Kast (Chile), Javier Milei (Argentina) y hasta el presidente húngaro Viktor Orban.
Lula, en cambio, sí ha logrado convencer fuera de su sector político original. De entrada, obtuvo tres respaldos de importancia: los de los aspirantes que en la primera ronda quedaron en tercer y cuarto lugar, la conservadora Simone Tebet y el socialdemócrata Ciro Gomes; así como el de su predecesor y varias veces rival, el expresidente Fernando Henrique Cardoso (1994-2002).
Fuera de Brasil, las expresiones de apoyo a Lula han venido de presidente como Andrés Manuel López Obrador, Gabriel Boric (Chile) y Gustavo Petro (Colombia), el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, el sociólogo Atilio Boron y el expresidente ecuatoriano Rafael Correa.