Instituto para Perpetuar a la 4T
EL CAJÓN DEL FILONEÍSMO
Para entender el ataque al Instituto Nacional Electoral hay que explicar el maniqueísmo del atacante. El presidente López Obrador divide a la humanidad en liberales buenos y conservadores malos, y sostiene que México se debate hoy entre la honestidad justiciera de la cuarta transformación y la corrupción expoliadora del antiguo régimen. No hay nada en medio. La imparcialidad no existe, especialmente respecto de su gesta transformadora: se está a favor o en contra. El periodismo no puede ser objetivo, la intelectualidad no es independiente ni los órganos autónomos técnicos, pues criticar a AMLO u objetar sus políticas públicas convierte a quienes lo hacen en opositores abiertos o embozados, es decir, en representantes de la oligarquía. En esta lucha épica todos los mexicanos de buena fe han de estar de su lado, que es el lado correcto de la historia.
AMLO no quiere un árbitro electoral sino un entrenador con silbato. Lo que busca son militantes comprometidos con el pueblo y por tanto con la 4T para reemplazar a los consejeros ciudadanos, esos enemigos del cambio verdadero a quienes defienden los corruptos que perdieron privilegios. Sí, Morena ha ganado casi todo y está arriba en las encuestas, pero la mera posibilidad de que el conservadurismo vuelva por sus fueros en 2024 amerita una elección de Estado. Un INE que rehúya su responsabilidad histórica de mantener a México en el rumbo fijado por la 4T es un caballo de Troya conservador. Si la epopeya obradorista precisa de una Comisión Nacional de los Derechos Humanos gobiernista o una Comisión Reguladora de Energía alineada, si no tiene los medios aplaudidores que requiere, con más razón necesita el apoyo de un INE cuatroteísta.
La clave de esta reforma electoral no es quién votaría por los consejeros sino quién nominaría a los candidatos. AMLO pondría como mínimo 40 de los 60 -vía su titularidad del Ejecutivo, su mayoría en el Legislativo y su peso en el Judicial- y con su maquinaria clientelar lograría que al menos cinco de los siete miembros del nuevo Consejo General fueran leales defensores de la causa, prestos a garantizar la irreversibilidad de la transformación. Eso, traducido a lenguaje llano, significa tener un instituto a modo. Y algo similar ocurriría con el Tribunal. La proclama de que la ciudadanía elegiría a las autoridades electorales es un engaño: las escogería el presidente. Súmese la mayor sobrerrepresentación de Morena en el Congreso y se completa el truco. No deja de ser ingenioso: hasta los encuestadores del INE cayeron en la trampa.
En el metaverso de la 4T, esta incubadora de hegemonía se vende como innovación democrática. Pero en el universo de los mortales, donde asumimos que democracia presupone pluralismo e implica alternancia, sabemos que es una contrarreforma antidemocrática quizá más tóxica que el viejo sistema en que el gobierno manejaba las elecciones. Y es que entonces el rey mandaba desnudo -y todos acabaron dándose cuenta- mientras que en este caso el rey, invisible, mandaría por interpósito ministerio electoral cuatroteísta con pinta de autonomía. Ni siquiera hay aquí la mezcla de cinismo y candidez nominal del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado. Si la hubiera, al INEC de AMLO se llamaría el Instituto para Perpetuar a la 4T.
PD: Va mi felicitación a Roger Bartra por sus 80 años.
@abasave