¿Sexo o género? Por Pedro Chavarría
Habitualmente usamos estos términos indistintamente, aunque en realidad hay diferencias importantes y que pueden inclusive entrar en conflicto, sobre todo en los tiempos que ahora corren. Podría pensarse que es una exageración discurrir al respecto, pero como veremos, la situación puede llegar a ser complicada.
Pensemos: si nos preguntan por el género/sexo (dejémoslo así por el momento), de una persona, cualquiera pensaría que es muy fácil de responder, pues las diferencias son importantes y asaltan a la vista. En plena calle lo podríamos responder. Basta con ver la ropa, algunos ademanes y la forma de caminar. Pero ahora que algunos hombres han decidido usar falda y que muchas mujeres usan los mismos pantalones que los varones, la situación se complica un poco. Recordemos que hay prendas unisex. Así que el sexo social ha ido perdiendo terreno.
Pero, además de la ropa podemos observar otros datos. Los cuerpos de los dos sexos suelen ser diferentes, pero a veces no tanto. Si la cintura, el busto y la cadera no están muy marcados, este apoyo se va perdiendo, sobre todo modificado por la ropa. No necesariamente los hombres tienen desarrollo muscular evidente, y algunas mujeres pueden desarrollar musculatura muy marcada, como nos muestran las físico-constructivistas. Aún si pudiéramos explorar a la persona en un contexto clínico, en un consultorio, podría no ser fácil. El sexo asignado mediante los caracteres sexuales secundarios tampoco es definitivo. La musculatura y el vello facial pueden variar. Sabemos el caso de una atleta femenina que no dejaban entrar al baño de mujeres, pues su aspecto era muy masculino.
Tendríamos que avanzar un escalón más y recurrir a la exploración genital para decidir el género de la persona. Pero el caso es que existen situaciones de ambigüedad genital, sobre todo en niños recién nacidos o hasta lactantes. El falo no es exclusivo del varón, pues las mujeres lo tienen, aunque mucho menos desarrollado y los labios menores de la vulva recuerdan a un escroto dividido. Así que, aunque excepcionalmente, el sexo genital también puede darnos problemas.
Un nivel más allá tenemos el sexo gonadal: los hombres tienen testículos alojados fuera del cuerpo, en el escroto, y las mujeres tienen ovarios siempre alojados dentro de la cavidad abdominal. Pero los testículos no siempre descienden al escroto, pues por falta de descenso pueden permanecer en la cavidad abdominal o en el canal inguinal; en este último caso simulando una hernia inguinal. Otros datos agregados pueden hacer aún más confusa la situación. En el caso típico un cirujano pediatra tracciona y hace descender el testículo si se hace oportunamente. Algunos pacientes llegan a la adolescencia, incluso más allá, con un testículo no descendido, lo que puede dar lugar a muchas complicaciones graves.
Podría darse el caso de estar frente a una gónada y a simple vista no poder determinar si es ovario o testículo no descendido. El examen microscópico revelaría la diferencia: los ovarios tienen folículos y los testículos túbulos. Pero el sexo gonadal puede llegar a tener sus limitaciones, si bien esto es bastante raro. En casos extraordinarios la gónada puede tener mezcla de ambos caracteres y esto anula la determinación del sexo gonadal.
Las gónadas, testículo u ovario, producen hormonas, testosterona o estrógenos y estas sustancias químicas desarrollan los caracteres sexuales secundarios: vello facial, masa muscular, tono de la voz, desarrollo de los senos y caderas y otras más. Esto nos haría suponer que una persona con senos, cintura y cadera marcadas, así como falo poco desarrollado y vello púbico en forma triangular con vértice hacia abajo, es una mujer y esperaríamos que tenga ovarios, y por lo tanto, estrógenos. Pero no siempre es así. En muy raros casos estas personas llegan a la adolescencia o adultez temprana sin menstruar y con hernia inguinal bilateral, la cual al ser operada revela la presencia de testículos no descendidos.
Resulta paradójico que una persona con testículos tenga cuerpo de mujer y hasta haya adoptado roles femeninos desde el punto de vista social, psicológico y sexual y acuda a consulta por no menstruar ni embarazarse, y se descubra que es portadora de testículos. La testosterona existe, pero no logra sus efectos porque los órganos que debieran acusar los cambios no tienen receptores y por ello son insensibles a la hormona.
Los varones también producen estrógenos, pero su efecto no impacta porque predomina la testosterona, pero si no hay receptores para esta, es como si no existiera y el patrón hormonal resultante logra desarrollar un cuerpo de mujer. Ésta muy rara condición se denomina “testículo feminizante” y da lugar a una situación muy delicada. ¿Cómo decirle a una persona que ha hecho vida como mujer, que en realidad es hombre? Mantenerlo como mujer tiene sus complicaciones, pues los testículos, fuente de las hormonas que mantienen su cuerpo femenino deben ser extirpados, a riesgo de desarrollar cáncer si se dejan. Deberá recibir fármacos hormonales de por vida y darle una explicación de por qué no menstrua ni podrá embarazarse. Claramente es un terrible dilema ético.
¿Qué le perjudica menos: permanecer como mujer que no podrá tener hijos, o saber que en realidad es un hombre? ¿Engaño sostenido o amarga realidad? Aquí aparece el sexo psicológico: ¿cómo se siente la persona? En fechas recientes esta situación se ha hecho muy notoria. Personas con sexo asignado pueden sentirse erróneamente clasificadas. Se aduce que el cerebro puede tener una orientación sexual discordante con el determinante gonadal. Estas personas a veces se hacen cirugía mamaria, se aplican las hormonas que creen que les corresponden, e inclusive se hacen cirugía genital, o simplemente se enrolan en relaciones de pareja acordes con sus inclinaciones, independientemente de su realidad física –sexo cerebral?–
Aún hay más puntos de quiebre, en especial cuando la gónada es ambigua, pues a niveles más profundidos el sexo se determina genéticamente –sexo genético-. Sabemos que los varones tenemos un cromosoma X y uno Y y las mujeres dos cromosomas X –sexo cromosómico-, pero a veces este no es determinante de modo tan directo. Algunas mujeres solo tienen un cromosoma X y algunos varones tienen dos X y uno Y, así que el sexo cromosómico tiene algunas imprecisiones.
Para ser varón se requiere tener un cromosoma Y, lo que determina que se forme un testículo, se produzca testosterona y se desarrollen caracteres sexuales secundarios de varón. Pero aún esto no es del todo exacto, pues en realidad no se necesita todo un cromosoma Y, que es muy pequeño, sino que basta con tener un gen específico que guíe el desarrollo testicular. Este gen puede, por razones desconocidas, agregarse en otro cromosoma y desde ahí funcionar, de modo que el sexo derivado del análisis cromosómico –cariotípico– no siempre aclara la realidad, que hasta donde sabemos hoy, depende del gen SRY –sexo génico–
Así que para ser mujer se r requiere tener dos cromosomas X, a menos que solo haya uno y no se tenga cromosoma Y o al menos no haya gen SRY. Mujeres con un solo cromosoma X padecen el síndrome de Turner. Por otra parte, de los dos cromosomas X las mujeres inactivan uno y solo tienen funcional el restante. No entendemos bien por qué se necesitan dos cromosomas X para ser mujer normal, si solo se utiliza uno.
Lo que sí resulta relevante es que al menos se necesita tener un cromosoma X para vivir, no hay casos de hombres –con cromosoma Y o gen SRY- pero sin cromosoma X. Se pueden tener más de dos cromosomas X, tres o cuatro y se inactivan todos menos uno. En varones también puede haber más de un cromosoma X, pero serán varones si tienen un cromosoma Y, o al menos el gen SRY. Situaciones extrañas que nos dejan ver que determinar el sexo, o género de una persona no siempre es fácil.
La forma predominante para determinar el género de una persona es lo que llamamos “asignación”: uno es lo que le asignan al nacimiento y en las primeras etapas de desarrollo, en el primer caso depende de la presencia de un falo, y en el segundo, de lo que la familia moldeé, según como lo vistan, le llamen y le hagan comportarse. Se pueden generar fuertes conflictos, sea por asignación sexual o por auto-asignación. No tenemos una idea definitiva de qué papel debe ser el determinante: ¿físico-biológico, o psicológico-social?
El papel psicológico –cómo se siente y se asume una persona- independientemente de sus genes y órganos, respaldado por la sociedad que reconoce estas posibilidades con la formación legal de parejas del mismo sexo. El sexo de auto-asignación se acompaña con efectos en la familia como la hemos conocido. A lo largo de la historia hemos tenido constancia de parejas del mismo sexo y no tenemos bases sólidas para descalificar estas nuevas parejas hoy legales, pero sin duda representan una revolución social y humana de gran calado, pues la identidad de las personas enfrenta retos nuevos.
En familias con padres del mismo sexo el o los hijos, si los hubiera, no cuentan con la imagen paterna o materna con la cual identificarse, de modo que la decisión de tener una pareja del mismo sexo conlleva la posibilidad de tener hijos y afrontar su desarrollo anímico y el desarrollo de su identidad personal. Es algo que sucede cada vez más, y antes de escandalizarnos debemos pensar cómo enfrentar esta situación, teniendo en mente el bienestar de nuestras futuras generaciones.
Si finalmente traspasamos las fronteras del sexo convencional –varón y hembra- debemos tener en cuenta que esto contraviene la estrategia vital de la reproducción, al menos natural-convencional, lo cual no es definitivo contra natura, pues hay y podrían haber otras alternativas. No sabemos si mejores o peores, pues el ser humano tiende a rebelarse ante la naturaleza y toma el control, como en el caso de la supervivencia y reproducción del más fuerte, que impediría que quienes tengan desventajas las hereden al reproducirse y vayamos lastrando nuestra propia especie. Esto ha estado haciendo la medicina y no podemos dejarnos llevar exclusivamente por leyes biológicas; más allá de esto nos guía el raciocinio y la compasión. Terrible dilema ético tomar en nuestras manos nuestro destino biológico y familiar. Ya otras especies lo hacen: elefantes, leones y otros tienen estructuras familiares diferentes a la de padre-madre-hijos. Esto tampoco nos da bases suficientes para decidir. Nuevas estrategias habrán de ponerse en juego para enfrentar los nuevos retos. Más allá de la biología (¿naturaleza?) se encuentra el poder humano racional y hasta irracional.
Citamos al menos once de formas posibles para determinar el sexo/género de una persona.