«A Fernando Benítez a sus 90 años ya le dolía todo. La vejez le provocaba horror y cuando se veía al espejo negaba su imagen. «Ese viejo no soy yo», decía quien se definía a sí mismo como: «Mi corazón está a la izquierda, mi estómago a la derecha y mi sexo es siempre monárquico». Cuando murió (el 21 de febrero de 2000), de un paro respiratorio, estaba despierto y le dolía todo, hasta el alma. «Nací pedante, me creía la divina garza y los indios me enseñaron a ser humilde, a la convivencia fraternal, a amar. Pero desgraciadamente he sido un mal discípulo de ellos. Sin embargo, su lección de humildad no la he olvidado», decía. Dedicó 20 años de su vida y más de 2 mil 500 páginas en «Los Indios de México».. «Tenía gran capacidad de ver el lado bueno de las cosas, todas las situaciones que vivía eran jocosas, siempre lo hacía reír a uno, convertía todo en alegría», recuerda Elena Poniatowska del autor «el Rey Viejo».. Su hermano del alma Carlos Fuentes dijo que sin Benítez los mexicanos seríamos más pobres y estaríamos más desintegrados, que aumentaría nuestro dolor y estaríamos más ciegos». Se publica en el libro «Pasajeros con destino» de Luis Gastélum.