-En el corazón del mercado unidad Veracruzana, en el puerto de Veracruz, se encuentran los Antojitos Isabel, Lulú y Doña Bella, conocidos por tener más de 50 años de historia en el paladar de los jarochos.
Todavía no sale el sol cuando los trabajadores de estos puestos de antojitos comienzan sus labores. Primero, limpian todo el lugar y después reciben a los proveedores de la materia prima para las picadas y las gorditas.
Primero, la masa hecha de maíz, versátil, que puede convertirse casi en cualquier delicia para el paladar. Después, el queso de hebra para rellenar las empanadas y también el queso ranchero que corona los antojitos.
También reciben verduras frescas y chiles secos, con los que preparan las salsas, que son parte del secreto del sabor de estos antojitos. Hay para todos los gustos; de tomate para quienes no comen picante, ranchera, verde, chipotle y mole – este último lleva su proceso aparte – pues se hace de manera artesanal.
Una picada es básicamente una tortilla hecha a mano, que se pone en un comal, sobre manteca de cerdo. Cuando está parcialmente cocida, se saca y se pican o pellizcan las orillas, hasta hacer una especie de relieve alrededor; después se regresa al comal para que termine de cocinarse entre la manteca y se le pone la salsa de su preferencia, cebolla y queso.
También pueden ser preparadas, una de las preferidas por los clientes es la de salsa de chicharrón. Además, pueden llevar frijoles de la olla o picadillo.
Las gorditas se hacen con masa, sal y harina, pueden ser blanca, negra o de dulce; cuando está la tortilla hecha se fríen en abundante aceite hasta que se inflan.
Para preparar los frijoles que se usan en estos antojitos, primero se debe secar el frijol, que se muele y se prepara con harina, después se pone en la gorda blanca un poquito, en el centro, para la negra simplemente se revuelve todo hasta que queda una masa oscura, de frijol.
Pero la más laboriosa es la de dulce que lleva panela o piloncillo, agua de anís, de acuerdo con Isabel, o mejor conocida como “Chabe o Chabelita”, hija de la fundadora de estos tradicionales puestos.
Dentro del equipo de palmeadoras y cocineras, hay quienes llevan más de dos décadas trabajando ahí, son expertas, casi pueden tocar directamente el comal caliente mientras voltean las tortillas con manteca hirviendo.
Con muchísima destreza, casi volando, las pasan a un plato en donde en segundos las terminan de preparar y solo extienden el brazo para entregarlo a su comensal, si está cerca, o al mesero que se lo llevará si están un poco más lejos de su alcance.
Isabel, Bella y Lulú no se consideran competencia sino un equipo de familia. Todos recuerdan como la madre de “Chabelita”, que tenía una habilidad casi prodigiosa en cuanto a sazón en la cocina, decidió ayudar a su esposo, debido a que entonces la situación económica se estaba tornando complicada.
Ella tuvo la oportunidad de tomar un puesto en el corazón del mercado Unidad Veracruzana, entonces jamás se imaginó lo que con los años esto significaría para su familia, pues ahora hasta sus bisnietos trabajan en este lugar aprendiendo, atendiendo a los clientes y, sobre todo, buscando preservar esta tradición y el sabor.