Camino viejo a Lechuguillas
Juan Noel Armenta López
El camino a Lechuguillas tiene mucho de bello y mucho de misterioso. Hoy existe un camino nuevo a Lechuguillas. Antes para ir a Lechuguillas el rumbo del camino era otro. Al viejo camino de Lechuguillas se entraba a un lado del puente de Emilio Carranza. Decía la gente que para entrar al camino a Lechuguillas se hacía por la báscula, ahí por donde se pesaba el ganado. Para mayor referencia se entraba rodeando la casa de Mauro Pozos. El camino a Lechuguillas se recorría a pie o a lomo de bestia. Los carros llegaron mucho tiempo después. Decía tía Lica que el camino tenía sus “asegunes”. Ese camino algo tenía de raro y de espeluznante. La “Chivirica” decía que ese camino viejo era bonito cuando iba mucha gente rumbo al espejo de playa. Pero no era así cuando el camino estaba vacío. Sin el arroyo de gente, el camino era otro, un camino oscuro y fantasmal. Una vez fuimos con tía Genoveva a caballo y no vimos nada raro como para espantarnos. Pero mucha gente tenía miedo de caminar por esos lugares y buscaba regresar temprano para que no les agarrara la noche. Esa oscuridad no es compañera por esos lugares, decía don Alfonso. El camino era en gran parte arenoso y de piedras sueltas. El camino era muy sombreado. El sol luchaba por penetrar las ramas de los árboles. El follaje de la vegetación era muy tupido. Licho decía que un tío le contó que caminando por esos lugares, con la luz del día, se veían figuras en el suelo. Le dijo que eran como sombras con caprichosas figuras de animales. Se movían esas figuras como si quisieran espantar. Las personas del pueblo justificaban que esas figuras en el suelo eran en realidad contornos del reflejo del sol al pasar por las hojas de los árboles. Decían que también se movían las figuras porque el viento permanente que venía del mar movía las ramas y las hojas. Pero por si las dudas no debemos arriesgar la vida, decía Baldomero. Por ahí a la altura de un lugar llamado Mata de Caña, Camilo aseguró que en el quiebre del camino su mamá había visto a una señora que de pronto desapareció en el aire. Era una muerta, era María la de la casa de la tranca, estoy segura dijo la mamá de Camilo temblando de miedo. La señora tenía razón, acuérdense que a María la encontraron muerta, picada de una víbora de cascabel en ese lugar. Eran tan vivas las historias que, cuando pasábamos en bola por ese recodo del camino, oíamos ruidos extraños y veíamos figuras en el piso. Y espantados partíamos a correr. El miedo los hace ver y oír cosas, nos regañaba la abuela. Un niño tiene más imaginación que cerebro, nos completaba la tanda de sermones la abuela. Pero los ruidos se oían claros, como mugidos de vaca, pese a lo que la abuela dijera. ¿Pero qué creen? Esa vez que regresábamos con la abuela del baño de playa, vimos a la muerta en el centro del camino. Y la abuela con ochenta pesados años corrió al parejo con nosotros y se quedó callada por el susto. Se oía también como si quebraran barañas con las patas de una mula. Georgina contó que una vez que iba para Lechuguillas, oyó unos pasos en la hojarasca y vio dos sombras que se ocultaban tras un árbol. Dijo Georgina que armándose de valor fue hasta el árbol y no había nada. Para esto Georgina llevaba el machete desenvainado y pensó: Si es un vivo lo mato, pero si es un muerto corro. Pero de una o de otra forma, con muertos o sin muertos, con miedos o sin miedos, con fantasmas o sin fantasmas, Lechuguillas es un paraíso verdadero de embrujo divino. En Lechuguillas el mar parece recortado al fondo como un lienzo de colores salido del horizonte. Y la calidez de la gente no tiene comparación. Lechuguillas es un lugar de ensueño privilegiado, tal pareciera que Dios recargó su mano creadora sobre esas aguas y paisajes que no tienen parangón. Gracias Zazil. Doy fe.