Al final: biología y espiritualidad. Por Pedro Chavarría.

La actual situación nacional y mundial es sumamente compleja y seguramente todos nos
preguntamos ¿por qué?. ¿Por qué pasa lo que pasa? Obviamente nuestra realidad, tanto
nacional como mundial, resulta de un devenir histórico de siglos, en el que han surgido y se
ha transformado ideas, corrientes de pensamiento, acciones, guerras, acuerdos, leyes, en fin…
Nada de esto se puede soslayar y debe tomarse muy en cuenta si queremos entender un poco
mejor lo que sucede. En una palabra podemos resumir el escenario: violencia.
Violencia entre individuos, como entre grandes grupos que defienden una ideología, y
también entre naciones. Robo, violación, homicidios y asesinatos, guerras. En una idea
central: fuerza física para conseguir algo. ¿Qué? Lo que no tenemos y creemos que
deberíamos tener, o al menos: que el otro no debería tener porque le da alguna ventaja,
potencial o real, sobre nosotros. De este modo, cada individuo querría tener todo para sí. Al
menos todo lo que le asegure no solo la supervivencia, sino el dominio, lo que a su vez
termina generando supervivencia, a pesar de los esfuerzos de los demás por conseguir lo
propio.
Esta violencia, que se traduce en despojo no es, desde luego, privativa del ser humano. La
vemos en la lucha por el alimento y el derecho de aparearse y, en algunos casos, la de ser el
único que transmita sus genes a toda la descendencia, como sucede con los leones: el nuevo
dominante matará a todos los cachorros que no son suyos, sino del reciente destronado. Así
que en el fondo tenemos el aseguramiento de bienes básicos: alimento y pareja reproductiva.
Con ello se entrelaza el dominio de territorios donde se consiguen esos bienes. Nada nuevo.
Lo sabemos desde hace mucho. La especie más fuerte domina y vuelve alimento a sus
competidores. Y aunque no lo sean.
Se entiende querer eliminar a los competidores, pues disminuyen nuestras posibilidades de
conseguir alimento y parejas. En otros casos, aunque no sean competidores de la misma
especie, y por ello, no parecerían competir, sí es posible que acudan a fuentes similares, como
sucede entre leones y leopardos, que comparten las mismas tendencias para obtener recursos
alimentarios y ello explica la rivalidad y la violencia entre estas dos especies de felinos
salvajes. Aún entre hermanos de la misma camada o generación tenemos esa competencia
violenta. En los mamíferos la fuente de alimento es disputada y los más fuertes tienen más
posibilidades de sobrevivir, crecer y desarrollarse. En algunas aves es tendencia deshacerse
de un hermano en el nido para asegurar todo los recursos que los padres proporcionan.
En especies vivas más simples es posible ver una competencia similar, aunque la violencia
no resulta tan central. Competidores se esfuerzan más en adquirir recursos que en eliminar a
posibles rivales. Eficiencia antes que eliminación. Queda la invasión de territorios, pero esta
se logra más asegurando mejor captación de recursos que eliminando directamente a rivales,
estos desaparecen solos como consecuencia del menor acceso a recursos. Así pasa con
bacterias: la especie más eficiente acapara los medios de nutrición y crecimiento, mientras la
otra desaparece gradualmente.
Esta competencia entre diferentes especies por un mismo recurso explica la presencia
exclusiva o dominante de una de ellas. El conocido caso del bacilo de Döderlein que en la
mucosa vaginal consume muy eficientemente todos los recursos disponibles para crecer, pero
en este caso se agrega otro medio en la lucha por la supervivencia, lo que podría considerarse
un arma: produce sustancias tan ácidas que otros microorganismos no lo toleran. No solo se
pone en juego eficiencia al captar los recursos, sino que se niega el terreno a otros.
En el caso de los vegetales ya sabemos cómo crecen de rápido algunas especies, lo que
disminuye el crecimiento de cultivos que nos interesan, por lo que usamos herbicidas para
erradicar a los mejores aprovechadores de recursos. Igual sucedería con lo árboles: crecerá
más el que tenga mejores, o más amplias raíces, o el que las coloque más cerca de fuentes de
agua.
Todos los seres vivos proceden igual. El ser humano no es la excepción. Nos enfrentamos a
una regla fundamental para todo ser vivo, al menos impera sobre todas las especies vivas
conocidas en este planeta. Ignoramos si haya otras formas de vida en otros mundos y qué
reglas seguirían, pero me atrevo a pensar que deben obedecer un mandato básico, o
desaparecerían pronto: “Te mantendrás vivo tanto como puedas”, es decir: “sigue vivo, lucha
hasta el último momento”. Este mandato explica muchas cosas en la consecución de recursos.
Derivado de este mandato existe uno adyacente, o complementario: “Vivirás lo mejor
posible”. Esto agrega una exigencia aún mayor, por lo que resulta imperativo conseguir más
recursos. No basta con seguir vivo, hay que contar con un margen de protección para
imponderables.
Estos dos mandatos, en realidad uno mismo, obligan a todo ser vivo, inteligente o no,
consciente o no, a buscar seguridad para sobrevivir. Se requieren más recursos que lo
necesario para ser, se requiere unas reserva extra, es decir, aún más recursos, lo que se traduce
de inmediato en mayor tamaño, más fuerza, más habilidades. Pero aquí debemos agregar otro
añadido al mandato doble: vivir-prosperar. Como los seres vivos tienen un tiempo limitado
de existencia, la mejor estrategia es la reproducción: generar semejantes que sigan atendiendo
el crecer-prosperar. Al menos la inmensa mayoría de las especies ha encontrado esta
solución. “Te mantendrás vivo tanto como puedas, vivirás lo mejor posible (crecimiento y
desarrollo) y te reproducirás tanto como puedas”.
Tenemos así una triada fundacional: ser-crecer/desarrollarse-reproducirse. Como resultado
de esta presión la solución más inmediata ha sido la competencia: el más fuerte-hábiladaptado al medio es el que sobrevive y se mantiene a través de su descendencia. Tiene más
hijos el que mejor sigue el triple precepto: ser-desarrollarse-reproducirse. Los recursos
tienden a ser limitados por razón de la misma expansión de las especies, de modo que entre
más exitosa una especie, más se acerca a sus límites y eventualmente falla en uno o más
aspectos del triple precepto, lo que lo lleva a fracasar y desaparecer, cuando no consigue
mantenerse tras haber sacrificado reproducción y desarrollo. La competencia llega a ser
feroz: “Te mantendrás vivo tanto como puedas”
No entendemos bien a bien dónde se graba el triple precepto, nuestros conocimientos en
biología molecular y genética aún no nos permiten entender estas finezas extremas, pero en
algún lado quedan grabadas en los genes de todos los seres vivos. El que no las sigue,
desaparece. En algún punto, y no en todas las especies, el camino sigue una tendencia: el
grupo brinda mejores posibilidades de éxito. Esto explicaría cómo la competencia, la
violencia y el sometimiento pasan del individuo al grupo, excepto en el caso de los animales
solitarios. Así aparecen las organizaciones y una nueva tendencia que se manifiesta de modo
irregular entre las especies conocidas: la cooperación. No en todas las especies se da. En
algunas ni siquiera en su mínima expresión, que parece ser la relación madre-hijo. Las
tortugas, por ejemplo, ponen sus huevos y parten sin conocer siquiera su descendencia.
La cooperación parece postergar un poco la necesidad de sobrevivir con enfoque individual,
a través de compartir recursos y oportunidades y de la enseñanza, por primitiva que pueda
ser, como en el caso de predadores que aprenden a cazar con sus progenitores. Cooperar
cambia el énfasis, del individuo al grupo. Pero se requiere mayor sofisticación, y aun así, el
mandato triple se mantiene en su base, que primero es individual y ya después grupal,
representado por la especie. El individuo lucha con sus propios recursos hasta que la
evolución viene en ayuda de la especie y pasa, paradójicamente, sobre el individuo. La
especie se mantiene favoreciendo a uno y sacrificando a los demás: los que no tengan la
ventaja perecerán, sin perder de vista que muchas veces los cambios son desventajosos.
Aquí estamos inmersos los seres humanos. Debemos obedecer el triple mandato, pero dada
nuestra capacidad de observación y análisis, deberíamos confiar en la cooperación. Lo
biológico suele ser individualista y lo social, cooperador. En nuestras raíces está lo biológico
y en nuestro desarrollo social, desde primitivo hasta sofisticado, la cooperación. Por eso los
humanos tendemos a trascender la biología, pero sin deshacernos de ella, pues de ahí
venimos. No se puede todo cooperación sin competencia –biología- A riesgo de parecer
simplista: por eso las guerras, los asesinatos, los despojos, porque no terminamos de
trascender la biología y llegar a un humanismo bien entendido.
Ya tenemos muy buenos ejemplos de cooperación, desde la organización familiar y social en
sentido más amplio, los derechos humanos, la protección social, hasta los héroes y mártires,
pasando por las madres y padres que se sacrifican por sus hijos, pero sigue siendo
insuficiente, y acaso nunca deje de serlo: quizá no se pueda ser humano al desligarse de la
biología, que en los inicios de la vida garantizó su florecimiento, pero que debería dar paso
a una etapa más alta de cooperación, sin renegar de la biología, sino sometiéndola a un
territorio donde no dañe a otro para lograr ventajas. Donde se logre avanzar en conjunto, aun
cuando algunos deban quedar en el camino.
Somos seres imperfectos. La biología nos ha hecho así, y no conocemos otra estrategia, la
reconocemos y ensalzamos, pero igual debemos adaptarla. La biología ha sido, pero es hora
de que la humanidad sea. Una humanidad biológica con miras altas, puestas en la cooperación
y la espiritualidad, sin disputas grupales, propias de la competencia biológica. Ya
sobrevivimos, ahora es tiempo de realmente vivir mejor y dejar atrás la lucha por imponer
físicamente nuestras ideas y desechar las de los otros. Los clanes, tribus, pueblos y naciones
obedecen a la lógica biologicista en tanto que grupos que compiten entre sí, cuando
deberíamos ser un solo grupo: humanos. No más palestinos, judíos, rusos, ucranianos,
nacionalistas, terroristas, pobres ni ricos. Utópico, pero ahí está la meta. Diferentes, pero
iguales. Individuos, pero unidos.