Cuando alguien muere, cuando su tiempo se acaba, ¿mueren también los andares y los decires que se han llamado con su nombre en este mundo? Entre los indios del alto Orinoco, quien muere pierde su nombre. Ellos comen sus cenizas, mezcladas con sopa de plátano o vino de maíz, y después de esa ceremonia ya nadie nombra nunca al muerto. Lo escribió Eduardo Galeano en su libro «Espejos». Editorial Siglo XXI. 2008. Foto de Tal Cual.