El lado aún más oscuro detrás de las detenciones migratorias

Por: Zaira Rosas

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Miles de personas tratan de llegar a Estados Unidos en busca de nuevas oportunidades de vida. México es el país de paso de un gran número de latinos, pero también uno de los países con mayor flujo migratorio, por ende, cuenta en igual medida con deportaciones y detenciones en Estados Unidos.  Desde la llegada de Donald Trump al poder es sabido que una de sus promesas de campaña era ir contra las personas migrantes, erradicó los avances humanitarios que incluso permitían a niños y jóvenes continuar con sus estudios como es el caso de los dreamers.

Desde México la presidenta Claudia Sheinbaum, ha expresado su oposición a las redadas contra los migrantes latinos, principalmente mexicanos que realizan trabajos de manera honesta en el país vecino y la falta de su labor podría afectar incluso la economía de Estados Unidos. Para ejemplo bastaría visualizar un escenario como el de la ficción de Sergio Arau, titulada un día sin mexicanos, donde se aborda la posible desaparición de todas las personas migrantes que aportan de manera directa a múltiples tareas de este país.

Si bien las detenciones son crueles y dolorosas por lo abruptas y la separación que generan en las familias, aún hay otras crisis detrás. No se trata únicamente de las miles de personas deportadas, sino de la vida que tienen que dejar atrás y las secuelas psicológicas que esto deja en las familias. Se trata de la falta de oportunidades que tienen que enfrentar las personas por el temor a ser detenidos, esas oportunidades que tanto añoraban nuevamente les son negadas.

Y es que en efecto la problemática no es exclusiva de Estados Unidos, si el resto de países brindara alternativas a sus ciudadanos migrar no sería una opción, hay espacios en donde las personas huyen por seguridad, por temor a la creciente violencia en sus naciones, otros es por falta de empleo, pero en la mayoría de casos la migración viene después de un atisbo de esperanza de alcanzar un mejor futuro.

Hoy las protestas y detenciones abarcan los titulares, sin embargo, no se trata solo de la violencia con la que estas detenciones son ejercidas, sino también del trauma que conllevan previamente. Cientos de niños y adolescentes han dejado de acudir a las aulas por temor a ser detenidos, anteriormente las escuelas e iglesias eran considerados lugares seguros, actualmente son un punto más donde puede surgir cualquier detención.

Detrás también está la falta de empatía de quienes ven en los migrantes una amenaza, no es casualidad que Donald Trump llegara al poder apoyado incluso de quienes no encuentran donde vivir y culpan de su extrema pobreza a las personas migrantes en lugar de responsabilizar al gobierno o la propia cultura capitalista que lleva a miles de personas a deudas imposibles de pagar.

A la par de las protestas conocemos historias de terror, como la niña que falleció tras intentar suicidarse debido al acoso escolar que recibía por ser migrante. La brutalidad con la que son tratadas las personas detenidas e incluso la muerte de un mexicano mientras estaba detenido en un centro de ICE.

Las protestas quizás no representen una solución actual, pero sí sirven para visibilizar la necesidad de hablar al respecto entre los gobiernos y proponer más alternativas que permitan a las personas migrantes desarrollarse, pues no debería ser ilegal buscar un mejor lugar y tener el anhelo de crecer.

Durante décadas hemos conocido historias de dolor, también de migrantes exitosos que han transformado las naciones pues es justo la diversidad lo que posibilita un mayor desarrollo, ahora solo queda alzar la voz y exigir una negociación más humana para nuestros compatriotas del otro lado.