Con él dimos nuestros primeros pasos en el siempre escabroso y a veces no menos misterioso mundo de la Ciencia Política -hay que escribir siempre a esta ciencia con mayúsculas-, cuatro libros de su autoría nos acercaron al estudio del sistema político mexicano -el antiguo régimen. Nos referimos a: El sistema Político Mexicano, El estilo Personal de Gobernar, La sucesión Presidencial  y La Sucesión Presidencial: desenlace  y perspectivas< y que complementamos con otro libro fundamental para acabar de entender las vicisitudes tan particulares del sistema político mexicano gestado a partir de la Revolución Mexicana: El presidencialismo mexicano de Jorge Carpizo. No mentiríamos si dijéramos que Daniel Cosío Villegas puede ser considerado como el padre de la Ciencia Política en México ya que fue un observador y analista acucioso del fenómeno político que se dio en nuestro país desde más o menos a finales de los años 30, fundamentalmente con Lázaro Cárdenas -aunque las bases se puede decir que las sentó Plutarco Elías Calles al fundar el primer antecedente del PRI-. Pero además, Cosío Villegas fue una pieza central en la fundación del Colegio de México y del Fondo de Cultura Económica. Algunas veces, al final de su vida, se le refirió a Cosío Villegas con la derecha y con la ideología conservadora, algo nada más equivocado, era simplemente un estudioso del fenómeno político. Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal. Foto de CEFM.

Lo confieso, irremediablemente, en la época de mi juventud tardía (cuando estaba dejando de ser un adolescente para entrar a la adultez), digamos que cuando rondaba los 16-18 años, había dos personajes que cuando soñaba despierto me decía a mí mismo: ‘¡Híjoles, cuando sea grande quiero ser como alguno de estos dos tipos’!, y por un lado estaba la figura harto flemática del agente secreto 007 (Al servicio de su Majestad) James Bond y, por la otra, la de un hombre que por muchas razones que no viene al caso comentar aquí –se los dejo a su imaginación-, era algo así como mi héroe personal, Hugh Hefner, sobre todo cuando salía fotografiado ataviado como casi siempre, con su bata de estar de seda color púrpura y solapa negra, y rodeado por un ramillete de chicas hermosas, a la sazón ‘playmates’ de su afamada revista Playboy, ¡ufff!. Por favor no me vayan a tildar de insensato, son cosas de la vida, cuando volteo hacia atrás lo atribuyo al ímpetu irrefrenable que muchos tenemos a esa edad, por fortuna mi visión cambió en cuanto a estereotipos, y es que el 9 de abril de 2016 justamente Hugh Hefner, el fundador de la tal vez más icónicas de las revistas, Playboy, cumplió 91 años y 64 su magazine, notable por donde se le quiera ver. Ya lo he dicho aquí en otras ocasiones, el material fotográfico que aparecía en sus páginas centrales era una razón más que suficiente para adquirir la revista, pero aunque no lo crean no era necesariamente lo más importante, a través de ella aprendimos mucho de la literatura del siglo XX y conocí a grandes autores, desde Henry Miller, Mailer, Capote, García Márquez y Murakami, y también por Playboy se nos acrecentó el gusto por el cine, el teatro, la música, el arte y los temas culturales en general. Estamos hablando de una revista que ayudó a cimentar en el mundo occidental la idea primaria de la revolución sexual a partir de su aparición en la segunda parte del siglo XX, que nos ayudó a ver temas tabú con naturalidad, sin mayores inhibiciones, además Playboy estaba editada con una calidad superior. Hefner ya no pudo llegar a los 92 años. Lo escribió en 2016, Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal. Foto de "New York Times"..

En aquellos años pretéritos, estamos hablando de mediados de los ochenta, o sea ya hace algunos años, era –y sigue siendo- un lugar común ir a comer en la capital a los famosos “botaneros”. De hecho un servidor lo más parecido que conocía eran las cantinas, más eufemísticamente llamados bares, había emigrado de la CDMX en donde esos lugares son verdaderos templos del buen beber y del buen comer –cuando pasa uno enfrente de ellos mínimo hay que santiguarse y en una de esas hasta hincarse-: “El Nivel”, catalogada como la más antigua de la CDMX; “La Ópera”, famosa porque aún aloja un balazo de Pancho Villa en una de sus paredes; “La Montejo”, muy cerca de la Universidad Lasalle en Benjamín Franklin; “La Polar” en el Circuito Interior y el “Gante”, en la calle que lleva el mismo nombre, y para qué le sigo porque van a tildar al que esto escribe de sibarita, la cosa es que en Xalapa empezamos a descubrir esos lugares en los que con una cerveza le sirven a uno una botana muy típica, fue entonces cuando descubrimos el famoso “Veinte”, que está ubicado en la calle de Miguel Alemán 20 y que para no quebrarse mucho la cabeza le pusieron por nombre el número de su domicilio. En aquellos años el “Veinte”, que se me perdone la expresión, era una cantina más bien con facha de cantinucha por la que no daba uno ni un tostón por ella, pero bueno, la cosa era “explorar”, y la primera vez que fuimos ¡qué grata sorpresa!, a la primera chicha que pedimos que nos sirven un caldito (texmole) rojo de puerco, picoso, delicioso, acompañado de sus respectivas tortillas; después, a la segunda güera, te hacen llegar uno o dos tacos dorados de papa o pescado con su respectiva lechuga, crema y queso espolvoreado, pero eso es nada más como abrir boquete, el “Veinte” tiene servicio a la carta con platillos que se han vuelto un emblema de la comida del mediodía: cecina con frijoles refritos y rodajas crudas de chile jalapeño y cebolla con sal y limón; el queso fresco o tipo jarocho frito, servido igual con la misma guarnición y tortillitas, y de ahí una carne enchilada hasta una mojarra al gusto. Hoy el “Veinte” ya no es más lo que fue, ya dejó atrás ese sabor como de barrio y se ha convertido en un lugar hasta “elegantioso”, pero sigue conservando ese sazón en sus platillos único en Xalapa que siempre deja satisfechos a sus comensales, ¡ahh, y una cosa más!, siempre encuentra uno a buenos amigos con los que se ha coincidido a lo largo de todos estos años con los que se disfruta más la visita al famoso “Veinte”. Lo escribió, en 2018, Marco Aurelio González Gama, directivo de "Crónica del Poder". Foto de Facebook.

LAS CARICIAS De algunos, los más hábiles, me ha gustado la ansiedad con que buscaron, sin hablarme, para así pulsarlas dulce y sabiamente, las pequeñas cuerdas finas y escondidas. De otros, los más crueles, gocé más los besos lentos, insaciables y febriles, que me han dado la impresión de que mi vida se escapaba entre sus labios hecha sangre, aliento, ensueños, queja, lágrima y suspiro. Más de todas las caricias, la más dulce, la que no he de olvidar nunca, fue la tierna caricia de tus ojos compasivos, al besarme las pupilas asombradas, mientras ibas tú franqueando las dos puertas en las cuales nadie nunca había llamado... Lo subió Iván Hernández Gutiérrez al Facebook. Foto de "Monografías".

No cabe duda que a través de los recuerdos los humanos nos reinventamos, volvemos a vivir, nos reanimamos, recuperamos tiempo perdido. Marcel Proust, el gran escritor francés que escribió esta obra cumbre que consta de siete tomos y que lo hizo entre 1913 y 1927, cuando describe con todo detalle lo que es el rememorar un pan, una ‘magdalena’, “esos bollos cortos y abultados que llaman magdalenas”, y oler el aroma del té y describir como “me llevé a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena (remojado), pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar me estremecí…”, y así es, los humanos vivimos de nuestros recuerdos, la vida es un interminable Dejà Vu, y nos gusta recordar, recrear la memoria para soñar despiertos. Hace poco, platicando con un amigo orizabeño del cual nos reservamos su identidad, recordaba cuando una vez en Córdoba de hace como 50 años, a donde solía ir los domingos para conocer muchachas, en una ocasión junto a otro amigo de él, igualmente de Orizaba, subieron al coche propiedad de su papá para ir a dar una vuelta a dos damitas cordobesas de aquella época, recordando como si hubiera sido ayer, aquella tarde sobre todo cuando en la primera oportunidad que tuvo pudo intercambiar, inocente, un beso con su acompañante: ¡Fue hace un chorro de tiempo y, te juro, aún tengo fresco en mi memoria el sabor a fresas, como del cielo mismo, que tenían los labios de ella, inolvidable! Lo escribíó Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

El siguiente en la lista de “Los cinco mejores perfumes para hombre” de El País es Opium Pour Homme de Ives Saint Laurent. Lo describe sencillamente como un “…escándalo. No es una exageración. Desde su lanzamiento en versión femenina (1977) y masculina (1995) ha llegado a ser prohibida en algunos países, como Arabia Saudíta, porque sus autoridades consideran que su nombre incita al consumo de estupefacientes”. Bueno, yo creo que no es para tanto, pero sí, efectivamente, es un aroma en exceso sofisticado. Hay apenas una delgadísima línea entre lo que puede ser un aroma masculino de un femenino. Tiene una carga sexista definitivamente, remite al delirio y a los sueños. Es la única fragancia para la que David Lynch, el afamado cineasta británico se ha alquilado para rodar un anuncio. Es una loción con toques orientales, no necesariamente chinos o nipones, más bien como hindúes, pachulescos, a incienso, algo de mirra y cosas parecidas, lo que hace muy intenso, inconfundible y contundente. El fijador como la riqueza de las substancias (anís, vainilla, maderas y grosella) con las que se elabora hacen que se pueda oler sobre la piel horas después de haberse aplicado. Es uno de esos aromas que incluso los que no son expertos en perfume pueden identificar de forma instintiva. Se recomienda usarlo en invierno, es muy cálido y seductor casi hasta el arrebato. Definitivamente no es discreto, con mucha personalidad. Está en el mercado desde 1995. Su imagen era Rupert Everett, con una bata de seda púrpura muy sugestiva, tumbado sobre una cama de plástico roja, la cámara daba vueltas, provocando una sensación de vértigo, mientras el actor se acariciaba la piel. Un último comentario, si usted distinguido caballero no es de los que usa habitualmente camisas de seda y pantalones de lino, algodón egipcio y/o de kashmir mínimo Ermenegildo Zegna, por favor absténgase de usar Opium, más si es dado a usar pantalones roídos de mezclilla deslavados y camisetas underwear. ¿Usted qué opina? lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal..

    Antes de entrar en la materia de este Carrusel, déjenme decirles que soy un fan irredento de todo aquello que exalta a nuestro país. Como el razonablemente optimista que soy, el vaso a la mitad siempre lo veo medio lleno y no medio vacío. En ese sentido, soy de los que cree que el país está más pa’llá que para acá, es decir, de un país en vías de desarrollo, México se ha convertido en una potencia media en donde subsisten, todavía, regiones y segmentos poblaciones pobres, inclusive extremadamente pobres a los que el Estado tiene la obligación de tutelar para sacarlos de su estatus de marginación, rezago social y económico en que se encuentran. No obstante ello, al bosque siempre hay que verlo en toda su extensión, las cosas buenas y malas. El país tiene cosas para presumir y ¡hay que presumirlas! Por eso me caen tan bien un grupo de “Youtubers” –son un fenómeno de la comunicación-, todos ellos extranjeros, que a través de sus canales en YouTube se han dedicado a exaltar la riqueza del país y de su gama de colores que va, según su óptica, ¡léanlo bien!, desde los tacos de canasta hasta los de cabeza de res, pasando por los de tripa, suadero, de barbacoa y al pastor, la comida de la calle, vamos, hasta los impresionantes desarrollos urbanos de CdMx, la zona metropolitana de Monterrey, Guadalajara y Puebla. Y entre los youtuberos hay de todo, desde venezolanos (Neuro-Killer), suizos, alemanes, españoles, coreanos, rusos, polacos… Promueven todo entre sus cientos de miles de seguidores: zonas arqueológicas, nuestras ciudades, la comida, el picante, el Día de Muertos, mansiones, parques (el parque ‘La Mexicana’ de Santa Fe, hay que visitarlo) y, por inusitado e increíble que parezca, el Chedraui Selecto del Nuevo Polanco es una de las estrellas de sus vídeos, se ha vuelto un objeto de culto. Y es que sí está apantallante, hay que felicitar a los empresarios xalapeños, ese súper, quizá, y aquí acoto, quizá sea el mejor en cuanto a instalaciones de todo México y Latinoamérica, lo que ya es un decir, ni en España hay otro igual. La verdad está muy txingón. Métanse a la red y chequen a los Youtubers que se han quedado con el ojo cuadrado con nuestro amado México lindo y querido. Foto de "El magacín". Lo escribíó Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

Es de sabios reconocer que en esto de los botaneros siempre hay alguien que sabe más que uno de esos temas, y que siempre hay alguien –algunos- que tienen la última palabra en estas cuestiones culinarias. Después de aquel Carrusel en donde hago un recuento de algunos de estos “templos al buen comer y al buen beber”, se dejaron venir una andanada de mails al escribiente componiéndole la nota, voy a comentar dos de ellos que me parecen ejemplares por su sabiduría, va el primer comentario: “Mi estimado, el ‘Venegas’ era centro a donde acudir a curar la sed sobre todo cuando el calor apretaba o había partidos de fut, de box o cualquier evento deportivo, después de un tiempo cerró por problemas de seguridad. Ahora su hijo abrió otro Venegas, La Frontera sigue vigente, y El Papaloapan, (ahora en la Av. Murillo Vidal) como atinadamente comentas, ahí se sigue comiendo bien y los viernes se escuchaba por las noches muy buena salsa y fandango. El México, mantiene su calidad, excelentes tortas de serrano o un buen pepito con una cerveza o copa nunca caen mal al mediodía". El otro mail, es más ilustrativo, digamos que amplía las posibilidades, va: “Muy buena reseña, pero te faltaron  el ‘Salón Superior’, ‘El Dominó’, el ‘Salón Victoria’ (le decían la barra más grande del oeste); ‘Los Pericos’ de 20 de noviembre; ‘La Chuza’, ‘La Manola’, el ‘Burladero’, ubicados en la calle Américas; Bar ‘Mi Oficina’ en Ruíz Cortines, ‘Los Compadres’ de avenida Xalapa; ‘Las Vegas’ en la colonia Progreso; ‘El Lucas’ de avenida Revolución y después te menciono los de Coatepec, que esa información merece capítulo aparte”. Ante esta avalancha informativa, no me queda más que decir: ¡Pa´su mecha, más mezcla maestro! Pues ahí está todo un tour para el que se quiera animar a hacer ese recorrido culinario. Lo escribiò hace casi tres años, Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal.

Perdonen, pero de qué otra cosa más se pudiera estar hablando hoy a tres años y medio de pandemia que no fuera de comida. Y viene al caso que recibí varios comunicados del pasado Carrusel en donde hablo de alubias y de la afamada fabada asturiana. Y quiero dejar claro que para nada intenté cometer con mi guiso un sacrilegio. Miren, y ustedes lo saben mejor que yo, ¿de qué se trata la comida y la cocina el día de hoy?, pues de reinventarse. Alguien cuando leyó mi receta para preparar los frijolitos tuvo la siguiente expresión: ¿Alubias, con chiles en vinagre?, jajajaja. Agradezco la incredulidad, pero en la cocina hasta ahora no se ha escrito la última palabra. Por supuesto que hay recetas de cocinas que son patrimonio de la humanidad que están esculpidas en tablas de bronce, son intocables. Pero quién podría dudar que el pescado a la veracruzana es nuestra versión del navideño bacalao a la vizcaína y así muchos. Por lo tanto y para empezar la auténtica fabada asturiana es casi imposible de replicar en México porque la morcilla no se encuentra ni en el Oxxo, solo en contadas tiendas gourmet que no están al alcance de la mano, lo mismo pasa con las fabes, las asturianas hasta denominación de origen tienen y la morcilla ahumada tampoco es fácil de encontrar. Y la preparación de la fabada es un auténtico ritual de cinco o seis horas. A ver, la receta de mi madre era así de simple como la platiqué, pero tenía dos secretos básicos: el primero, el frijol lo cocía con un trozo de cebolla y tres dientes de ajo, más, ¡ojo!, una “tronquito” de las hojas de laurel; segundo, aquí yo les puse chuleta –mi madre también-, pero el ingrediente principal era un hueso cortado en dos o tres partes de un buen hueso de jamón de cerdo de ‘El Borrego’ –cuando vayan a mi tierra pasen por uno, trae mucha carne y cuando mucho cuesta $20.00- que agregaba a la cocción de las alubias un toque sensacional. Las porciones cada quien le tiene que calcular de acuerdo a los comensales, pero el chorrito de vinagre de los chiles, así como las rodajas de zanahoria, dos o tres chiles y pedacería de la cebolla le otorgan un ligero picor nada desagradable, lo recomiendo. Le lechuga romana troceada es opcional, pero le otorga cierto equilibrio a tan untuoso platillo. Lo garantizo. Lo escribió Marco Aurelio González Gama, directivo de este Portal. Foto de "TripAdvisor".

Ventana de la vendedora de yerbas     Había cumplido setenta años en los últimos días de noviembre. Su cabello era un enredo de canas. Cientos de arrugas se dispersaban en su rostro. Le gustaba contemplar. Mientras acariciaba un viejo gato, esa mañana se dispuso a mirar hacia fuera de la casa, para acordarse de las yerbas comestibles que crecían silvestres en las hendiduras del piso de las calles; que brotaban inesperadamente entre las piedras, las lajas y los muros: dientes de león, verdolagas, lenguas de vaca, girasoles, enredaderas. Desde niña aprendió a reconocer a simple vista las esmeraldas hojas de las plantas agrestes. Pero algo faltaba, consideró que por su edad conocía todo lo posible. Vino a su memoria la reciente despedida de su esposo, el oscuro último adiós. Se acordó de los días pasados a su lado. A punto de llorar, comprendió que su vida se había alargado demasiado, que la ciudad crecía enormemente y todas las cosas habían cambiado para siempre. Abrió a la luz sus ojos, se perdió en un atajo verde del ensueño, se quedó recordando cuando por doquier, como un infortunio, el epazote crecía en las banquetas.     Manuel Antonio Santiago Foto de Víctor León.