A casi 20 años de haberse publicado De amores marginales. 16 cuentos mexicanos (1996), la primera antología en México de cuento gay, compilada por Mario Muñoz, aparece el libro Amor que se atreve a decir su nombre. Antología del cuento mexicano de tema gay (Colección Ficción Editorial UV). Los compiladores de este segundo volumen son Mario Muñoz y León Guillermo Gutiérrez.
La primera antología incluía 16 relatos de autores diversos, relatos que van de lo sublime (“Opus 123”) hasta lo pornográfico y artificioso (“Todos somos vecinos”).
De amores marginales resultaba un título un tanto engañoso. El mismo compilador en entrevista para la Revista de Literatura mexicana señalaba que “el amor aparece en algunos cuentos, no en todos”. El día de la presentación, hace casi 20 años en la Galería Alva de la Canal, le escuché decir lo mismo excusando un poco el título, advirtiendo que éste fue sugerido por la editorial, por razón puramente comercial. Si Mario Muñoz tenía razón en ese entonces, lo mismo se podría advertir en este segundo volumen, el amor no habita en todos los cuentos, a pesar del título que en lo particular me parece magnífico: Amor que se atreve a decir su nombre.
En la segunda antología se incluyen 13 de cuentos de la primera. Tres no aparecen: “Mapache” de Jorge Arturo Ojeda, “Callejón” de Héctor Ruvalcaba y “Tu bella boca rojo carmesí” de Ana Clavel. Sólo esta última aparece en la segunda antología con otro cuento titulado “Su verdadero amor”, que como el anterior, no decepciona.
Sobre el volumen De amores marginales la Handbook of Latin American Studies anota: “Interesante (pero aburrida) colección de cuentos ‘marginales’ (no tanto, lo marginal aquí sirve como gancho comercial). Están los clásicos gays: Jorge López P, (‘Doña Herlinda y su hijo’), y Luis Zapata (‘De amor es mi negra pena’). Y los no-gays (pero excelentes) Ignacio Betancourt (‘El hábito oculto’), y Fidencio González M. (‘Juego de ajedrez’). En realidad es una antología sin buen balance estético; hay textos perfectamente excluibles”. Por otro lado, sobre la misma antología, Raquel Velasco, en su ensayo “De amores marginales: El juego de la diferencia”. Después de hacer un recorrido sobre cada uno de los cuentos exhorta a que “nos dejemos conmover hasta el horror o la necesidad de emprender ese juego erótico que hemos compartido con Mario Muñoz, cuento a cuento en De amores marginales”.
Ni lo uno ni lo otro. Por supuesto el comentario de la Handbook of Latin American Studies sobre la primera antología es bastante superficial; la antología no es para nada aburrida, pero tampoco es un festín de erotismo, como sugiere Raquel Velasco.
Cabe señalar que el trabajo de Mario Muñoz me parece impecable. Antes del volumen presente Mario Muñoz ya había incursionado en varias ocasiones en el trabajo de antologador, podemos citar de él: Recuento de cuentos veracruzanos (1991), Memoria de la palabra. (Dos décadas de narrativa mexicana contemporánea). Breve antología (1994), Cuentistas de San Andrés Tuxtla (1995) De amores marginales, 16 cuentos mexicanos (1996) y Tres planos de la mirada. Lectura de narradores mexicanos e hispanoamericanos (1999).
En el prólogo de este libro, el maestro Mario Muñoz nos brinda un panorama muy completo sobre el arduo camino que la corriente homosexual, llámese temática, ha transitado para que los autores mexicanos le presten atención y se pongan a realizar textos de buena manufactura sobre los “amores marginales”. Pocos han sido los autores que han logrado textos impecables sobre la temática gay. La novela, creo, ha corrido con mejor suerte. Baste decir que del corpus literario sobre el tema, el compilador sólo agrega 12 nuevos relatos en un lapso de 18 años. Al parecer algunos escritores prefieren seguir en el closet, temerosos de que se les califique de “putos” por andar escribiendo “esas puterías”.
AMOR QUE SE ATREVE A DECIR SU NOMBRE, UNA ANTOLOGÍA DE CUENTO GAY*
(SEGUNDA DE DOS PARTES)
León Guillermo Gutiérrez se ocupa, en la parte del prólogo que le corresponde, en reseñar algunos de los cuentos más destacables. Al mismo tiempo intenta convencernos de que la fórmula para escribir un buen cuento está en saber escribir la “historia secreta” y para ello cita a Ricardo Piglia, quien anota: “La historia secreta es la clave de la forma del cuento y sus variantes. La historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión”.
Difiero de ello, no existe una fórmula exclusiva para escribir un buen cuento. Sin embargo sí acepto que algunos de los mejores relatos de esta antología manejan un lenguaje velado, una “historia secreta” como señala Piglia. Pero entre los cuentos antologados también hay cuentos que son muy directos, que no dejan nada a la imaginación, como “Todos somos vecinos”, de Dolores Plaza, un cuento que además de descarnado me parece a lo sumo artificioso y sexual.
“El erotismo -dice Paz-, es sexualidad transfigurada: metáfora. El agente que mueve lo mismo al acto erótico que al poético es la imaginación”. El erotismo por lo tanto es equilibrio. En algunos relatos de esta antología el erotismo apenas balbucea, mientras que en otros la sexualidad es la que gime con intensidad.
Otros relatos seleccionados pecan de velados, ni siquiera rozan la piel del erotismo. La “historia secreta” que pregona Piglia es demasiado secreta. En algunos casos los autores sofocan con su retórica el argumento, la historia que se quieren contar.
No me sorprende que los mejores cuentos sean de autores con una trayectoria comprobada. No se le puede poner ningún pero a los cuentos de Luis Zapata, “De amor es mi negra pena”; Inés Arredondo, “Opus 123” (a mi gusto el mejor relato); Ignacio Betancourt, “El hábito oculto”; Raúl Hernández Viveros, “respiración artificial”; Jorge López Páez, “Doña Herlinda y su hijo”; Enrique Serna, “El alimento del artista”; Eduardo Antonio Parra, “Nomás no me quiten lo poquito que traigo”.
Otros me sorprenden, quizá porque no conozco mucho de su obra, pero “Sólo era un juego” de Víctor Rejón y “Su verdadero amor” de Ana Clavel me parecen, independientemente del tema, cuentos de excelente manufactura. Cierto, hay cuentos demasiado artificiosos, banales, burdos y anecdóticos; afortunadamente son pocos.
Quien espere un volumen de cuentos pornográfico y desbordantemente erótico en el libro que hoy presentamos, se llevará un chasco. Los que busquen un instrumento literario para estimular su onanismo, mejor entren a los portales de internet donde abundan los relatos de encuentros sexuales sin inhibiciones, pero sin ningún valor literario.
Hay, por cierto, autores españoles que con seriedad han manejado el relato homosexual con un erotismo intenso y bien logrado. Baste señalar que en la Wikipedia puede uno encontrar el tema: “Literatura homosexual en España”, donde se entera uno que existen premios literarios para la narrativa de tema gay: “La editorial Odisea entrega desde 1999 el Premio Odisea a libros de temática gay y lésbica en lengua castellana. La fundación privada Arena comenzó a entregar en 2005 el premio Terenci Moix de narrativa gay y lésbica. La editorial Stonewall entrega desde 2011 el Premio Stonewall de Literatura LGTB”.
No hay nada peor en la presentación de una antología, que el presentador se ponga a enumerar los cuentos que debieron o no debieron estar en la selección. Borges, que era un magnífico antologador decía que “nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus ‘simpatías y diferencias’”. Estoy de acuerdo.
Lo antologadores hacen su trabajo y lo realizan bien. El juicio a los relatos incluidos es otra cosa. Bien podrían los compiladores poner una advertencia que rezara: “Las opiniones aquí expresadas son de exclusiva responsabilidad de su autor”. Los relatos varían en calidad literaria; es la peculiaridad de una antología. Aparte, es de comprenderse, muchos de nuestros autores siguen en el closet en cuanto a literatura de tema gay.
Los tiempos del internet permiten que el encuentro entre homosexuales sea más fácil y dinámico. Lo portales de contactos se saturan de visitantes ansiosos y curiosos. Las historias que de ahí surgen no han trascendido a la literatura en México; ni siquiera se habla del lenguaje con que se comunican los que buscan y los que encuentran, es decir, la semiótica del ligue.
Escuchen, 12 relatos considerados para esta nueva selección en 18 años se me hacen muy pocos. De estos 12 la mitad se puede considerar aceptable, la otra mitad es prescindible. ¿Qué le vamos a hacer?, esto es lo que hay.
Pero no nos resignemos, aunque Balzac decía que “la resignación tiene cierto parecido a la paciencia”. Seámoslo pues y esperemos que los vientos cambien y que en tiempos venideros, gracias al esfuerzo de maestros como Mario Muñoz y León Guillermo Trujillo, la cosecha mejore y la vendimia nos pueda ofrecer mejores frutos.
Armando Ortiz aortiz52@nullhotmail.com
*Texto leído en la presentación del libro el día jueves 21 de agosto; presentación organizada por la asociación civil “Veracruzanos por el Arte” que preside Aracey Friscione.